Pocos minutos le bastaron a Esteban Wolf para describir la realidad que vive el sector de empresarios Pyme y a la vez impactar a la audiencia con el recuerdo emocionado de sus abuelos inmigrantes y emprendedores y su ferviente deseo de ver progresar al país y mantener aquí a toda su familia reunida.
La ocasión era una jornada organizada en el Senado por el Día Internacional de las PyMEs, de la que participaron más de 150 empresarios.
Esteban Wolf es dueño de una fábrica de helados artesanales que tiene varias sucursales en Capital y Gran Buenos Aires, exporta a tres países y, en sus palabras, “sufre la Argentina desde los 15 años” que es la edad a la que empezó a trabajar. Siguiendo el ejemplo de su abuelo materno, también empresario Pyme, creó su propio emprendimiento.
En la actividad en el Senado, convocada por Nora Giménez, titular de la Comisión de Economías Regionales, Economía Social y Pymes, también hablaron representantes de la Unión Industrial Argentina, de la Cámara Argentina de Comercio, de la Confederación Argentina de Mediana Empresa(CAME), de Industriales Pymes Argentinos (IPA) y de la Confederación Federal PyME.
Por la Fundación Endeavor habló Esteban Wolf, quien aludió al valor de la previsibilidad para la actividad empresarial: “Las PyMEs planificamos nuestra economía para los próximos seis años sin mirar quién es el ministro de Economía de turno, ni el presidente, ni de qué bandera o color partidario es. Miramos mucho más allá de eso y seguimos adelante. Abrimos las persianas todos los días apostando todo para crear y creer en este país y seguir creciendo. Somos el 95% de la economía de la Argentina y generamos más del 65% de los puestos de trabajo pero lamentablemente sufrimos la Argentina todos los días”.
Pasó entonces a describir los muchos obstáculos que deben sortear para producir en el país y para vender en el exterior: “Los problemas con los que lidia una pyme son increíbles: presiones tributarias, problemas sindicales por los que algunos bloquean ciertas plantas, faltantes de insumos, problemas de logística, de gasoil; mis camiones la semana pasada no pudieron ir al norte a entregar los helados”.
También se refirió a las “cargas sociales” que hacen que cada empleado contratado cueste “un 50% más”. Y, para ilustrar el calvario de los juicios laborales, puso un ejemplo que padeció su propia empresa: “La semana pasada me tocó discutir con un juez laboral de la Nación. Tuve un empleado por un año, un año, el año pasado cobraba 50 mil pesos por mes, y el juez me explicó que la indemnización que yo tenía que pagar era de 2 millones de pesos por un año de trabajo”.
No fue le único absurdo al que se refirió. También aludió a los organismos estatales obsoletos con cuyas reglamentaciones, también obsoletas, deben lidiar todo el tiempo: “Cada vez que tengo que exportar un helado, tengo que pedirle permiso a Senasa, tengo que hacer aproximadamente 17 trámites para exportar”, explicó a modo de ejemplo.
Pese a todo, Wolf ratificó su esperanza en el país, su voluntad de permanecer aquí y abogar por una Argentina mejor. “Quiero que mis hijos y mis nietos crezcan en la Argentina, mi país, donde yo nací, donde soñaron mis abuelos cuando se subieron al barco y vinieron acá”.
“Los emprendedores estamos dispuestos a darlo todo, apostar todo el capital que tenemos, el tiempo, el tiempo con mi familia, con mi mujer, con mis hijos, los ahorros, todo. Contratamos gente, y más gente, todos los días, armamos fábricas, vamos para adelante y no paramos”, aseguró.
Poco antes había recordado a su abuelo materno que “tenía una fábrica de carpetas escolares, las que usábamos cuando éramos chicos, las negras, comunes”. “No era rico ni millonario”, dijo. “El orgullo que tenía era darle trabajo a 10 personas. Era lo único, no tenía ni siquiera auto. Es el mejor resumen de una pyme, un emprendedor, un laburante con un sueño, un objetivo y dispuesto a darlo todo por ese sueño”.
Luego, enumeró con tristeza a todos los miembros de su familia que emigraron de Argentina por motivos económicos en los últimos tiempos: “Mi tío, el hermano de mi mamá, el hijo de mi abuelo que tenía la fábrica de carpetas, se fue a vivir a Australia a los 18 años porque no creyó en este país. Lo siguió mi tía, la hermana de mi mamá, por la hiperinflación de Alfonsín. Lo siguió mi hermano, con la devaluación de De La Rúa, y lo siguió mi hermana con la recesión y la inseguridad del país. Se fueron todos”.
Queremos abrir nuestras fábricas, nos emociona contratar un empleado, nos emociona comprar una máquina, queremos exportar, queremos seguir creciendo
Él, en cambio, resiste. “Yo decidí quedarme acá en la Argentina para que mi vieja pueda disfrutar de sus únicos nietos que puede ver todos los días y para…”, dijo, y en ese momento, no pudo seguir hablando por la emoción.
Ya repuesto, siguió: “...perdón… Y para que mi mujer, que está acá”, y señaló a sus esposa que también tenía los ojos llenos de lágrimas.
“Siempre decimos que soñamos con una mesa con nuestros 5 hijos y con todos los nietos, queremos esa mesa los domingos…”, agregó.
“Así que queremos abrir nuestras fábricas, nos emociona contratar un empleado, nos emociona comprar una máquina, queremos exportar, queremos seguir creciendo y que nuestro país salga adelante”, sostuvo.
“Podemos hacerlo juntos -exhortó-, podemos construir un país que soñamos, les propongo que honremos a nuestros abuelos que vinieron acá, y hagamos que nuestros hijos quieran quedarse acá y nuestros nietos se sientan orgullosos porque queremos trabajar juntos y porque sus nietos les demostramos que en la Argentina podemos hacer el mejor país para vivir y emprender. Gracias”.
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