40 años no es nada: de la resaca de la “plata dulce” a la herencia que Guzmán le dejó a Batakis y el riesgo de un “fabregazo” devaluatorio

El Gobierno se encuentra ante una encrucijada de política económica similar a la que enfrentaron varios ministros de Economía tras períodos de populismo y dinero fácil

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José María Dagnino Pastore y Domingo Cavallo, el día que asumieron como ministro de Economía y presidente del BCRA, Tres días después, el 5 de julio de 1982 se lanzó uno de los tantos planes fallidos de la “década perdida”. Fue en la gestión de Reynaldo Bignone, último presidente de la dictadura
José María Dagnino Pastore y Domingo Cavallo, el día que asumieron como ministro de Economía y presidente del BCRA, Tres días después, el 5 de julio de 1982 se lanzó uno de los tantos planes fallidos de la “década perdida”. Fue en la gestión de Reynaldo Bignone, último presidente de la dictadura

La previa y las postrimerías de la salida de Martín Guzmán del Ministerio de Economía estuvieron cargadas de efemérides:

1) El 5 de junio, poco menos de un mes antes de la intempestiva renuncia, se cumplieron 47 años del “rodrigazo”, el día de 1975 que el ministro de Economía Celestino Rodrigo, sucesor de José Ber Gelbard -a quien la sucesora de Guzmán, Silvina Batakis, calificó de “mejor ministro de Economía de la historia argentina”- destapó sin previsión ni anestesia la olla de la herencia gelbardiana y produjo uno de los ajustes más brutales de la historia económica argentina, en buena medida reflejo de los desajustes de la etapa anterior.

2) El 29 de junio se cumplieron 63 años del discurso en que Álvaro Alsogaray, ministro de Economía impuesto por los militares al presidente constitucional Arturo Frondizi, pronunció su discurso de “hay que pasar el invierno”, frase perfectamente aplicable al “supercepo” que, a instancias de Guzmán, el Banco Central dispuso dos días antes, el lunes 27, cerrando las importaciones hasta (al menos) el 30 de septiembre, para “pasar el invierno” de importaciones energéticas.

La medida, igual que la megaemisión con que el Central buscó sostener el precio de los Bonos del Tesoro en pesos ajustables por inflación que emitió Guzmán, permitió que la entidad compre más de USD 1.000 millones en tres días y habilitó a que el ahora exministro dijera que había cumplido todas las metas del segundo trimestre del acuerdo con el FMI, incluida la más difícil, de acumulación de reservas.

El sábado 2 de julio renunció Martín Guzmán, en lo que calificó de “gesto patriótico”, pero parece más bien una huida de las consecuencias de su propio legado

Entonces sí, el sábado 2 de julio renunció, en lo que calificó de “gesto patriótico” pero parece más bien una huida de las consecuencias de su propio legado. Solo por mencionar lo inmediato, Entre otros regalitos que recibió de Guzmán, Silvina Batakis debe renovar $500.000 millones a fin de este mes, otros $500.000 millones en agosto y $1 billón en septiembre. Esto es, unos $2 billones (millones de millones) en menos de 90 días, a tenedores que ya dijeron que no quieren más esos papeles.

En sus primeras declaraciones Batakis cuestionó el derecho a viajar al exterior y reivindicó a Gelbard, cuya herencia condujo al "rodrigazo", como el mejor ministro de Economía de la historia argentina
En sus primeras declaraciones Batakis cuestionó el derecho a viajar al exterior y reivindicó a Gelbard, cuya herencia condujo al "rodrigazo", como el mejor ministro de Economía de la historia argentina

3) Finalmente, el martes 5 de julio, mientras la flamante ministra elegía a sus colaboradores, se cumplieron 40 años del día en que José María Dagnino Pastore, designado tres días antes ministro de Economía por Reynaldo Bignone, último presidente de la dictadura, anunció un nuevo plan económico: desdoblamiento cambiario (dólar “comercial” a $20.000 y “financiero” a $26.500)), aumento salarial y control de las tasas de interés, cuyo descontrol en los años de “Plata Dulce”, combinado con la garantía estatal de depósitos, había sembrado de fraudes y quiebras el sistema bancario.

El 5 de julio de 1982 se anunció un nuevo plan económico: desdoblamiento cambiario (dólar “comercial” a $20.000 y “financiero” a $26.500 “moneda nacional”), aumento salarial y control de las tasas de interés

De película

Dos días después del “Plan Dagnino Pastore” se estrenó “Plata Dulce”, protagonizada por Federico Luppi (Bonifatti), un fabricante de botiquines que penaba para no cerrar su empresa, y Gianni Lunadei (Arteche), un aventurero sin escrúpulos con quien se reencuentra por azar años después de haber coincidido en el servicio militar.

Arteche huele la ingenuidad de Bonifatti y lo encumbra firma-todo de una cáscara bancaria. Bonifatti se encandila con su rápida mejora económica y aparente ascenso social, hasta que –tras dejar que Arteche parta a Nueva York a “inaugurar una sucursal”, llevándose a su propia sobrina, de la que él mismo se había enamorado– es informado por “el licenciado” (Alberto Segado) de la quiebra fraudulenta del banco y pronuncia una de las frases que jalonaron su carrera de macho recio que hacía de sí mismo.

El período de la “Plata Dulce” se había terminado más de un año antes (el título original de la película era “Dios es argentino”, pero tras la derrota en Malvinas los productores lo cambiaron, para evitar que la gente rehusara verla pensando que era propaganda militar) y sus costos tardarían muchos años en ser digeridos.

El primer Tequila

Agravada por el default mexicano de agosto de 1982, la resaca cubrió los años ‘80, “década perdida” de las economías latinoamericanas. Aunque breve, la “Plata dulce” había parido multitud de bancos. Desde 1977, precisan Pablo Gerchunoff y Lucas Llach en “El ciclo de la ilusión y el desencanto (un siglo de políticas económicas argentinas)”, su número había aumentado de 119 a 219, de los cuales 60 fueron intervenidos en 1980 por el BCRA, cuando quedó al desnudo el “modelo” de muchos, basado a menudo en “autopréstamos”.

Los herederos de Martínez de Hoz, como los de Gelbard, tuvieron que hacerse cargo de una economía que venía acumulando desequilibrios evidentes (Gerchunoff y Llach)

Comenzó entonces un período de devaluaciones, inicialmente bajo la gestión económica de Lorenzo Sigaut (quien había dicho “el que apuesta al dólar, pierde”), que llevaron la inflación a más del 300% anual.

“El trienio 1981-83 fue similar a los años finales de Isabel (la viuda de Perón, en cuya presidencia ocurrió el “rodrigazo”); un régimen que empezaba a a tener sus días contados no podía ofrecer otra cosa que una sucesión de ministros y planes volteados por la crisis económica o política de turno”, cuentan Gerchunoff y Llach. Y explican: “Los herederos de Martínez de Hoz, como los de Gelbard, tuvieron que hacerse cargo de una economía que venía acumulando desequilibrios (…) los problemas más evidentes eran el atraso cambiario, la sangría externa, la enorme deuda externa pública privada y la recesión productiva”.

Fue también el período de los “seguros de cambio” que facilitaron la estatización de deudas privadas. Había comenzado en 1981 y se prolongó durante la gestión de Dagnino Pastore y Cavallo, que había asumido como presidente del Banco Central.

Juan Carlos Fábrega, expresidente del BCRA, piloteó una "devaluación controlada" en 2014, pero ahora el panorama es mucho más difícil
Juan Carlos Fábrega, expresidente del BCRA, piloteó una "devaluación controlada" en 2014, pero ahora el panorama es mucho más difícil

En “La era de la inflación (política económica de las crisis argentinas)”, Dagnino le dijo al autor, Santiago Chelala, profesor de la UBA, que él hubiera preferido un “Instituto Movilizador” para evitar las quiebras empresarias y que al lanzar su plan no pudo contener la inflación (ese mes el índice de precios mayorista superó el 27%) porque los militares no le dejaron postergar un mes el aumento de salarios. Un problema, dijo, era que Domingo Cavallo “estaba desesperado” por ser ministro y le decía al general Cristino Nicolaides, jefe del Ejército, que los salarios no tenían nada que ver con la inflación.

Cavallo, a su vez, dijo que él solo dio seguros de cambio a deudores hipotecarios y fue su sucesor en el Central, Julio González del Solar, quien amplió el mecanismo que abultó la deuda externa pública.

La cuestión es que, tanto después de Gelbard como de la “Plata dulce” de Martínez de Hoz, nadie logró contener la causa primaria de los desajustes, un déficit fiscal que –precisan Gerchunoff y Llach– en 1975 fue de 12,4% del PBI y en la etapa final del “Proceso” volvió a esos niveles. Como ya se dijo, la resaca abarcó la década del ochenta, con un breve intervalo entre 1985 y 1986, la etapa exitosa del Plan Austral.

En 31 meses de gestión de Guzmán en ningún momento se oyó al kirchnerismo denunciar el brutal aumento de la deuda en pesos, equivalente a casi 150% en dólares la parte ajustable por inflación

Es de esperar que el período que se abre con Silvina Batakis sea más leve. Cabe recordar que si bien desde la derrota oficialista en las PASO 2021 el kirchnerismo se desmarcó de la gestión de Martín Guzmán, desmarque que Máximo Kirchner enfatizó ayer, al presentar a su madre como una heroína, su apoyo había sido prolongado, al punto de alabar la restructuración de deuda con acreedores privados (que básicamente pateó los pagos hasta 2025 y su empinamiento hasta 2028), pero en ningún momento redujo el “riesgo-país” por debajo de 1.000 puntos básicos y, peor aún, superó el jueves los 2.700 puntos básicos, un nivel de default (si se tiene presente que con la reestructuración de la deuda con privados en agosto 2020 y el ingreso de los nuevos bonos JP Morgan bajó el índice en unos 1.000 puntos, un simple empalme indica que el actual riesgo-país equivale a 3.700 de entonces) .

Martín pecador

En 31 meses de gestión de Guzmán el kirchnerismo nunca observó el brutal aumento de la deuda en pesos, equivalente a casi 150% en dólares la parte ajustable por inflación. Incluso celebró que el exministro ninguneara al diputado Luciano Laspina (al que achacó “debilidad conceptual) por cuestionar ese aumento, que elevó la deuda del Tesoro en pesos en más del equivalente a USD 44.400 millones entre la parte ajustable por inflación, la “linkeada” al dólar y la colocada a interés.

Guzmán, el 28 de junio, cuando se hizo fotografiar en el "supermartes" en que "refinanció" la deuda en pesos
Guzmán, el 28 de junio, cuando se hizo fotografiar en el "supermartes" en que "refinanció" la deuda en pesos

Durante dos años y medio el relato oficial cargó todo al “crédito del FMI”, el macrismo, la pandemia, la guerra y la “inflación internacional” (no sería de extrañar que ahora, con la fuerte baja de las materias primas, atribuya los pesares al fenómeno opuesto), pero el 8 de junio el punto de inflexión fue el rechazo de ahorristas y fondos de inversión a los bonos en pesos emitidos por Guzmán, una bola de nieve, igual que la deuda “cuasifiscal” que, para “esterilizar” la emisión con la que financió el gasto y el déficit fiscales, el BCRA llevó de $1 billón al inicio de la gestión de los Fernández a $6,5 billones actualmente: 550% más y un taxi de intereses que avanza a un ritmo de cerca de $300.000 millones al mes.

Guzmán no se fue por austero, ortodoxo, fiscalista, sino para evitar hacerse cargo de lo peor (Broda)

Es dudoso que el efecto sobre los precios y el dólar de semejante jauja monetario pueda ser contenido con controles o acuerdos de precios y nuevos cepos, como sugirió Batakis, que hasta cuestionó el derecho de los argentinos a viajar al exterior.

“Guzmán no se fue por austero, ortodoxo, fiscalista, sino para evitar hacerse cargo de lo peor”, dijo en la presentación de su último informe mensual el economista y consultor Miguel Ángel Broda. Con la escapada del riesgo-país (contracara de la caída del precio de los bonos), el fuerte aumento de los dólares “alternativos” y una aceleración inflacionaria salpimentada con una incipiente escasez de productos, la devaluación del tipo de cambio oficial empieza a ser vista como casi inevitable.

Pero el “fabregazo”, la devaluación “controlada” que en enero de 2014 piloteó el entonces presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, y que el ahora presidente del Ieral, Carlos Melconian, mencionó luego de reunirse con la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner, no es hoy una opción sencilla.

Cuando Fábrega devaluó, llevando el dólar oficial de $6,91 a $8,02 inicialmente (16,1%), precisó Broda, la inflación era del 3,4% mensual; hoy una devaluación tendría un “pass through” (esto es, un paso a precios) mucho más elevado.

La serie de "Tipo de Cambio Real Multilateral" de los últimos 25 años elaborada por el Estudio Broda muestra el atraso del actual "dólar oficial" y cuánto más difícil sería hoy controlar los efectos inflacionarios de una devaluación
La serie de "Tipo de Cambio Real Multilateral" de los últimos 25 años elaborada por el Estudio Broda muestra el atraso del actual "dólar oficial" y cuánto más difícil sería hoy controlar los efectos inflacionarios de una devaluación

Además, mientras a principios de 2014 el tipo de cambio real multilateral (esto es, el valor promedio del peso respecto a las monedas de los países con los que comercia la Argentina) era, a valores de hoy, de $145,7, un 10% por encima del actual valor del dólar oficial, y llevarlo al moderado nivel que lo llevó Fábrega ($162,3 actuales, calculó Broda) implicaría devaluar casi 30%, similar a lo que hace 40 años intentó Dagnino Pastore; y antes que él ministros como Rodrigo y Sigaut.

Mientras espera las conclusiones de la troika política que integran el presidente, la vicepresidente y el titular de Diputados, Sergio Massa, el Banco Central intenta alquimias monetarias que mejoren las perspectivas de la gestión Batakis. El jueves intentó fortalecer los bonos en pesos del Tesoro, pero terminó llevando el dólar “contado con liquidación” a casi 300 pesos. Como en la hidráulica, la liquidez monetaria no es fácil de encauzar.

Llevar el tipo de cambio oficial al moderado nivel que lo llevó Fábrega ($162,3 actuales, en los cálculos de Broda) implicaría una devaluación de casi 30%, similar a la fallida devaluación que hace 40 años intentó Dagnino Pastore

La nueva ministra aún no ha logrado inspirar confianza y para peor Guzmán dejó la política económica en un sendero estrecho. Como la calle homónima, que va de Dorrego al Cementerio de la Chacarita.

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