Lady Be Good: la trágica historia de los aviadores que confundieron el desierto con el mar y murieron de sed

Un bombardero estadounidense se adentró por error en el desierto y encontró su fatal destino

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Un avión Consolidated B-24 Liberator de las Fuerzas Aéreas del Ejército de los Estados Unidos, similar al Lady be Good. (Getty Images)
Un avión Consolidated B-24 Liberator de las Fuerzas Aéreas del Ejército de los Estados Unidos, similar al Lady be Good. (Getty Images)

Los aviadores militares saben muy bien que sus vidas penden de un hilo cuando se encuentran en combate, pero hay historias trágicas que podrían haberse evitado.

Tal es el caso del bombardero Consolidated B-24 bautizado Lady Be Good, de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, que estuvo activo durante la Segunda Guerra Mundial, con base en la ciudad libia de Benina, al alcance de la Italia fascista de aquellos años, liderada por Benito Mussolini.

El 4 de abril de 1943, el Lady Be Good, comandado por teniente William J. Hatton, fue encomendado junto a otros 25 aparatos a la “misión 109″, que debía bombardear el puerto de Nápoles, a unos 1.120 kilómetros de distancia de Benina.

El Lady Be Good pertenecía al grupo B, el segundo en despegar, luego que el primer grupo comience la misión sin problemas, el segundo conjunto de aviones se dispuso a despegar, pero una tormenta de arena impidió que la totalidad de las aeronaves pudiesen llegar a su objetivo. Sólo cuatro lograron bombardear Nápoles con éxito, entre las cuales se encontraba la comandada por Hatton.

Los 9 tripulantes junto al Lady Be Good. De izquierda a derecha: Teniente W.J. Hatton; piloto, teniente. R.F. Toner; copiloto; teniente 2° D.P. Hays, navegante; Teniente 2°. J.S. Woravka, bombardero; Sgto. H.J. Ripslinger, ingeniero; Sangento R.E. LaMotte, radio operador; Sgto. G.E. Shelly, artillero; Sgto. V.L. Moore, artillero; y el Sgto.. S.E. Adams, artillero. (U.S. Air Force photo)
Los 9 tripulantes junto al Lady Be Good. De izquierda a derecha: Teniente W.J. Hatton; piloto, teniente. R.F. Toner; copiloto; teniente 2° D.P. Hays, navegante; Teniente 2°. J.S. Woravka, bombardero; Sgto. H.J. Ripslinger, ingeniero; Sangento R.E. LaMotte, radio operador; Sgto. G.E. Shelly, artillero; Sgto. V.L. Moore, artillero; y el Sgto.. S.E. Adams, artillero. (U.S. Air Force photo)

Una vez que cumplieron su misión, Hatton ordenó a las aeronaves que debían regresar, siendo la suya la última en dar la vuelta. Para las 23:10 horas de ese día, había 23 bombarderos en la base de Benina, uno había aterrizado en Malta, y sólo faltaba el regreso del Lady Be Good.

El teniente Hatton y sus 8 compañeros (R.F. Toner, D.P. Hays, J.S. Woravka, H.J. Ripslinger, R.E. LaMotte, G.E. Shelly, V.L. Moore y S.E. Adams) habían perdido contacto con los demás aviones de la formación y con el control en tierra. A las 00:10 del 5 de abril la base de Benina escuchó radiotransmisiones del avión: el comandante pedía indicaciones para regresar, ya que la inexperiencia de su navegante había hecho que se perdieran.

En aquellos años, las estaciones de control en tierra podían precisar el rumbo de la aeronave, pero no su posición, entonces no sabían si efectivamente el avión se estaba acercando a la base o si se alejaba. Los tripulantes supusieron que los vientos habían demorado su viaje, pero en realidad habían dejado Benina atrás sin darse cuenta y estaban adentrándose en el desierto Libio.

A gran altitud y de noche fue imposible diferenciar si sobrevolaban el mar o tierra firme, con apenas algunos minutos más de combustible Hatton decidió que lo mejor era abandonar el bombardero y lanzarse en paracaídas sobre lo que, suponían, era agua.

Todos saltaron juntos excepto Workavka, que lo hizo algunos minutos más tarde. Al caer se percataron de que era arena lo que estaba bajo sus pies y no el mar, los 8 tripulantes que habían saltado al mismo tiempo esperaron al amanecer y se dirigieron a buscar al noveno, que ya estaba muerto.

Al no encontrarlo, los sobrevivientes comenzaron a buscar señales de vida, lo único que vieron fueron unas marcas de vehículos que decidieron seguir, imaginando que se dirigían a Bengasi.

Foto del Desierto Libio, un inmenso mar de dunas que alcanza hasta donde el ojo humano puede ver. (Getty Images)
Foto del Desierto Libio, un inmenso mar de dunas que alcanza hasta donde el ojo humano puede ver. (Getty Images)

“Domingo 5. Comenzamos a andar hacia el noroeste. Aun sin John. Solo unas pocas raciones, media cantimplora de agua y una cucharada llena al día. Hace mucho calor. Algo de brisa del noroeste. Noche muy fría, no dormí. Descansamos y caminamos”, escribió Toner en su diario. Ripslinger por su parte anotó: “Todos menos Woravka al amanecer. Solo medio sandwich, un caramelo y media taza de agua en las últimas 36 horas”.

Continuaron con su caminata sin éxito, descansando cada varios kilómetros y racionando el agua al máximo, había una botella por persona. Las noches eran heladas y durante el día el sol abrasaba sus cráneos.

“Misma rutina. Nos estamos debilitando y no iremos mucho más lejos. Rezamos. Otra vez la tarde es un infierno de calor. No puedo dormir”, redactó Toner. “Viernes 9 de abril. Ya es el quinto día y todos pensamos que todo ha terminado. A mediodía hacia tanto calor que todos deseábamos dormir. La mañana y la noche O.K.”, puso en su libreta Ripslinger.

Los 8 compañeros ya habían recorrido 105 kilómetros desde su salto, Hatton, Toner, Hayes, Adams y LaMotte ya no podían continuar, los otros tres, aún con algo de energía, siguieron caminando con la esperanza de encontrar a alguien que los salve a ellos y a los otros cinco que se habían quedado en un punto esperando.

Foto del hallazgo de los restos del bombardero estadounidense en el Desierto Libio. (U.S. Air Force photo)
Foto del hallazgo de los restos del bombardero estadounidense en el Desierto Libio. (U.S. Air Force photo)

Mientras esperaba junto a sus compañeros, Toner escribió las últimas palabras de su diario: “Domingo 11. Aun esperamos ayuda, aun rezamos. Los ojos mal, he perdido todo el peso... todo me duele. Podríamos hacerlo si tuviéramos agua; solo queda para mojar la lengua. Tenemos esperanzas de ayuda muy pronto. No descansamos. Aún el mismo sitio. Lunes 12. Aún no llega el auxilio... Muy... fría noche”.

El otro testimonio, el de Ripslinger finaliza: “Aun peleamos por salir del mar de dunas y encontrar agua”, él junto a Moore no pudieron continuar y dejaron sólo a Shelley, que caminó otros tres días sin agua, hasta que su cuerpo dijo basta.

Si bien hubo una operación de rescate, que tuvo lugar a más de 400 kilómetros del verdadero lugar de los hechos, los tripulantes del Lady Be Good fueron dados por muertos, se presuponía que habían caído al Mar Mediterráneo.

Fue recién el 9 de noviembre de 1958, casi 16 años después del fatídico 4 de abril, que una avioneta privada que realizaba trabajos para la Silver City Airways, comunicó que había divisado un avión con las iniciales USAAF (Fuerzas Aéreas del Ejercito de los Estados Unidos), pero el informe fue desestimado, y recién en mayo de 1959, un grupo de topógrafos dio nuevamente con los restos del avión.

Un hombre inspecciona los restos del bombardero que había sido dado por desaparecido en el Mar Mediterráneo. (U.S. Air Force photo)
Un hombre inspecciona los restos del bombardero que había sido dado por desaparecido en el Mar Mediterráneo. (U.S. Air Force photo)

A pesar del paso de los años, el artefacto estaba casi intacto, las ametralladoras aún funcionaban, había agua, termos con té, registros de navegación, hasta la radio estaba en buenas condiciones. Un geólogo del grupo informó a la USAAF del hallazgo, quienes confirmaron que se trataba del Lady Be Good que había sido dado por “desaparecido en acción”.

La noticia de hizo eco en los Estados Unidos, donde las familias de los fallecidos fueron avisadas y se comenzó con la localización de los cuerpos. Recién el 11 de febrero de 1960 un equipo de la compañía The British Petroleum Company, encontró, a 90 km de los restos del avión, cinco cadáveres agrupados en un pequeño campamento, que posteriormente fueron identificados como los tripulantes Hatton, Toner, Hayes, Adams y La Motte. Junto a los cuerpos había gafas, guantes, botellas, un mapa de seda y el diario de Toner.

Foto del interior del Lady Be Good, donde se encontró agua, té y hasta una radio que funcionaba. (www.nationalmuseum.af.mil)
Foto del interior del Lady Be Good, donde se encontró agua, té y hasta una radio que funcionaba. (www.nationalmuseum.af.mil)

Tras este hallazgo, a otros 30 kilómetros de distancia del primer grupo, hallaron los restos de Ripslinger, otros 15 kilómetros más lejos, los de Shelley. Los restos de Moore nunca fueron encontrados oficialmente, aunque siete años antes, en 1953, un militar británico había dado con un esqueleto que fue enterrado en el desierto, hoy en día se cree que se trataba de Moore.

Los últimos restos hallados, después de 17 años, fueron los de Woravka. Tenía una botella de agua casi y el arnés del paracaídas aún colocado. El paracaídas no se abrió bien y falleció por el impacto contra el suelo. El Lady Be Good voló sin tripulación hasta que se terminó el combustible y planeó suavemente hasta aterrizar en un sorprendente buen estado a 27 km de distancia.

Tomando en cuenta el lugar donde saltaron, en casi ningún escenario hubieran sido hallados con vida, en medio del desierto Libio, la radio del avión estaba fuera de la zona de contacto, no era zona de rutas aéreas (menos en tiempo de guerra), la costa estaba a 590 kilómetros al noroeste y a 595 kilómetros al norte, el oasis más cercano (Byzyma) estaba a 280 kilómetros al sudoeste. Con un radio de entre 90 a 115 km de marcha de sobrevida, no era posible llegar a ninguna parte que no fuera desierto.

Los restos del Lady Be Good fueron transportados en 1994 hasta Tobruk, Libia, y colocados en un patio de la base de Abdelnasser Airforce en las afueras de la ciudad. Lo que quedó del bombardero es poca cosa, en comparación a su estado al momento de ser hallado, ya que muchas piezas del Consolidated B-24 habían sido extraídas durante esos años.

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