En la esquina de la Avenida Belgrano y Perú hay un edificio de oficinas que es una auténtica joya de la arquitectura, enigmática y misteriosa que asombra a muchos que pasan por allí. Se trata de una obra del arquitecto danés Morten F. Rönnow para el empresario Otto Wulff (un próspero alemán, dueño de quebrachales en la provincia del Chaco) asociado con el empresario naviero Nicolás Mihanovich. La edificación es de estilo Jugendstil (el toque germano del Art Nouveau, pero posee también rasgos renacentistas, del neogótico, del eclecticismo y hasta algunos trazos esotéricos propios del arquitecto Mario Palanti, quien hizo el Barolo).
Fue edificado entre 1912 y 1914, y se lo conoce como edificio Otto Wulff, que sobresale por su fachada donde acechan los 680 ojos de un bestiario creado a imagen y semejanza de su autor. “Cóndores, querubines, insectos, serpientes, lechuzas, pingüinos pero también dioses y calaveras parecen mirarnos si nos colocamos en la esquina opuesta de este edificio ubicado en el barrio de Monserrat”, dijo a Infobae Mariela Blanco, autora del libro Leyendas de ladrillos y adoquines.
Sus atlantes (figuras humanas que cumplen el rol de columnas que fueron esculpidas en Europa por Franz Metzner, un maestro de la Escuela de Viena) de cinco metros de altura parecen sostener, desde el segundo piso, el resto de la obra. Otras ocho figuras de hombres que rodean el edificio se distribuyen las tareas involucradas en la construcción: un albañil, un herrero, un carpintero, un electricista, un pintor, un aparejador, un forjador y un escultor.
También en la proyección y construcción del edificio trabajaron los ingenieros holandeses Pieter Jacobus Dirks y Willem Hendrik Johannes Dates. La mayoría de los materiales de terminaciones exteriores e interiores se trajeron de Europa.
Además, el edificio de cúpulas gemelas tiene mucho pasado para contar porque antes de su construcción, allí estuvo emplazada la casa de la “Virreina Vieja”, segunda esposa de Virrey del Pino, y justamente donde se enfrentaron ingleses y criollos durante la segunda invasión inglesa.
La casa de la Virreina Vieja había sido edificada en 1782 justo en la esquina noroeste de San José y Santo Domingo (hoy Perú y Belgrano), donde vivió Joaquín del Pino y Rozas, Romero y Negrete, el octavo virrey de Buenos Aires (entre 1801 y 1804), y su segunda mujer Rafaela de Vera Mujica y López Pintado.
Una trayectoria que sorprende
La historia del edificio está repleta de mitos que se repiten de boca en boca y de historiador en historiador, pero muchos no son certeros.
El arquitecto Fernando Lorenzi, del estudio INFILL, dijo a Infobae que “hay que resaltar que se trata del edificio privado con mayor valoración patrimonial porteño según la ley Nº 1.227 de Patrimonio Cultural de Buenos Aires. Se dice que fue erigido para ser la sede de la Embajada del Imperio Austrohúngaro, y se dice mal. Porque Nicolás Mihanovich (que además de empresario era el cónsul de ese territorio por entonces) la construyó en el microcentro, pero en otro lugar”.
“Hay que resaltar que se trata del edificio privado con mayor valoración patrimonial porteño según la ley Nº 1.227 de Patrimonio Cultural de Buenos Aires” (Lorenzi)
Se lo relaciona con los austro-húngaros porque hay que tener presente que cuando se edificó el inmueble de oficinas eran tiempos de pre Primera Guerra Mundial, y de hecho se culminó en el año que se inició este conflicto que también marcó el fin de este imperio que peleó del lado alemán hasta la derrota en 1918.
Sobre sus pintorescas cúpulas también hay misterios, según Lorenzi, el mito romántico que se teje sobre ellas cuenta que una estaba dedicada a Hungría y la otra a Austria representando la unión imperial, el amor entre Sissí y Francisco José, o entre lo femenino y masculino. “La realidad desilusiona porque el arquitecto Rönnow significa en ellas la unión de Argentina -el sol- con España -la corona-, según la voz de sus descendientes. Aun así también cabe interpretar que la corona y el sol simbolizan la unificación alemana que logra el rey Federico en 1871 (mal adjudicada a Bismarck)”, dijo Lorenzi.
Aislando el mito es remarcable en el diseño del coronamiento la habilidad compositiva del arquitecto al interpretar volumétricamente dos pirámides truncadas de base cuadrada y aristas curvadas, y coronarlas con linternas que rematan con cupulines de cobre, más allá de su representación simbólica; y aun subrayando que solo la arquitectura eclesiástica se permitía la audacia de disponer dos cúpulas en un mismo edificio.
Cómo cambió de manos hasta que se subdividieron las unidades
Nicolás Mihanovich no participó ni en la compra del terreno donde estaba la casa de la Virreina ni en la construcción del edificio; sólo les presentó a Wulff los constructores, Dirks y Dates, que terminaban de construir el Puerto de Santa Fe, del que fue el gran impulsor.
Si bien en el local de la esquina -hoy cafetería- Otto Wulff abre su negocio O. W. El Lobo y O. W. El Ecónomo, de postes, alambres, varillas y maderas, en 1918, tan sólo tres años después (coincidiendo con la disolución del Imperio Austrohúngaro al finalizar la Primera Guerra Mundial), vende junto a sus marcas el rascacielos y todas sus posesiones en la Argentina a la familia Harteneck.
“Después en 1922, Wulff muere en Lisboa al caer por una claraboya de un hotel, en un episodio misterioso, y su viuda trae los restos al Cementerio Alemán de Buenos Aires (Hamburgo le quedaba algo más cerca), donde casi veinte años después, en 1941, Emma Christensen lo acompaña en la sepultura”, relató Lorenzi.
Los Harteneck no le prestan mucha atención a la renta de oficinas del Otto Wulff dado que están inmersos en fundar pueblos y ser partícipes de la mayor producción mundial de tanino, que precisamente se embarca junto a durmientes hacia Inglaterra desde el Puerto de Santa Fe. Luego, venden el edificio en la década del 30, y queda cerrado hasta que en 1961 se subdivide, y allí comienzan a comercializarse las unidades a distintos dueños.
Otro “dicho” reza que está poblado de ornamentación que representa la fauna autóctona argentina. Es cierto que hay muchos animales esculpidos, pero no es así. Mariela Blanco, dijo que “representan a distintas culturas del mundo y hay mucho de simbolismo, de hecho enigmas que aún no se han podido descifrar con precisión”.
Según Lorenzi, los atlantes -esos hombres fornidos que parecen sostener el edificio- fueron tallados en Europa y simbolizan los oficios de las cofradías de la construcción.
Parece ser que los grados de la masonería conservan los tres grados de gremios de artesanos medievales, los de Aprendiz, Viajero o compañero y Maestro Masón, que universalmente se lo reconoce en Tubal Cain. “Quien enseña todos los oficios a Hiram Habbif, constructor del templo del Rey Salomón donde el mito dice que se edifica para resguardar el arca de la triple alianza, fuente infinita de poder”, destacó Blanco.
Semejanza con Notre Dame
Primero en Notre Dame (donde Viollet LeDuc se erigió un telamón) y el Otto Wulff son los dos únicos edificios del mundo donde sus arquitectos se han representado escultóricamente.
Como complemento, en la torre Wulff también están Otto y Willem Dates, además de Rönnow.
Recorrida por el edificio
Tiene casi 60 metros de alto y llegó a ser uno de los más elevados de Buenos Aires una vez inaugurado.
Al margen de su original fachada, el edificio cuenta con 56 unidades funcionales que suman una superficie total de 2.845 metros cuadrados, mientras que las áreas comunes (acceso, circulación, servicios sanitarios y cúpulas) totalizan 1.550 m2.
Así sorprende que de los 4.395 m2 cubiertos del Otto Wulff (con fachadas que se despliegan en 3.527 m2), un 35% se hayan definido como “áreas no vendibles”, un porcentual alto para superficies comunes.
Las oficinas oscilan entre 20 y 50 m2, pero algunas sobresalen con aproximadamente 250 m2 cada una (piso entero unificado), más el local de la planta baja (que ocupa una cafetería conocida), que con su subsuelo supera los 500 m2.
Actualmente las que se venden allí están cotizadas entre USD 25.000 hasta USD 115.000, a razón de USD 1.000 y USD 1.700 por m2.
“Y para su alquiler, como muchas oficinas son antiguas o pequeñas se alquilan a razón de USD 10 por m2, a tasación del dólar oficial”, comentó una inmobiliaria que opera en el área corporativa.
En sus interiores tienen un dejo industrial, con columnas y vigas que soportan losas, también de hormigón armado pero premoldeadas e importadas de Holanda, y la tabiquería interna que se dispone en algunos de los once pisos del edificio las construyen con placas de cemento prefabricadas de 15 cm de espesor. Solados de mármol en las escaleras, pisos de pinotea en todo el resto de las plantas, cielorrasos de yeso sin molduras y carpinterías de madera y metálicas estandarizadas completan las superficies.
En refacción
Este edificio que permaneció varias décadas cerrado (entre la década del 30 y principios de los 60) hoy está ocupado por empresas de desarrollo de Sofware, de Comercio Exterior, estudios de arquitectura y constructoras, una ONG, una Casa de Letras y algunas oficinas se han reciclado, otras deberían hacerlo, sostienen expertos del sector inmobiliario corporativo.
Entre 2019 y 2020 el Régimen de Promoción Cultural del Ministerio de Cultura de Buenos Aires otorgó al edificio la aprobación para solicitar subsidio a particulares aportantes del impuesto de Ingresos Brutos por un monto de $8.000.000 (aproximadamente) para restaurar las cúpulas, obras que se están ejecutando ahora por la empresa DV CyS.
Mientras, el Programa de Regeneración Urbana del Ministerio de Ambiente y Espacio Público donó $90.000.000 al edificio para licitar la obra de restauración desde PB a piso 7, que adjudicaron a la empresa HIT, que también está en obras en este momento quizá hasta marzo/abril 2023.
“Indudablemente era una deuda que tenía el Gobierno porteño con una joya patrimonial como lo es el Otto Wulff. Un edificio que encierra varios misterios pero es decisivo mantener en perfecto estado para beneficio del efecto urbano de una ciudad con tanta impronta europea como Buenos Aires”, concluyó Lorenzi.
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