El 23 de noviembre de 1996 ocurrió uno de los hechos más espeluznantes de la aviación comercial, cuando tres secuestradores se apoderaron de un avión de Ethiopian Airlines que estaba cubriendo la ruta entre Addis Abeba, en Etiopía, y Nairobi, en Kenia.
Todo comenzó cuando el avión involucrado, un Boeing 767 de la empresa, entró en el espacio aéreo de Kenia; en aquel momento tres hombres de nacionalidad etíope se dirigieron a la cabina de los comandantes y aseguraron estar armados con un dispositivo explosivo que harían estallar si no se acataban sus demandas.
Según se supo, un hombre se levantó súbitamente de su asiento y corrió hacia la parte delantera del avión seguido por los otros dos. Se dijo que aparentaban 20 años, parecían inexpertos, psicológicamente frágiles y con síntomas de estar drogados, tal como lo rememoró el sitio Airdisaster.
Los tres terroristas amenazaron con hacer explotar una bomba a bordo, anunciando que eran opositores al gobierno etíope de aquel entonces, y que recientemente habían salido de la cárcel.
Su exigencia era que el avión se dirigiera a Australia, donde esperaban pedir asilo político. El problema era que el avión ya estaba dentro del espacio aéreo de Kenia, es decir que estaba cerca de alcanzar su destino original en Nairobi.
Los comandantes de la aeronaves intentaron explicarles a los tres secuestradores que el aparato no tenía suficiente combustible para volar hasta Australia. De hecho, el Boeing 767 no tenía ni la cuarta parte del combustible necesario para realizar el largo recorrido que los secuestradores demandaban.
Pero ninguno de los tres secuestradores les creyó a los pilotos, pensaron que los estaban engañando para no acceder a sus demandas. Entonces, el comandante de la aeronave, Leul Abate de 42 años, quien tenía más de 11.000 horas de vuelo, hizo de cuenta que estaba dirigiéndose hacia Australia, cuando en verdad estaba siguiendo la costa de África.
En un momento, los secuestradores se dieron cuenta de que no estaban dirigiéndose hacia Australia y forzaron a Abate a que vire en dirección a Oceanía. Fue ahí cuando el piloto no tuvo más remedio que tomar rumbo este, y comenzó a volar hacia las Islas Comoras, situadas entre Madagascar y el continente africano.
Cuando el avión se encontraba cerca de las islas ya le quedaban los últimos litros de combustible, pero los secuestradores seguían haciéndole caso omiso al piloto. Frente a esta situación, Abate optó como última opción a sobrevolar en círculos con la intención de aterrizar en el aeropuerto de la isla principal, pero el tanque del Boeing 767 se quedó vacío y ambos motores comenzaron a fallar.
Una pelea dentro de la cabina entre el piloto y los secuestradores impidieron que el comandante intente alcanzar el aeropuerto, por lo que sólo pudo intentar un amerizaje que finalizó a tan solo 500 metros de la costa de la isla principal, a la vista de varios turistas.
El ala izquierda de la aeronave fue lo primero que tocó el agua, luego le siguió el motor izquierdo que se hundió rápidamente en el agua causando la destrucción del Boeing 767.
Fallecieron 125 de los 175 pasajeros a raíz del impacto, el capitán Abate fue uno de los sobrevivientes, por lo que pudo detallar qué es lo que había ocurrido en el incidente. Los tres secuestradores por su parte, fallecieron debido al impacto.
La historia concluye con un dato aún más trágico: la supuesta bomba que decían llevar los secuestradores no era más que una botella de licor, según afirmaron las investigaciones posteriores.
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