Tarde e insuficiente. Así califican la mayor parte de los economistas y analistas de mercado las últimas medidas adoptadas por Martín Guzmán para llevar tranquilidad luego del derrumbe que sufrieron los bonos en pesos de la semana anterior. El ministro de Economía al menos pudo avanzar en la dirección correcta para evitar una crisis cambiaria: fuerte suba de la tasa de interés en moneda local para contener la demanda de dólares, segmentación tarifaria para reducir subsidios y la confirmación del compromiso de reducir el déficit fiscal a 2,5% del PBI, tarea que hoy luce ampliamente improbable salvo por el “maquillaje” fiscal.
Desde La Cámpora hicieron lo que ya es habitual: criticaron y se despegaron de las medidas, pero dejaron que Guzmán actúe. Detrás de esta lógica está la vicepresidenta, Cristina Kirchner, que tiene algo más que claro: el límite de sostener el “relato” es el dólar. Desde los sectores más heterodoxos del kirchnerismo siguen insistiendo que la emisión no genera inflación. ¿Por qué entonces no salir a repagar los bonos en pesos en vez de refinanciarlos a tasas de interés cada vez más altas? Por lo pronto, el Central emitió cerca de $ 250.000 millones para ponerle un piso a los bonos en medio de la “minicorrida”.
Por eso, ni Cristina ni nadie en Frente de Todos lo frena a Guzmán al decidir el aumento de las tasas o la suba de las tarifas con quita de subsidios. Tampoco lo habían parado cuando aceleró las negociaciones para cerrar el acuerdo con el FMI. En ambas ocasiones se corría un riesgo inminente: que se descontrole el tipo de cambio. Y llegado ese punto la ideología, el relato y los dogmas pasan a un segundo plano para dar lugar a medidas “de manual” que le pongan un freno a la crisis.
Contención del dólar y el FMI como “ancla”
El economista Fernando Marull calculó que con una tasa en pesos de 52% anual y un “contado con liquidación” de $ 240, para que sea negocio quedarse en dólares la cotización debería superar los $ 300 a fin de año. Con cepo cambiario y rendimientos más cercanos a la inflación (la tasa efectiva anual en plazo fijo ya es del 68%), la presión cambiaria podría tranquilizarse. Esta semana, al menos, los bonos en pesos se mantuvieron estables (en pisos más bajos) y el tipo de cambio encontró una zona de equilibrio en ese nivel de 240 pesos.
Los camporistas critican de la boca para afuera, pero cuando las “papas queman” dejan que Guzmán actúe. Las medidas anunciadas por el ministro le permitan ganar algo de tiempo en un contexto muy complejo tanto a nivel internacional como local
Guzmán se aferra al acuerdo como FMI como única “ancla” para encauzar expectativas y evitar una disparada del dólar. Tasa de interés real positiva, menos subsidios a las tarifas y reducción del déficit fiscal son aspectos clave del compromiso asumido en enero.
Podría decirse, sin embargo, que son condiciones necesarias pero no suficientes para calmar el mercado financiero. Los inversores están alterados por un contexto internacional muy negativo, pero también por un Gobierno incapaz de generar la mínima dosis de confianza.
Si algo condiciona la marcha de la economía y del Gobierno en lo que resta del mandato es la dificultad para acumular de dólares que tiene el Banco Central. Se trata posiblemente de la principal meta comprometida con el FMI. No se cumplirá el target trimestral, pero se mantiene el objetivo de incrementar en USD 5.800 millones las reservas netas para fin de año. Hoy parece una tarea imposible.
Vuelta de soja
Los precios récord de la cosecha argentina, particularmente la soja, no ayudaron para que el BCRA acumule las divisas que precisa para atravesar con algún colchón un período turbulento. La necesidad de importar energía a costos altísimos se llevó todos los dólares que podrían haber engrosado las reservas en el primer semestre. En el primer semestre del año pasado el BCRA logró comprar USD 6.500 millones. Ahora la cifra es ínfima.
La acumulación de reservas es la necesidad más acuciante que tiene el Gobierno para el segundo semestre. No sólo se trata de cumplir el acuerdo con el FMI, sino de amortiguar el impacto de la crisis internacional que afecta a los mercados pero que se trasladará a la actividad real
Los próximos meses estarán marcados por una alta incertidumbre en Wall Street, suba de la tasa de interés internacional en contexto de aumento de la inflación global y continuidad de la guerra entre Rusia y Ucrania.
Enfrentar este período con un nivel de reservas que permita amortiguar estos shocks es fundamental. Además, la incertidumbre típica de los años electorales comenzará a jugar un importante a partir de fin de año. La Argentina, sin embargo, deberá hacer frente a estos desafíos con escaso margen de maniobra pero especialmente sin las reservas adecuadas para suavizar los impactos negativos sobre la economía.
En el acto de asunción de Daniel Scioli al frente del ministerio de Desarrollo Productivo, el mensaje fue que habrá prioridades para el uso de reservas, que se utilizarán especialmente para importar energía e insumos para la actividad productiva. Aunque aseguró que se lleva adelante una “administración” de las reservas, en realidad lo que hizo fue adelantar que se viene un cepo cada vez más estricto ante la falta de dólares que sufre el BCRA.
Discrecionalidad
Las decisiones serán cada vez más discrecionales. Los burócratas de turno de AFIP, el BCRA y el ministerio a cargo de Scioli determinarán qué es y qué no es esencial. Todavía es posible encontrar en supermercados productos tales como bacalao noruego, mermeladas y quesos franceses, pasta italiana o vinagreta alemana.
Luego de subir tarifas para reducir subsidios, aumentar las tasas y comprometer un menor déficit fiscal, ahora Guzmán deberá definir en qué endurece más el cepo cambiario. Como difícilmente consiga recuperar la confianza de los inversores, no tendrá mucho margen de maniobra
El colmo se da en algunas tiendas de lujo de marcas internacionales, que tienen cola para entrar. ¿Furor de turismo internacional? Nada de eso. Los argentinos de alto poder adquisitivo y algunos extranjeros aprovechan para comprar productos importados que ingresan al tipo de cambio oficial. Aún con aranceles y remarcación, terminan siendo más baratos que adquirirlos en la misma tienda en Nueva York o París. Viejas delicias que aún permite la brecha cambiaria, que en los últimos días volvió a acercarse a niveles del 100 por ciento.
Tampoco tiene explicación que se mantenga el “dólar solidario”, que permite la compra de USD 200 por mes a un grupo de argentinos, aunque la mayoría no accede. Pero esta ventana que sigue abierta le cuesta USD 140 millones mensuales al Central, algo difícil de justificar.
El “dólar tarjeta” volvió a quedar en la mira. Pero más allá de los rumores, ponerle un límite o exigir la compra de divisas a través del mercado bursátil suena impracticable. El agujero de la “cuenta turismo” es significativo. Ya orilla los USD 500 millones mensuales y podría subir por las vacaciones de invierno y el propio incentivo a gastar con tarjeta, porque el tipo de cambio que se aplica es inferior al de mercado (hoy $ 216 contra $ 233 del dólar MEP).
Por lo tanto, lo más fácil o menos traumático es seguir con la “administración” del cepo. En la práctica significa abrir y cerrar el grifo de las importaciones según cómo venga el ingreso de divisas de las exportaciones y el resto de la demanda. En otras palabras, el acceso a los dólares para comercio exterior será la variable de ajuste por lo menos hasta fin de año. Se trata de un peligroso equilibrio: la falta de oferta también impulsa la inflación, porque los negocios tienen menos variedad para vender (en indumentaria, tecnología o concesionarias esto es muy notorio) pero intentan sostener los niveles de rentabilidad aumentando los precios.
El Gobierno apuesta a sostener como sea el consumo, que es lo que finalmente definirá hasta qué punto la economía puede sostener la reactivación. No es casualidad que la tasa del Ahora 12, ahora a niveles de 42%, siga fuertemente subsidiada, a casi 30 puntos menos que la inflación. Se busca amortiguar el impacto en los bolsillos de los fuertes aumentos de precios, aunque se trata de una tarea cada vez más compleja.
Por ahora el escenario inflacionario marca un nivel de entre 73% y 75% para el año. Pero podría ser mayor si el Gobierno define una mayor aceleración en el ritmo de ajuste del tipo de cambio oficial. Una devaluación brusca sería el último recurso, si es que se profundiza la escasez de dólares y el Central no puede manejar el flujo con nuevas restricciones cambiarias. Pero una medida de este tipo generaría un fogonazo inflacionario y finalmente más inflación, por lo que sólo se llegaría a una situación desesperante.
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