En los últimos 3 meses la economía argentina tuvo una inflación promedio mensual similar a la de fines de 1988, etapa previa a la mayor hiperinflación que vivió la Argentina y que a mediados de 1989 forzó a Raúl Alfonsín a “resignar” el gobierno cinco meses antes del período constitucional.
Esa es tal vez la semejanza más impresionante de la situación actual con la de los períodos previos de los tres episodios hiperinflacionario a los que pasó revista, con ánimo comparativo, un estudio del economista Gustavo Reyes, del Ieral de la Fundación Mediterránea: el “rodrigazo” de 1975, el pico de inflación de mediados de 1985, previo al lanzamiento del Plan Austral, y la hiperinflación de 1989, cuando el aumento de los precios minoristas rozó, en su pico, el 200% mensual. El trabajo no consideró, en cambio, los breves períodos de hiperinflación de fines de 1989 y 1990 y principios de 1991, en la etapa inicial del gobierno de Carlos Menem, antes de la instauración del Plan de Convertibilidad.
En las 3 hiper analizadas el sector público gastó más allá de sus recursos y la economía en su conjunto también registró gastos superiores a sus ingresos
Aunque nota la inquietante similitud de los índices de inflación con respecto a la previa de la híper de 1989, Reyes señala también que si el gobierno cumple con las metas fiscales comprometidas y el FMI desembolsa fondos según prevé el acuerdo firmado en marzo, sería un factor compensador que se sumaría al extraordinario nivel de los precios internacionales de los principales productos de exportación.
La descripción de la situación actual es de todos modos inquietante. “La economía se encuentra prácticamente estancada, el Banco Central cuenta con muy pocas reservas propias, el índice de Confianza en el Gobierno (de la Universidad Torcuato di Tella) continúa cayendo, se registraron fuertes caídas en los precios de los bonos ajustados por CER anticipando posibles problemas de financiamiento, el proceso de huida del dinero doméstico (pesos) continúa acelerándose y crece considerablemente el grado de indexación en la economía”, dice un pasaje-resumen del estudio.
Aunque busca un equilibrio entre los riesgos que avizora y la posibilidad de evitar que se materialicen, el estudio describe similitudes preocupantes de la dinámica actual con las de las etapas previas a las híper relevadas.
Procesos
“Los fenómenos de inflación descontrolada siempre están asociados a importantes déficits fiscales que terminan con la emisión de dinero como única fuente de financiamiento”, dice un pasaje. “En general en los períodos previos a las hiperinflaciones, al gobierno le cuesta cada vez más colocar deuda para financiarse. El Banco Central tampoco tiene demasiadas reservas y generalmente también ha generado un importante nivel de endeudamiento que, además de acelerar la emisión monetaria (por los intereses), capta gran parte de los recursos del sistema financiero”.
Así, en los procesos hiperinflacionarios la única fuente de financiamiento para el déficit fiscal pasa a ser la emisión de Base, a cuyos efectos los agentes económicos buscan adelantarse reduciendo al mínimo sus tenencias de pesos, comprando más bienes o dólares, dinámica que espiraliza la inflación.
Credibilidad
Este tipo de situaciones se potencia, dice el trabajo, “en el caso de gobiernos con muy baja credibilidad y/o poder político muy acotado”, un golpe adicional a sus posibilidades de financiamiento en el mercado de deuda y a las chances de cambiar el régimen económico. De lo que se sigue un nuevo aumento de expectativas inflacionarias que vuelve aún más inestable el proceso de formación de precios.
Al respecto, el estudio señala que en cada uno de los episodios estudiados la deuda pública alcanzó su punto máximo durante el año previo a la hiperinflación, dejando al gobierno sin la posibilidad de seguir financiando parte de su déficit fiscal por esa vía. Se trata de un proceso gradual, escribió Reyes. “al gobierno le cuesta cada vez más conseguir fondos a través del mercado de deuda”. De hecho, recuerda, en los 3 casos relevados “el gobierno tuvo que emitir cada vez más deuda indexada y/o en moneda extranjera para conseguir fondos (…) en la medida que la inflación se espiraliza, los tipos de cambio también suben y este tipo de deuda resulta cada vez más difícil de afrontar”.
Otra constante es que en los 3 procesos previos a las híper el Banco Central mantuvo controles cambiarios e intentó calmar la dinámica de los precios devaluando el dólar oficial a un ritmo menor que la inflación. “La combinación de emisión monetaria (para financiar el déficit fiscal) y devaluación por debajo de la inflación, en todos los casos redujo tanto el tipo de cambio real como el stock de reservas en el BCRA y potenció (en 2 de los 3 sucesos) la brecha cambiaria.
El gran financista
En general, prosigue Reyes, como la principal fuente de financiamiento es la emisión, el Banco Central busca reducir el impacto inflacionario retirando parte de los pesos emitiendo deuda (hoy, principalmente las Leliq). En estos procesos, el stock de Pasivos Monetarios (Base Monetaria y deuda remunerada) alcanza valores significativos en términos de los depósitos del Sistema Financiero (la excepción es 1989, en que la dinámica hiperinflacionaria terminó licuando esta deuda). A su turno, los intereses generados por la deuda del Central genera un déficit cuasifiscal, a financiar con otra ronda de emisión.
En definitiva, dice el estudio, en las 3 hiper analizadas el sector público gastó más allá de sus recursos, la economía en su conjunto también registró gastos superiores a sus ingresos (déficit en Cuenta Corriente), lo que llevó a que se perdieran reservas y/o se tomara más deuda, aunque a diferencia de la situación actual –subraya el trabajo- los déficit registrados en cuenta corriente durante las 3 híper se dieron en un contexto negativo para los términos de intercambio (relación de precios entre lo que el país exporta e importa), muy distinto al actual, en que la Argentina goza de los mejores términos de los últimos 30 años.
El trabajo constata la existencia de varios indicadores actuales semejantes a los momentos previos a las 3 híper relevadas: el mencionado nivel de inflación de los últimos 3 meses, las pocas reservas propias en el Banco Central, la fuerte caída de los indicadores de Confianza en el Gobierno, las complicaciones en el financiamiento en el mercado de deuda tras las fuertes caídas en los precios de los bonos ajustados por CER, el proceso de huida del peso (técnicamente, caída en la demanda de dinero) por parte de los agentes económicos y el creciente grado de indexación en la economía.
A esos síntomas Reyes agrega un ingrediente de la actual política económica que podría agravar el problema: el retraso del dólar oficial respecto de la inflación y la consecuente caída en su poder adquisitivo. Esto aumenta el riesgo de una devaluación forzada para “corregir” el desequilibrio acumulado y reflejado en la brecha entre el tipo de cambio oficial y la panoplia de dólares “paralelos”.
Diferencias
Reyes constata también importantes diferencias respecto a los períodos previos de hiperinflación. Uno, ya mencionado, es que mientras en las hiper previas los términos de intercambio fueron desfavorables, ahora son muy favorables. No hay allí, claro está, mérito alguna de política económica.
Sí lo hay en que a diferencia a los períodos previos de hiperinflación, actualmente la Argentina tiene superávit de cuenta corriente, aunque ahí el grueso del mérito es del sector privado, que acomoda el déficit fiscal del sector público, aunque –reconoce Reyes- el déficit actual es considerablemente menor a los registrados en la previa (1984 y 1988) de 2 de las 3 híper relevadas.
El autor tiene también una mirada benévola sobre las reservas del Banco Central. “Si bien los niveles de Reservas Netas son muy bajos y han venido cayendo, en el último mes mostraron una pequeña recuperación”. Además, prosigue, “aun teniendo en cuenta que una gran proporción de las Reservas Brutas (RB) no forman parte de las Netas, el hecho que las reservas brutas representen cerca del 50% de los Pasivos Monetarios le permite algún margen de maniobra a la Autoridad Monetaria”. Es como una segunda chance, teniendo en cuenta que –nota el autor- “a pesar de los buenos precios externos, la acumulación de reservas derivada exclusivamente de la compra y venta de divisas del BCRA sin duda está muy rezagada”. El propio titular del BCRA, Miguel Pesce, reconoció ese rezago cuando señaló recientemente que la liquidación de las exportaciones sojeras viene USD 2.200 millones atrasada.
En definitiva, de los 15 indicadores relevados, solo 4 son positivos respecto de los momentos previos de los episodios hiperinflacionarios, aunque se trata indicadores “de vital importancia, ya que el menor desequilibrio fiscal es sumamente relevante, los buenos precios externos ayudan a consolidar tanto las cuentas públicas como las externas y el pequeño margen de acción que tiene el Banco Central con las reservas brutas también puede aportar positivamente aunque solamente en el cortísimo plazo, dice Reyes.
De todas maneras, concluye, no hay margen para relajarse, pues “el peligro mostrado por el resto de los indicadores sigue presente”. Como muestra la experiencia de 1985, espiralizaciones de la tasa de inflación también pueden ocurrir en un contexto de reducción del déficit fiscal y esto sucede cuando cae fuertemente la demanda de dinero, como ocurrió en aquella oportunidad.
Por este motivo, dice el trabajo, es de vital importancia tanto el cumplimiento del acuerdo con el FMI como que se atenúen los serios conflictos políticos dentro del mismo gobierno. Ambos factores generan gran incertidumbre y repercuten negativamente sobre las expectativas inflacionarias y, por lo tanto, alimentan los deseos de la gente de huir del dinero doméstico.
Los otros dos factores internos a monitorear son la evolución del acceso al financiamiento vía deuda de Tesoro Nacional y la dinámica indexatoria de la economía.
Además, hay que estar atentos a las novedades globales. “El mantenimiento de los elevados precios externos en el actual andarivel es un requisito indispensable”, dice Reyes. Un dólar internacionalmente fuerte por efecto de la suba de tasas en EEUU puede ser una amenaza si afecta de forma negativa al precio de las materias primas que exporta la Argentina.
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