Por tercer mes consecutivo, el Índice de Precios al Consumidor del Indec subió a una tasa superior a 5%, y acumuló un incremento de casi 19% en el trimestre.
Para encontrar un salto similar en igual período, hay que bucear en las estadísticas oficiales hasta el segundo cuarto de 2002, claramente afectado por la variación del 10,4% en abril, a cuatros meses de la salida traumática de la Convertibilidad fija de 1 a 1 entre el peso y el dólar, con devaluación, default y pesificación asimétrica entre depósitos y préstamos en dólares; y hasta 31 años antes para encontrar un tramo de 3 meses consecutivos con alza del IPC mayor a 5% en cada parcial.
Hay que retroceder 31 años para encontrar un tramo de 3 meses consecutivos con alza del IPC mayor a 5% en un mes
Se trata de un ritmo frenético que tiene una causa principal: la singularmente expansiva política fiscal, de la cual luego se derivan muchas otras y que explican por qué el ministro Martín Guzmán se refiere a un fenómeno “multicausal”, aunque sin la principal difícilmente se generen las subyacentes, como la emisión excesiva del Banco Central; la puja distributiva; las expectativas; el escenario internacional; a la que se agrega una larga lista que deriva de decisiones de gobierno.
Un ritmo de inflación del 100% al año, que luego de tres meses luce consolidado porque tuvo lugar en presencia de múltiples controles, como el programa Precios Cuidados. Las tarifas, alquileres, prepagas, medicamentos, que explican que frente a una tasa general de 60,7% en los últimos 12 meses, el promedio de ese conjunto de bienes y servicios aumentara 44,1%, en contraste con 74% que se elevaron los estacionales (alimentos, ropa, servicios educativos, turismo, principalmente); y 63,2% que lo hizo la inflación “núcleo”, aquellos precios que no están afectados por estacionalidad ni regulaciones del Estado.
No sólo eso, también se avanzó un nuevo escalón en la tasa mensual de inflación, del 2% a 3% que se registraba en la segunda mitad de 2020 hasta noviembre 2021; a 4%/5% entre diciembre 2021 y febrero 2022; a otro más alto del 5% a casi 7% entre marzo y mayo último, sin que mediara una brusca devaluación del tipo de cambio mayorista, ni de los alternativos; y sin que se generalizaran los aumentos de los cuadros de todas las tarifas de los servicios públicos, los cuales en el caso de la Ciudad comenzaron a moverse en junio para la luz y gas.
Principal impulsor
La causa principal de semejante descontrol de la tasa de depreciación del peso -no solo se devalúa la moneda cuando el Banco Central dispone unilateralmente un salto del tipo de cambio oficial, sino también cuando pierde capacidad de compra de los bienes y servicios que día a día suben de valor nominal- es la política fiscal escandalosamente expansiva.
Según el análisis de la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC), en mayo el gasto corriente de la Administración se elevó 69,8% y el total, con el agregado de inversión pública y antes del pago de intereses de la deuda, avanzó 74,9%, en todos los casos en comparación con un año antes, superó en casi 9 puntos porcentuales y 14 pp, respectivamente, a la variación de los ingresos corrientes.
Los rubros que sobresalieron como los más expansivos, pese a que las cuentas del Estado ya venían deficitarias, no sólo en la brecha negativa entre la variación de los recursos y las erogaciones, sino, peor aún, en valores absolutos fueron:
Jubilaciones y pensiones 85,9%, pese a que el ajuste por la movilidad previsional fue de 58,6%, pero para quien percibe hasta dos haberes mínimos alcanzó un tope de 102,2% con la “política de refuerzo de ingresos”;
Asignaciones familiares 90,5%;
Programa Potenciar Trabajo: 116,3%;
Becas Progresar 123,3%;
Otros programas asistenciales 113,2%;
Subsidios al transporte 86,2%;
Transferencias a provincias 108,3%, adicional a los giros automáticos por el Régimen de Coparticipación de Impuestos.
El resultado de semejante relajamiento del gasto público, pese al compromiso que asumió el ministro Guzmán con el Fondo Monetario Internacional el 25 de marzo último de iniciar un sendero de baja gradual del déficit fiscal, fue la multiplicación por 2,9 veces el desequilibrio primario (antes del pago de intereses) y por 1,9 el financiero; y el pedido de auxilio al Banco Central de nuevas asistencias financiera con emisión, porque se agotaron las fuentes genuinas de financiamiento.
En mayo el déficit fiscal primario se multiplicó por 2,9 veces el registrado un año antes, y el total por 1,9 (OPC)
De ahí que apareciera otro actor relevante el proceso de aceleración de la inflación: “las expectativas” en los mercados, que sabe muy bien que la expansión presente de la emisión de pesos se traslada a precios cada vez con mayor velocidad, y arrastra no sólo a los diferentes tipos de cambio, sino también a las tasas de interés; y al agrava el atraso relativo de las variables reguladas, genera una espiral creciente que se retroalimenta; como lo reflejan las expectativas del mercado que releva el Banco Central. De una tasa esperada de inflación a diciembre próximo de 54,8% en enero último, pasó a 59,5% en marzo; 65,7% en abril; y 72,8% en mayo.
Para junio, con una expectativa piso de otro 5,1% de inflación, por la suma de los aumentos aprobados en algunas tarifas públicas, más el impulso que recibirán los servicios de turismo con el próximo fin de semana largo, y la inercia de meses previos, la tasa de variación con respecto a un año antes acelerará a casi 64% y seguramente elevará la estimación del REM a la zona del 80%, camino al 100% que se proyecta del movimiento observado en el último trimestre.
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