El mercado financiero parece haberle bajado el pulgar a la política económica. Los precios de los bonos registran nuevos mínimos y el riesgo país llegó 2.400 puntos, de regreso al nivel previo al reestructuración soberana con acreedores privados.
Los bonos en pesos anotan pérdidas del 25% en junio y el desarme de posturas en títulos ajustados por inflación (CER) alcanza los $400.000 millones, parcialmente contenido por las compras efectuadas por el Banco Central.
En cuanto a los bonos en dólares, en 2022 estos títulos reestructurados se derrumbaron un 30%, pérdida que se amplía a más del 50% desde su salida a cotización en septiembre de 2020.
¿Cuáles son los fundamentos negativos que perciben los traders?
1 - Dudas sobre lo que podría pasar. Los precios actuales, por debajo de los USD 30 en todas las emisiones del canje, tanto con legislación nacional como extranjera, ofrecen rentabilidades extremadamente tentadoras, de hasta 40% anual en dólares (como en los casos del AL29 y el AL30), que no tienen paralelo en el mundo. Semejante premio tiene como contrapartida que ven como muy probable incumplimiento. Es decir que bajos precios y altas rentabilidades, en esta magnitud, no son una buena noticia, sino dudas sobre lo podría pasar a partir de 2024.
“Ocurre que resta un largo camino aún por delante hasta las elecciones del año próximo, y durante dicha etapa deberán administrarse serios desafíos como son la dinámica de los desequilibrios fiscales, monetarios y cambiarios, cuyo contexto externo e interno los complejizan. En dicho sentido, la atención sigue concentrada no sólo en la evolución de las reservas netas hacia el segundo semestre, sino también en la posibilidad de recuperar el apetito por la deuda local, indispensable frente a los desafiantes roll-over, toda vez que las licitaciones resultan el único financiamiento voluntario disponible para evitar acelerar de manera inoportuna el ritmo de emisión monetaria ante la ya elevada inflación”, aportó el economista Gustavo Ber.
2 - Escasa credibilidad en el Gobierno. A un año medio del fin del mandato de Alberto Fernández, el equipo económico parece haber perdido la iniciativa, mientras la economía se desacelera, se empinan el déficit fiscal y la inflación. Los elevados vencimientos de deuda en pesos son de renovación imposible sin la intervención de los propios organismos públicos, que concentran el 50% de la tenencia de estos bonos que triplicaron su tamaño en la deuda pública bruta a partir del 2020, para llegar hoy al equivalente de unos 75.000 millones de dólares. Se apela así a la receta conocida durante la segunda presidencia de Cristina Kirchner: se financia gasto a costa de las arcas de entes descentralizados como la Anses o el Banco Central.
“La debilidad de los bonos CER en gran parte se debe a las ventas de determinados Fondos Comunes de Inversión que mantienen una elevada exposición en bonos con vencimiento en 2023 y 2024. Es que aún persisten las dudas sobre el financiamiento que pueda obtener el Gobierno para cubrir vencimientos de deuda en pesos, y los temores sobre un reperfilamiento de dicha deuda después de las elecciones del año próximo”, explicaron desde Research for Traders.
Para Jorge Vasconcelos, director del IERAL de la Fundación Mediterránea, “la agenda deberá resolver tres vértices de un triángulo: estabilidad, con progresos ciertos hacia una inflación de un dígito bajo y precios relativos alineados con set mundial; sustentabilidad fiscal, alejando riesgos de default, recuperando capacidad de verdaderas políticas anticíclicas, sin dejar de bajar gasto público y eliminar los impuestos más distorsivos; mayor inserción global, activando incentivos para mejoras continuas de productividad y dejando atrás los cepos al comercio exterior y al mercado de trabajo”.
El riesgo país alcanzó los 2.400 puntos y ahora es más alto que antes de la reestructuración de la deuda de 2020
Eduardo Fracchia, director del IAE Business School de la Universidad Austral, afirmó que “el mercado hará en algún momento el ajuste si el Gobierno no lo impulsa. La sociedad espera hasta las PASO. Es evidente la inacción del doble comando e inconsistencias crecientes por parte del Ejecutivo. Hay un tercio de chances que esto termine muy mal con salto fuerte de la cotización blue, caída importante de la demanda de dinero y aceleración de la estanflación en 70%, vamos viendo posible inflación de tres dígitos en el 2023 y recesión leve de 2% el año que viene”.
3 - El Gobierno no tiene dólares. Las reservas líquidas del Banco Central son negativas en unos USD 3.200 millones si se descuentan los depósitos privados, el “swap” de monedas con China, tenencia de oro y los Derechos especiales de Giro (DEG) del FMI. Estos últimos suman a las reservas, pero solo sirven para repagar vencimientos con el organismo. Por otra parte, los dólares en manos del Central son el respaldo de la enorme masa de pesos con la que funciona la economía y, por ello, los temores acerca de una fuerte devaluación en un futuro sin control de cambios son fundados.
4 - Acuerdo con el FMI. Argentina es el principal deudor del organismo multilateral, con pasivos contraídos por unos USD 45.000 millones. En este matrimonio por conveniencia, la entidad quiere cobrar y el Gobierno quiere pagar, pues incumplir con el Fondo llevaría a la Argentina a un aislamiento desconocido para el país, sin antecedentes incluso en sus peores crisis. El acuerdo rubricado a fines de marzo de 2022 fue un mero aplazamiento de los pagos hasta la próxima administración a partir de 2024, con metas -fiscales, monetarias, de reservas- que está claro que ya desde el segundo trimestre de este año no se van a cumplir.
No significa que se vaya a “romper” con el Fondo, probablemente la “asistencia mecánica” se sostenga hasta el fin del mandato de Alberto Fernández, para evitar que una “crisis estanflacionaria” estalle.
5 - Aversión al riesgo en el exterior. Una inflación en los EEUU que no cede de sus máximos desde fines de 1981 obligará a un agresivo ajuste alcista para las tasas de interés en los EEUU. Wall Street leyó este escenario como adverso para las acciones y los bonos. Los índices de las Bolsas de Nueva York caen entre 14% y 27% en la primera mitad de 2022. Como es lógico, la tendencia negativa en los mercados centrales se agudiza en la periferia y le pega más duro a los activos financieros emergentes, con los argentinos a la cabeza.
“Las condiciones internacionales no ayudan con las distintas cifras en lo que económico que apuntan a una desaceleración del crecimiento y el mercado analizando la probabilidad de una recesión a nivel global”, indicaron desde Portfolio Personal Inversiones.
SEGUIR LEYENDO: