El 2 de julio último, antes de que Cristina Fernández de Kirchner acometiera con otra de sus mordaces críticas al presidente Alberto Fernández y el ahora exministro Martín Guzmán conmoviera los cimientos del Gobierno con su renuncia a la cartera económica, se viralizó una presentación de Esteban Wolf, socio de Chocorísimo, una fábrica de helados artesanales, ante la Comisión de Economías Regionales, Economía Social y Pymes del Senado.
“Somos el 95% de la economía de la Argentina y generamos más del 65% de los puestos de trabajo, pero sufrimos la Argentina todos los días”, dijo Wolf en un mensaje en el que contó que trabaja desde los 15 años y quiere que, a diferencia de varios miembros de su familia, que emigraron, sus hijos se queden y desarrollen en el país. Relató allí los problemas que afronta una pyme, desde infinitos trámites hasta leyes y juicios laborales que en cualquier momento la pueden sacar de la cancha.
Somos el 95% de la economía de la Argentina y generamos más del 65% de los puestos de trabajo, pero sufrimos la Argentina todos los días (Wolf)
Cuando Silvina Batakis inició su breve gestión como sucesora de Martín Guzmán, Infobae convocó a Wolf y otros tres emprendedores a compartir sus historias y realidades. Fueron de la partida Marcelo Salas Martínez, de Café Martínez, Germán Camero, de Biggys, y Natalia Romero, de Puro Fieltro y Giideba, quienes contaron las situaciones que afrontan día a día. Hubo momentos de catarsis, por ciertas taras de la economía argentina, desde las trabas para importar, la escasez de gasoil, la carencia de crédito, la altísima presión impositiva, los obstáculos para exportar y la siempre latente posibilidad de que un problema laboral desestabilice una empresa pyme.
“Mi charla en el Congreso se viralizó porque soy uno más de 600.000 pyme con la misma historia de vida; un poco más o menos fuerte, pero la misma. Nuestros abuelos vinieron como inmigrantes porque la Argentina era un país que generaba empleo, donde formaron empresas y había oficios: plomeros, matriceros, electricistas”, dijo Wolf, quien contó a este medio que debido a la viralización de su exposición recibió miles de mensajes, a los que se propuso responder uno por uno.
Condiciones de ingreso
“Soy un emprendedor común y corriente; la única virtud que tengo es que soy insistidor y creo que las cosas hay que sacarlas adelante, independientemente del gobierno y las dificultades de turno”, dijo Wolf, quien recordó que en 2014 se sumó a Chocorísimo con un objetivo: exportar.
La empresa había nacido con el formato tradicional de heladería y en 2014, cuando un amigo lo invitó a sumarse, Wolf lo hizo “con la idea y el concepto de exportar”.
Venía hacía muchos años escuchando que la Argentina se salvaba con una balanza comercial positiva. “Le dije a Gustavo: me sumo si vamos a exportar y a poner una planta modelo que cumpla todas las normas ISO 22.000, SSSC para EEUU, las normas más altas de calidad para poder exportar. No fue un proceso rápido (…). Tenés que preparar la compañía, preparar a la gente, educar internamente, contratar consultores que te enseñen las normas para poder sacar un producto argentino al exterior. Yo siempre transmito esto: tenemos un plan de negocios a 10 años: nos propusimos exportar a 10 países y vamos en ese camino y no nos movemos”.
Como presidente de la Asociación de Emprendedores de la Argentina (ASEA), Wolf estuvo involucrado en el proyecto de creación de las Sociedades Anónimas Simplificadas (SAS), que se inició en 2019 y discontinuó y atacó el actual gobierno, como surgió en el intercambio de los demás emprendedores.
Café, franquicias y “proyectos reprimidos” de las pyme argentinas
Marcelo Salas Martínez reseñó brevemente la historia de Café Martínez, fundado en 1934 por sus abuelos como “Casa Martínez”, en la cuadra porteña de Talcahuano al 900 donde también funcionaba el mítico y tanguero “Caño 14″. Así operó hasta 1994, cuando la tercera generación se volcó al café de especialidades para “trabajar el café como punto de partida, no como punto final”. Así se fundaron 5 sucursales hasta el 2000, cuando empezaron las franquicias. Hoy hay 200 sucursales “y queremos terminar el año con 210″; dijo. Ya están en Paraguay, Uruguay y Bolivia y quieren estar “en breve” en Chile y Brasil.
Los empresarios argentinos tenemos una innumerable cantidad de proyectos guardados en cajitas, porque las regulaciones no permiten accionarlos (Salas Martínez)
Pero -claro- hoy tienen trabas para importar café (Argentina no produce la materia prima, que los importadores locales muelen y elaboran). “Es nuestro negocio, lo que sabemos y en lo que nos hemos especializado. Desarrollamos una cadena de franquicias a través de la cual distribuimos nuestro café y fuimos agregando productos afines”, explicó Salas Martínez. “El ADN de la compañía, el espíritu de los abuelos, era ayudar a los demás a que tengan sus propios negocios. El franquiciado es parte de nuestra comunidad”.
Ante los problemas para importar, hubo que optar. “Hemos recortado ciertos canales de distribución por la falta de café y nos concentramos en el canal de franquicias. Y eso pega en el precio. Porque hay que buscar canales alternativos a estos pagos a 180 días que se proponen, pagar más rápido, pero más caro”, dijo Salas Martínez. Trabas que, de repente, coartan planes. “Es un problema muy común en la Argentina. El Movimiento Nacional de Pymes (Monapy) lo llama Stock de Proyectos Reprimidos, SPR. Los empresarios argentinos tenemos una innumerable cantidad de proyectos gardados en cajitas, porque las regulaciones no permiten accionarlos”, dijo Salas Martínez, citando un problema pero también un reservorio de posibilidades.
Cine en casa, con pochoclo y todo
Biggys, de los hermanos Germán y Nicolás Camero, nació del concepto “el cine en casa”, en plena crisis de 2001/2002 y se perfeccionó en 2005, cuando fundaron el primer y principal productor de pochoclo envasado de la Argentina. “Mi hermano estaba en el negocio del maíz pisingallo, vendiendo a cadenas de cines y productores de pochoclo. Me insistía: tenemos que hacer pochoclo. Argentina es el primer exportador de maíz pisingallo, pero no agrega valor. Empezamos sin plan de negocios, a producir pochoclo y ver dónde lo podíamos vender”, contó Germán.
Mi hermano estaba en el negocio del maíz pisingallo, vendiendo a cadenas de cines y productores de pochoclo. Me insistía: tenemos que hacer pochoclo (Germán Camero)
Un primer desafío fue estirar el vencimiento del producto, de un mes a seis meses, para tener distribución a nivel nacional. Para lograrlo no podían limitarse a bolsitas de papel transparente llenadas y selladas casi artesanalmente. “Teníamos que comprar una envasadora, máquinas más eficientes y que la gente vuelva a recomprar el producto, porque gustaba. Hace 20 años ibas a buscar pochoclo al kiosco y era una bolsa transparente con un producto gomoso que parecía telgopor. “Nuestro foco fue siempre calidad: hacer algo crocante, que la gente dijera ‘esto está fresco’, y esa fue la construcción que hicimos, de valor”, contó Germán.
La empresa llegó a vender a unos 700 Video Clubes (VCs). Los cambios tecnológicos y la piratería llevaron al ocaso de los VC, pero las plataformas de streaming renovaron la idea del cine en casa. “Tuvimos que modificar nuestra forma de llegar al cliente, ya no era a través de los VCs, sino de mercados de cercanía. Desde hace 4/5 años el foco es estar cerca de tu casa, que el producto esté en el supermercado chino, el kiosco, que se pueda pedir por plataforma, buscar la multicanalidad para estar cerca”, contó Germán. En 2019, antes de la pandemia, además, proveyeron a las cadenas Hoyst y Cinemark pochoclo apto-celíaco (sin Tacc). “Si bien el pochoclo per se no tiene gluten, el desafío fue evitar la contaminación cruzada (por caso, quien entrega el pochoclo, antes entregó un pancho), dando inocuidad al paquete”.
Cuando empezaron a caer los VCs, Biggys empezó también a vender a escuelas (canal que la pandemia cerró durante casi dos años), que ahora atiende a la luz de la Ley de Etiquetado, que les impuso reformular el producto en función de su calidad nutricional en porciones chicas.
La escasez de gasoil, por caso, tensionó el abastecimiento del maíz a la planta de elaboración, en el barrio porteño de Villa Crespo
A las contingencias del mercado se agregan las particularidades argentinas. La escasez de gasoil, por caso, tensionó el abastecimiento del maíz a la planta de elaboración y las trabas a la importación dificultan el acceso a un insumo del interior de los paquetes, que le da más calidad y durabilidad al pochoclo.
Pura persecución
Natalia Romero, diseñadora textil, trabajó desde 2006 en un laboratorio de control de calidad de lana, en el que notó el alto descarte de fibra y buscó cómo reutilizarlo. El laboratorio la envió a hacer especializaciones en fibra. Así se interesó en el fieltro, técnica textil a partir de la lana de oveja. Tras años de experimentar, en 2014 lanzó Puro Fieltro, todavía como monotributista, y fue escalando su desarrollo artesanal, primero en volumen, vía productos de fieltro, que llegó a tener en 17 tiendas argentinas y a exportar a España e Italia. En 2017, gracias a una fábrica que estaba parada y tenía las máquinas necesarias, inició la elaboración textil (fieltro en plano), pero con máquinas muy antiguas. “Busqué financiamiento y no tuve éxito; no daba el perfil o mi negocio era muy de nicho. Me autofinancié siempre con las ventas y poniendo todo en la empresa”, contó la emprendedora.
Amén de no disponer de máquinas propias y modernas, el principal problema de Puro Fieltro fue constituirse, en la segunda mitad de 2019, como Sociedad Anónima Simplificada (SAS). “Para una emprendedora costaba pasarse directo a SA o SRL, explicó Romero. Durante un tiempo, ya en pandemia, siguió trabajando, pero a lo largo de 2020 se acentuó la persecución y hostilidad del gobierno a las SAS. “Lo viví en carne propia”, dijo Natalia. Del banco la llamaban constantemente con pedido de nuevos papeles hasta que le recomendaron que cambiara la forma societaria “como si yo fuera un delincuente; presentaba todo y después pedían más cosas. Hasta que me dijeron ‘si podés pasate a SRL o SA, porque a las SAS las están persiguiendo’ “.
A los emprendedores les venía muy bien la transición como SAS; “es una lástima que cada gobierno quiera cambiar todo”, contó Natalia, que en 2021 conformó la SRL Giideba (Grupo Interdisciplinario de Investigación y Desarrollo de Equipamientos Biomédicos de la Argentina), cuyo principal desarrollo es un rollo de fieltro recubierto y con estímulos electrónicos de adaptación a los movimientos de personas en reposo o postradas, para evitar la formación de escaras (úlceras por presión).
Natalia cerró recientemente Puro Fieltro. Le produjo dolor pero también gratificación, por las centenares de respuestas y mensajes que recibió de clientes y emprendedores. Mientras tanto, a partir del trabajo de Daniel Ferreyra, uno de sus socios, ingeniero electrónico y especialista en energías renoblabe, Giideba desarrolló el M-Tree, suerte de árbol metálico con una copa de captura de carbono, mercado poco desarrollado en la Argentina. Una primera traba: los seguros que los municipios pretenden para su instalación, pero no para la cartelería propia.
Camero coincidió con Romero y Wolf (quien llegó más tarde y fue entrevistado por separado) en lamentar la costumbre de los gobiernos de pretender cambiar todo, incluso lo que funciona y sirve, como si la historia recomenzara cada cuatro años. “En las economías fuertes del mundo hay ciertas avenidas comunes. La producción tiene que ser común a todos, la exportación tiene que ser común a todos”, señaló. “Biggys está en Buenos Aires, la provincia que menos sufrió la falta de gasoil, pero tenés que estar atento a eso, porque si no mañana no podés operar. No trabajamos con stock de maíz de un año, por una cuestión financiera, pero nos preocupa que se corte la provisión, porque nuestra transformación es del día.
“El emprendedor argentino tiene que desarrollar destreza entre corto, mediano y largo plazo. Si pensás un negocio a nivel país estás hablando de un volumen importante, proyectar una planta más grande, mayores costos productivos, con el dólar volátil”, dijo Camero. Lo que antes se pagaba a 30 o 60 días, prosiguió, ahora hay que pagar de contado, lo que afecta toda la cadena de insumos y se vuelve un problema financiero. Los paquetes de pochoclo, contó, tienen un insumo importado, que empezás a cuidar. “Venimos de un pandemia no estamos en condiciones de hacer grandes erogaciones”.
Lo que antes se pagaba a 30 o 60 días ahora hay que pagar de contado, lo que afecta toda la cadena de insumos (Camero)
Fue un momento casi de catarsis. “Los empresarios estamos trabajando todo el día, sin parar, no podemos parar 24 o 48 horas, porque debemos sostener una empresa y pagar todas las cuentas”, dijo Natalia. “Si te pasaste se te suman intereses y se te hace una bola interminable (…). Pero esta cuota de seguir sosteniendo esto se nos está acabando. ¿Nos vamos a empezar a ir?”.
La emprendedora recordó también que dos estudiantes franceses que hicieron una pasantía en su empresa le decían ‘la Argentina es divina, tiene de todo pero está 30 años atrasada’. “Tenemos emprendedores geniales, innovación para al techo, somos recontra creativos, pero estamos quietos, dormidos, en la queja constante pérdida de tiempo, sin resolver nada”.
Salas Martínez cazó al vuelo la frase y citó a colación como, mediante reuniones entre la Cámara del Café y el ministerio de Desarrollo Productivo, se resolvieron algunos problemas. Los empresarios, dijo, deben participar de las Cámaras, meterse en ellas, buscar que se profesionalicen y proponer soluciones concretas a los problemas que se presentan. Según él, la grieta entre empresarios y funcionarios se debe en gran medida al desconocimiento de los funcionarios sobre cómo funciona el sector privado, y cada sector, y de los empresarios sobre cómo funcionan los peldaños del Estado.
Exportador caprichoso
Wolf recordó además lo difícil que fue y resulta exportar. “La Argentina se dedica constantemente a duplicar impuestos y trámites: el Senasa (Servicio Nacional de Sanidad Animal) es un organismo increíble (…) pero cada vez que querés un trámite para exportar en Senasa tenés que pasar por 17 ventanillas. Después tenés la AFIP, después las aduanas. La Argentina no crea contextos para hacer sencilla la exportación. Entonces terminamos exportando los caprichosos”, explicó Wolf. Un embajador argentino, citó, le dijo: “si querés exportar lo vas a lograr si te encaprichás”. Por eso, dijo, Chocorisimo “es una empresa caprichosa: ya exportamos a dos países y este año vamos a llegar a cuatro”.
“No fue un camino sencillo, como el de ningún país para ser exitoso, pero teníamos bien claro cuál era el norte, cuál era el bosque y no el árbol. Ese era el camino y nadie se podía correr”, recordó el empresario pyme cuyo testimonio ante el Congreso reflejó el sentir de tantos de sus colegas.
Paradójicamente, agregó, “entrar” a otros paises, una vez superadas las barreras argentinas, es mucho más sencillo. “Cuando salís de la Argentina en el otro país te controlan lo que va a llegar”. Chile, Uruguay, Brasil, Perú no se rigen por la normativa de la Argentina, explicó Wolf. Puede haber convenios multilaterales, pero el ingreso depende de las autoridades locales. Chocorisimo, sin embargo, no tiene allí problemas. “Al contrario son países 100% amigables, 100% receptores de producto. No traban, sino que se toman su tiempo para analizar el producto y autorizar la comercialización; es un trámite bien sencillo, justamente esto de trámites simplificados”, que Wolf querría ver en la Argentina.
El arribo de Sergio Massa como “superministro” de Economía, dijo Salas Martínez a Infobae el jueves por la tarde, ante una última consulta, podría ser una oportunidad para que “en conjunto con el sector pyme se pueda encontrar una salida, que es viable” a condición de “animarse a probar nuevas fórmulas, no repetir lo de siempre”.
Según el empresario, es imprescindible no recurrir al “Cono del Silencio” en el que insistía Maxwell Smart, el graciosísimo Superagente 86. “Hay que probar con otros sectores, consultar otros empresarios, buscar otras soluciones que las de siempre”, dijo Martínez, para quien insistir con el Cono más que cómico sería tragicómico.
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