El Indec confirmó ayer el enfriamiento de la economía que, si bien muestra todavía un avance comparado con el año pasado, ya llegó a su techo en el proceso de recuperación. Sin variación en julio respecto al mes anterior por segunda vez en el año -tampoco en mayo se había registrado crecimiento, igual que en enero y marzo cuando la actividad retrocedió, siempre contra el mes anterior-, los datos preliminares indican que en agosto se consolidó el estancamiento.
Hasta ese momento, la tendencia había sido errática aunque mostraba una clara desaceleración en el ritmo de actividad: de los primeros siete meses del año, la economía creció en tres (febrero, abril y junio), cayó en dos (enero y marzo) y se mantuvo sin cambios en los otros dos (mayo y julio). Esas marchas y contramarchas se interrumpirán con los datos de agosto, para cuando se espera un nuevo signo negativo en la evolución de la actividad. Pero tal vez el dato más relevante es lo que ese freno producirá para una de las variables que mejor performance registró en el primer semestre del año: el nivel de empleo.
A pesar de una recuperación que perdió fuerza, la desocupación cayó 6,9% a junio de este año, el menor registro de los últimos siete años. El dato viene acompañado de una fuerte precarización del empleo, ya que el propio Indec confirmó el aumento del empleo no registrado, que alcanzó el 37,8% de los asalariados. Es también la proporción más elevada de los últimos siete años. Estos puestos de trabajo son los que corren peligro ante la inminencia de una recesión.
“La insuficiencia de ingresos en los hogares fuerza a los trabajadores a buscar ingresos adicionales (aumento de la tasa de actividad y de la tasa de empleo). La oferta en el mercado formal languidece, por lo que terminan recayendo en empleos no registrados o por cuenta propia”, explicó el coordinador de Observatorio del Derecho Social de la CTA - Autónoma, Luis Campos, respecto de las estadísticas oficiales.
En este sentido, el economista Claudio Caprarulo, de la consultora Analytica, advirtió que “ya se ve un enfriamiento de la actividad en los distintos indicadores”, lo que tendría un impacto directo en el nivel de empleo. “Si tomamos en cuenta que el empleo que más creció es el no registrado, es decir, los puestos para trabajadores sin ningún tipo protección ante un cambio de ciclo económico que impulse a los empleadores a recortar personal, los resultados del primer semestre serán difíciles de sostener”, aseguró Caprarulo, quien destacó que entre cuentapropistas y asalariados no registrados, la mitad de la fuerza laboral no está protegida frente a un peor desempeño de la economía. Y la mala noticia es que todas las señales indican que la economía entró en un ciclo recesivo, a partir de las últimas medidas orientadas a estabilizar la crisis financiera desatada en julio.
“Es evidente que el tiempo de la economía a dos velocidades (el PIB que crece en medio de una crisis cambiaria y financiera) está concluyendo”, aseguró el último informe de Analytica, donde se advierte sobre “la incipiente recesión” y se remarca que la recaudación ligada al mercado interno, corregida por estacionalidad, se estancó en julio y cayó en agosto. Por ejemplo, el IVA asociado al consumo cayó 3,8% y el impuesto al cheque, típico termómetro del nivel de actividad, se retrajo más de 5% en términos reales. Desde el Banco Central, los datos se alinean en el mismo sentido ya que también el crédito al sector privado, tanto al consumo como a las empresas, se derrumbó en agosto en función de la suba de la tasa de interés.
“El ajuste fiscal y monetario que viene implementando Sergio Massa tiene como objetivo desacelerar el crecimiento de la actividad económica. Los indicadores de producción industrial y de recaudación confirman que sin crédito ni un marco institucional sólido, el único camino que tiene el Gobierno para alejarse de un nuevo evento de shock es enfriar la economía”, se afirmó en el informe de Analytica.
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