Los datos de comercio exterior que difundió ayer el INDEC confirmaron lo que en amplios sectores de la industria venían advirtiendo y que se negaba desde el Banco Central: las fuertes restricciones impuestas a las importaciones desde la última semana de junio, impuestas para minimizar la salida de dólares, pegaron de lleno en la producción. Esto a pesar de que apenas sirvieron para moderar el volumen total de compras al exterior que se redujo en apenas USD 337 millones el mes pasado respecto del anterior. La cifra representa una caída de sólo 4%, al pasar de USD 8.547 millones a USD 8.210 millones.
Para lograr esa mínima reducción o, mejor dicho, evitar un salto que multiplicara la cifra de déficit comercial informada ayer, el Gobierno optó por sacrificar el ingreso de aquellos bienes que se importan para mantener la economía en marcha y, en el mejor de los casos, hacerla crecer. De acuerdo a las cifras oficiales, los únicos dos rubros en los que se redujo el nivel de importaciones respecto a junio fueron los bienes de capital, es decir, importación de maquinaria, herramientas o computadoras, y el de bienes intermedios. En esta última categoría revisten todos aquellos insumos que se aplican a la producción de otro bien final. En ambos casos, la merma se situó en torno al 15% respecto del mes anterior y, si bien mantuvieron un crecimiento respecto del mismo período del año pasado, el ritmo de avance interanual se redujo drásticamente.
En contrapartida, tanto la importación de bienes de consumo (finales) como la de automóviles se mantuvo estable mientras que, tal como se preveía, se abultó la cuenta de importación de energía, que trepó a los USD 2.281 millones, 17% más que en junio y 281% más que el año pasado.
La estadística de intercambio comercial es, en definitiva, el ejemplo concreto de la metáfora de la manta corta: si los dólares disponibles se otorgaban a los importadores para no frenar la producción, el faltante de energía para industrias -y eventualmente para los hogares- podría haber sido mucho mayor. El Gobierno, en cambio, privilegió destinar los dólares al pago de la energía para evitar faltantes que, de todos modos, también hubieran afectado la producción.
Perdido por perdido, el propio ministro de Economía, Sergio Massa, admitió la semana pasada que “decidimos soltar un poquito las reservas para garantizar la energía”. Esa decisión se reflejó claramente en las estadísticas que ayer difundió el INDEC y que están alineadas con las proyecciones de economistas y consultoras privadas del mercado que indican que la economía inició el segundo semestre del año en recesión. Este panorama no tiene perspectivas de mejorar sustancialmente a pesar de que en el Banco Central se entusiasman con el saldo positivo de USD 150 millones obtenido ayer y se animan a presagiar que el mal trago de la energía ya pasó, dejando atrás lo que denominan “el peor momento en la relación demanda de dólares vs. oferta de divisas por liquidación”.
Los analistas privados coinciden sólo parcialmente. “A partir de ahora, se prevé que las importaciones de combustibles hayan ya alcanzado su máximo y comiencen a disminuir progresivamente, aunque se observarán altos niveles este mes y el próximo”, anticipa el informe sobre los datos de comercio exterior de la consultora LCG. En él, se destaca un punto central: “Dada la escasez de divisas, el ajuste seguirá siendo sufrido por el resto de las importaciones, que deben buscar financiamiento en el exterior para poder mantener los niveles que se venían observando, este recorte continuará teniendo consecuencias directas sobre la actividad interna y los precios”.
En este sentido, LCG estima que a pesar del nivel récord de liquidación del campo durante la primera parte del año, dado en gran medida por el altísimo nivel de precios internacionales, el superávit comercial de este año cerrará en torno a los USD 7.000 millones, lo que representa una reducción de 55% respecto al alcanzado en 2021 y que “no termina de traducirse en un aumento de las reservas internacionales”.
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