Las recientes medidas del Banco Central, que llevaron la tasa de interés que paga a los bancos por las Letras de Liquidez (Leliq) al 69,5% anual, sumadas a la prioridad que el equipo económico asigna a recomponer las reservas internacionales de la entidad son un reconocimiento a la “financierización” de la economía a lo largo del último año, que el Gobierno necesita revertir para mantener el ritmo de actividad económica.
En apenas dos semanas y en dos saques, la entidad que encabeza el “albertista” Miguel Pesce elevó la tasa de política monetaria argentina al nivel más alto del mundo y 6,5 puntos por sobre el 63% que tenía cuando Alberto Fernández –que había prometido financiar con la rebaja de esa tasa un aumento del 20% real a los jubilados- asumió la presidencia.
En tanto, el nuevo equipo económico hace gestiones en varios frentes: ante China, para usar el “canje” de monedas con el banco central de ese país, ante varios sectores (campo y agroindustria, energía, minería, pesca) para acelerar la liquidación de exportaciones, y ante entidades financieras internacionales para que, de algún modo (créditos, repos), ayuden a engordar las alicaídas reservas de la autoridad monetaria.
Financierización
Sucede que mientras el gobierno repetía el sonsonete del crecimiento y la producción, la economía se “financierizaba” cada vez más. Al respecto, un informe de Marcelo Capello y Agustín Cugno, economistas del Ieral de la Fundación Mediterránea, precisa que en los últimos doce meses el aumento de las variables financieras superó por mucho al de las “reales”. Los “pasivos remunerados” (Leliq y Pases) del BCRA aumentaron 84% (a cerca de $ 7 billones, base sobre la cual se aplica la tasa del 69,5%), el dólar blue 61%, la base monetaria 48%, contra 20% que subieron las exportaciones y 9% el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE). La variable “real” que más aumentó fueron las importaciones (45%). De resultas, la deuda (un stock) aumentó 10%, las reservas brutas del BCRA cayeron 6% y las netas líquidas disponibles (aquellas con las que realmente puede contar) colapsaron, registrando una caída del 59% (Gráfico).
Esa “exuberancia nominal”, dice el informe, alimentó la inflación, que ayer el Indec precisó en 71% interanual y acelerando (el 7,4% de julio equivale al 136% anual) y presiona al gobierno a ordenar las cuentas para evitar problemas aún mayores.
Para poner en caja el gasto y cumplir la meta de 2,5% de déficit fiscal acordada con el FMI, dicen Capello y Cugno, los gastos “ajustables” deben crecer solo 34% en el segundo semestre, menos que la inflación y muy por debajo de lo que lo hicieron en el primero, en el que el gasto primario subió 75%, con rubros como “Otras Prestaciones Sociales” (93%), Transferencias de Capital a Provincias (88%), Subsidios económicos (87%), Inversión Pública Directa (82%) y Gasto en Personal (74%). Si las cosas siguen a ese ritmo, el déficit terminará el año en 3,7% del PBI, calculan los autores, partiendo de supuestos bastante benévolos, como un aumento del 74% de los ingresos fiscales en todo el año y una reducción de los subsidios por el aumento anunciado de tarifas.
“Las partidas que podrían ser alcanzadas por este ajuste son transferencias corrientes y de capital a provincias, planes sociales e inversión pública, entre otras”, sigue el informe. El gobierno, prosigue, necesita suplir la escasez de reservas con deuda externa y adelanto de exportaciones “sobre lo cual no existen aún mayores precisiones ni resultados”. Todo eso, subrayan los autores, para “evitar una devaluación brusca del peso, pero sin poder controlar todavía las expectativas, que van en la dirección opuesta” en lo que describen como “un escenario de política económica muy desafiante” y apoyo político condicionado.
Cómo se mezclan las variables
Variables financieras, reales y políticas se mezclan en el informe. La escasez de reservas llevó a estrechar el cepo cambiario e importador y junto al déficit fiscal y el menor financiamiento privado a tensiones en la coalición de gobierno, presión sobre los dólares “alternativos”, mayor brecha cambiaria y mayor inflación. Capello y Cugno calculan que el dólar oficial está 23% por debajo de promedio real de los últimos 22 años y contribuye a aumentar la expectativa de devaluación, lo que a su vez desalienta la liquidación de exportaciones y agrava la situación de reservas.
En el pasado, en situaciones así “típicamente se aplicaron planes de estabilización, que combinaron un dólar más caro y menor gasto para bajar el déficit fiscal y por esa vía la emisión monetaria, junto a una suba de la tasa de interés”, dice el informe. Todo lo cual requiere cohesión política para atravesar una etapa recesiva que, si el plan es exitoso, lleva a menor inflación y recuperación de la actividad. El problema, advierten los autores, es que eso “difícilmente ocurre” antes de 3 o 4 trimestres.
Precios, subsidios e inflación reprimida
Otro informe, del economista Agustín Cavallo, enfatiza que sin sincerar las tarifas de servicios públicos “será imposible generar expectativas a favor del quiebre de la inercia inflacionaria” pues los subsidios equivalen a 3% del PBI y son el principal motor de la emisión monetaria. A su vez, en la etapa inicial, recomponer tarifas tendrá un efecto alcista sobre el índice de precios, debido a la “inflación reprimida” acumulada.
Cavallo precisa al respecto, en base a los datos de inflación de CABA, que en los últimos tres años la brecha entre las tarifas y el índice general de inflación está entre 180 y 210 puntos. Desde julio 2019 –precisa- las tarifas de electricidad, gas y agua subieron entre 20% y 55%, contra 237 % del Índice de Precios al Consumidor.
Un gráfico del informe (ver arriba) precisa que en ese período el dólar blue aumentó 585%, la inflación del rubro “Prendas de Vestir y Calzado” (un sector afín al gobierno) fue de 421%, los precios “estacionales” subieron 408%, los Restaurantes y Hoteles, castigados primero por la cuarentena y favorecidos luego por el “PreViaje”, se encarecieron 313% y la inflación “núcleo” fue del 291%, dos puntos más que el 289% que en igual período aumentó el rubro “Alimentos y Bebidas No Alcohólicas”, sobre el cual el discurso oficial carga las tintas de la inflación.
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