La postergación del anuncio formal sobre la nueva segmentación de tarifas, incluyendo la eliminación de subsidios a partir de determinados niveles de consumo, no fue casual. Se trató de una decisión estratégica que tomó Sergio Massa para darle más fuerza a los anuncios relacionados con el control del gasto público y consiguiente baja del déficit fiscal, que se sucederán a lo largo de toda la semana.
Bajar el rojo fiscal es una cuestión clave por dos razones: llevaría tranquilidad a los mercados financieros y al mismo tiempo pondrá a prueba hasta dónde llega su margen de maniobra en el nuevo esquema de poder del Gobierno.
El ministro de Economía considera que arrancó su gestión con el pie derecho, pero ahora tiene un desafío mucho más grande por delante. Su intención en lo inmediato es no dejar pasar el tren y seguir activamente con medidas que permitan bajar los niveles de desconfianza de los inversores. A favor, cuenta que el BCRA dejó de perder reservas en los últimos días, se estabilizaron los dólares financieros y alejó con claridad el escenario de “reperfilamiento” de la deuda en pesos hasta el año que viene.
Tarifas y subsidios
La segmentación tarifaría permitiría una reducción de subsidios de alrededor de $ 500.000 millones anuales, aunque sólo unos 160.000 millones de pesos impactarían este año. A eso se le sumará la cuota excepcional de adelantado de Ganancias para grandes empresas. Una medida resistida y que aumenta la presión tributaria de este año, al tiempo que también cambia la planificación financiera de las compañías de la noche a la mañana. Se trata de un ingreso que permitirá solventar el bono a jubilados.
Junto a ello se vienen varias decisiones concretas relacionadas con ponerle un tope al gasto público. A partir de ahora, ningún organismo que tenga dinero en plazos fijos que no respondan al capital de giro normal de trabajo de 45 días podrá pedir asistencia al Tesoro nacional. Al mismo tiempo se efectuarán ajustes técnicos a las partidas de organismos descentralizados y provincias, que implicarían un ahorro adicional de $ 132.000 millones.
El objetivo final es acercar todo lo posible el déficit primario al 2,5% del PBI, en línea con lo comprometido con el FMI. Esto no solo aseguraría nuevos desembolsos del organismo; también reducirá la necesidad de emisión del Banco Central, al menos vía adelantos transitorios.
Las primeras medidas de Massa consiguieron estabilizar el frente cambiario y alejar el fantasma de reperfilamiento de la deuda en pesos. Tuvo también algo de suerte, ya que coincidió con una fuerte suba de los mercados internacionales y la caída del dólar en Brasil, que quedó a puntos de perforar los 5 reales
Al menos Massa no se tuvo que hacer cargo del índice de inflación récord que le dejó Martín Guzmán. En todo caso deberá mostrar resultados a partir de este pico histórico de 7,4% de julio. Un “triunfo” de su flamante gestión sería bajar el índice a niveles de entre 5% y 6% mensual hasta fin de año. Aún así la inflación de 2022 no bajaría del 90 por ciento. El pronóstico más alto de inflación lo dio FIEL esta semana, al calcular un 112% para el año. Pero este escenario incluye una devaluación del tipo de cambio oficial, algo que al menos por el momento Massa no avala.
Emisión e inercia inflacionaria
No será fácil combatir la inflación en el corto plazo, teniendo en cuenta que el Central emitió una cifra récord de 2 billones de pesos entre junio y julio para sostener la deuda en moneda local. Esa “canilla” de expansión monetaria habría quedado cerrada al menos en forma momentánea, pero sus efectos sobre la inflación se seguirán sintiendo en los próximos meses.
El frente cambiario sigue siendo el más acuciante de todos los que hay que atacar. En la última semana al menos hubo noticias tranquilizadoras. En las últimas tres jornadas el Central ya no terminó con saldo vendedor, luego de pérdidas de más de USD 1.200 millones en julio y otros USD 1.000 millones en los primeros días de agosto. Pero el nivel de reservas netas sigue siendo crítico. Las explicaciones del titular del BCRA, Miguel Pesce, sobre el uso del swap chino, no convencieron a nadie.
Massa consiguió estabilizar el nivel de reservas a partir de un importante ahorro de los gastos en importaciones de energía. De USD 2.000 millones previstos para agosto serán sólo USD 1.000 millones. Sin embargo, la situación del Central sigue siendo sumamente frágil
La clave no fue el adelanto de exportaciones prometidos por sectores como el campo, minería y pesca, sino el ahorro en importaciones de energía. De acuerdo a los últimos números que manejaban en la secretaría, en agosto sólo serán necesarios USD 1.000 millones para importar gas licuado, cuando las previsiones del mes eran de unos USD 2.000 millones. La disminución de las compras de cargas de ese combustible llevó a un promedio diario de USD 50 millones, cuando venía siendo cerca de USD 100 millones.
También los dólares financieros encontraron una mayor estabilidad, en la zona de los $290, mientras que la brecha cambiaria se mantuvo casi sin cambios durante toda la semana en el 100 por ciento.
Tasas, dólares y bicicleta
La fuerte suba de tasas de interés de 9,5 puntos porcentuales, hasta casi 70%, tendría un mayor impacto sobre el tipo de cambio que sobre la inflación. Nada nuevo bajo el sol. Si el mercado se convence de que el escenario de explosión quedó atrás (hiperinflación y descontrol cambiario incluidos) , podría volver a impulsar el “carry trade”, o bicicleta financiera. En otras palabras, crecerían las apuestas para ganar con la tasa de interés en pesos, aprovechando que los dólares financieros ya tuvieron un importante ajuste del 40%, un poco debajo de la inflación acumulada del 46% en lo que va del año.
Aunque no solucione los problemas de fondo ni mucho menos. para Massa no es menor ganar algunos meses y alejar el escenario catástrofe de corto plazo. En 2023 podría reaparece el “trade electoral”, la apuesta por un cambio político, y eso ayudaría al Gobierno a llegar al final del mandato con mayor holgura
El canje de bonos en pesos por dos billones despejó de manera significativa el horizonte de vencimientos al menos hasta noviembre inclusive. Es cierto que solo pateó la pelota a 2023, pero se ganó tiempo para consolidar medidas que lleven cierta tranquilidad. Por otra parte, el aumento de tasas es una medida ortodoxa que marca un cambio de rumbo respecto a lo que venía haciendo hasta ahora el Gobierno, reticente a medidas que en teoría podrían afectar el consumo y el nivel de actividad.
En sus primeras dos semanas de gestión Massa también contó con algo de suerte: los mercados financieros tuvieron un comportamiento muy positivo, incluyendo el dato tranquilizador de inflación cero en Estados Unidos en julio. Esto calmó las tasas de interés y volcó más recursos en mercados emergentes. Este mejor clima bursátil le puso un piso a las cotizaciones de bonos y acciones, al tiempo que también ayudó a estabilizar el mercado cambiario. El dólar en Brasil, por ejemplo, cayó desde 5,50 reales a fines de julio a apenas 5,08 sobre el cierre de la semana pasada.
El “plan Massa” no atacará los profundos problemas que arrastra desde hace décadas la economía argentina. Pero ganar algunos meses resulta algo valioso, incluso para las aspiraciones presidenciales del ministro. En el arranque de 2023 empezará a jugar la apuesta electoral de los inversores. Un posible cambio de rumbo político o incluso la expectativa de dos competidores de “centro” ayudaría a encauzar las expectativas y favorecer un recorrido algo más tranquilo hasta las elecciones.
La previa electoral podría parecerse más a la de 2015 (que le permitió a Cristina Kirchner llegar sin que explote todo) que al palo histórico que sufrieron los activos financieros en 2019, cuando las PASO de aquel año dejaron en claro el retorno del kirchnerismo al poder.
SEGUIR LEYENDO: