El menor ritmo de devaluación reduce la presión inflacionaria pero otros factores impulsarán subas en los alimentos

La marcha de las medidas del Banco Central, incluyendo la suba de tasas, podrían contener los aumentos. Sin embargo, entra en vigencia mañana la ley de etiquetado frontal que prohíbe promociones clave

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(Maximiliano Luna)
(Maximiliano Luna)

La suba de alimentos en agosto puede aportar mejores noticias que las que trajo en julio si, tal como señalan las primeras estimaciones semanales de las consultoras privadas, en las primeras semanas del mes se ralentizó el ritmo de incrementos. En la góndola, sin embargo, y sobre todo en la línea de cajas, a partir de mañana pueden empezar a surgir algunas sorpresas desagradables que, aunque no impactarán en el índice que elabora el INDEC, sí podrían afectar el bolsillo de los consumidores.

Distintos factores se alinean para que la suba de precios que en julio se ubicó en 7,4% pueda caer más de un punto, lo que de todos modos la dejaría en un nivel alto. Principalmente, el impacto del shock inicial producido por el abrupto cierre de importaciones durante la última semana de junio, sumado al cimbronazo de la renuncia del ex ministro de Economía, Martín Guzmán, que desató un tembladeral financiero comienza a estabilizarse. Aunque en un valor 30% arriba, las cotizaciones alternativas del dólar se mantienen desde fines de julio por debajo de los $300 mientras que el Banco Central aplicó una drástica suba de tasas y, en las últimas jornadas, aminoró la devaluación del tipo de cambio oficial.

Este movimiento es exactamente inverso a la expectativa no sólo del mercado sino, particularmente, de los sectores como el campo que están a la espera de una mejora en el tipo de cambio para ingresar dólares y que el Central pueda, por su parte, normalizar el mercado de cambios y, en el mejor de los casos, acumular reservas. Sin embargo, el objetivo apunta a ampliar la diferencia entre la tasa de interés y la tasa de devaluación, como incentivo a la apuesta al rendimiento en pesos. En términos inflacionarios, la desaceleración de la devaluación, que hasta la semana pasada tenía un ritmo de 5,5% mensualizado contra 4,9% de las últimas jornadas, contribuye a aflojar la presión sobre el precio de los alimentos en los que impacta, mayormente, la cotización del dólar oficial.

Sin embargo, un nivel de aumentos en esta categoría que en las primeras semanas de agosto acumula 3% de acuerdo al relevamiento de la consultora LCG, tendencia en la que coinciden otras proyecciones privadas, no quita otros factores que poco tienen que ver con el manejo de la macroeconomía terminen generando un efecto no deseado a la hora de pagar el ticket del supermercado.

Ocurre que a partir de mañana comenzarán a verse los sellos negros en los alimentos que advierten a los consumidores de los excesos de ingredientes nocivos para la salud como las grasas, el azúcar, el sodio, la cafeína o edulcorante. Es a raíz de la aplicación de la ley de etiquetado frontal, cuya reglamentación estuvo a cargo del Ministerio de Salud y la Anmat para inducir hábitos dietarios saludables en la población. Es por esta ley que los productos que contengan algunos de los sellos de advertencia contemplados no podrán ser promocionados. Es decir, las estrategias de marketing a las que suelen recurrir los supermercados, muchas veces en coordinación con los fabricantes, como el 2x1, 3x2 o 70% de descuento en la segunda unidad no podrán ser aplicables a alimentos y bebidas que contengan algunos de estos sellos que alertan a los consumidores respecto del exceso de azúcar, grasa o sodio. “A partir de la ley, empiezan a surgir un sinfín de restricciones. Algunas de comercialización, bastante críticas, y otras publicitarias”, aseguraron en una de las principales fabricantes de alimentos.

El objetivo, previsiblemente, es desalentar el consumo de estos productos pero desde la industria advierten la falta de diferenciación. Es que el rango de categorías susceptibles de llevar un sello es más que amplio y entran productos considerados de alto valor nutritivo, particularmente entre los lácteos, y también de consumo muy difundido aunque no tan saludables. Tanto un yogur como un queso blanco, considerado un alimento con alto valor de nutrientes positivos, como un paquete de galletitas dulces o unas papas fritas contendrán alguno de los sellos negros sin distinción. Esto dejará amplias categorías de consumo masivo fuera de la tan difundida modalidad actual de “descuentos” promocionales. Y a la hora de pagar la compra, el consumidor acusará el golpe más allá de que el INDEC refleje un índice algo menos elevado.

“Los supermercados todavía no tienen dimensionado el impacto que producirá en su negocio la Ley de Etiquetado Frontal”, advirtieron en otra compañía de la industria alimenticia que, como la mayoría de las empresas del sector, solicitó prórrogas en función de obtener más tiempo para lograr cambios de fórmula en sus productos y poder evitar el etiquetado. Los plazos concedidos, en muchos casos, son hasta febrero de 2023, pero no para todos los productos. En el caso de las gaseosas, por ejemplo, hay marcas líderes que ya están distribuyendo los envases con el nuevo etiquetado.

“No sabemos cómo van a reaccionar los consumidores y cómo orientar nuestras campañas para lograr una diferenciación, que la ley no contempla. No es lo mismo un snack o un chocolate que un pedazo de queso pero, en cuestión de sellos, sí lo es”, afirmaron desde la industria alimenticia.

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