Amelia Mary Earhart nació con el mismo nombre que su madre en Atchinson, Kansas, un 24 de julio de 1897, sus primeros años de vida transcurrieron sin sobresaltos, al cuidado de sus abuelos maternos. El abuelo era un juez federal de los Estados Unidos por lo que poseía una situación económica más que favorable.
Cuando tenía 8 años, Amelia se mudó junto a su padre, Samuel Earhart, su madre, Amelia Earhart (nacida Otis) y su hermana Muriel al Estado de Iowa, donde Samuel había conseguido un nuevo empleo. La situación duró poco, su padre cayó en el alcoholismo y fue despedido, y Amelia y su familia vivieron una serie de mudanzas que concluyeron cuando su madre decidió abandonar a Samuel y mudarse junto a sus dos hijas a Chicago, a comenzar una nueva vida.
Los años pasaron. Amelia y Muriel partieron juntas hacia Toronto, Canadá, para inscribirse como enfermeras voluntarias, atendiendo a los pilotos heridos en combate.
Ese hecho marcaría a Amelia de por vida.
Tras visitar el Cuerpo Aéreo Real, la fuerza aérea británica, la idea de convertirse en piloto creció en su cabeza. Fue allí cuando, dijo, terminó “picada por el gusanillo de la aviación”.
Al cabo de la “Gran Guerra”, como se llamó entonces a la primera Guerra Mundial, que se extendió de 1914 a 1918, Amelia se mudó junto a su familia a California, donde presenció un espectáculo aéreo y tuvo la oportunidad de subirse a un avión y volar por primera vez. Su destino estaba sellado, sería aviadora.
Luego de su primera experiencia en un avión, Amelia tomó clases con Neta Snook, considerada una de las pioneras de la aviación femenina y a finales de 1922 logró comprar un aeroplano al que llamó “El Canario” y con el que consiguió volar hasta los 14.000 pies (4.267 metros) de altura.
Salto al estrellato
En 1923 Amelia consiguió su licencia de piloto y en 1927 comenzó a formar parte de la Asociación Aeronáutica Internacional, pasando a ser reconocida como una de las aviadoras estadounidenses. Se marcaría entonces el hito que la convertiría para siempre en una leyenda de la aviación.
Aquel año, el editor George P. Putnam (a posteriori, esposo de Amelia) recibió el encargo de la millonaria Amy Guest de organizar el primer vuelo femenino sobre el Océano Atlántico. La propia patrocinadora era una aficionada a la aviación que había pensado en ser ella misma quien hiciera la travesía pero fue disuadida por su familia y buscó alguien que se atreviera a realizarlo.
Así fue que en 1928 Amelia recibió la oferta de participar de la travesía junto al piloto Wilmer Stultz y el mecánico Louis Gordon y se convirtió en la primera aviadora del mundo en cruzar el Atlántico. El avión elegido fue un Fokker FVII bautizado como Friendship. La travesía duró 20 horas y 40 minutos desde Trepassey Harbour, Terranova, a Burry Port, Gales.
Fotos de Amelia fueron publicadas en los principales periódicos de EEUU y todo el mundo. Amelia era comparada con las celebridades de Hollywood: rubia, alta, de cara agraciada y con rasgos de modelo, fue apodada como Lady Lindy y se convirtió en sensación.
Un nuevo mundo para las mujeres
Desde su lugar de popularidad, Amelia Earhart se paró como una férrea defensora de la aviación comercial y promovió la inclusión de las mujeres en este incipiente mundo profesional.
Una de sus travesías mas espectaculares fue la que realizó en 1935, entre Honolulú y Oakland, California, una distancia superior a la existente entre EEUU y Europa. Fue también la primera persona en realizar exitosamente esa ruta. Aquel año, también rompió un nuevo récord de velocidad al realizar yn vuelo sin escalas entre la Ciudad de México y Nueva York, de poco más de 14 horas.
Trágico final
En 1937 Lady Lindy decidió superarse a ella misma: realizaría una vuelta al mundo siguiendo la línea del Ecuador, en vez de hacerlo en etapas cortas a través de los cielos del hemisferio norte, como solía hacerse hasta esa época.
Junto a su copiloto y navegante, el capitán Frederick Noonan, circunvalarían en globo a bordo de un avión bimotor Lockheed Electra 10-E. “Nunca interrumpas a alguien haciendo algo que tú dijiste que no se podía hacer”, dijo Amelia antes de la partida.
El vuelo comenzó un 1º de junio de 1937, desde Miami hasta San Juan de Puerto Rico. Desde allí, siguieron hacia Caripito, en Venezuela, luego hacia África y el mar Rojo. La travesía continuó pasando por Karachi, capital de Pakistán, Rangún, Bangkok, Singapur y Bandung.
Pero el mal clima, algunos desperfectos de la aeronave y una complicada disentería que contrajo Amelia fueron retrasando los tiempos.
Recién el 27 de junio partieron rumbo a Darwin, en Australia, y luego hacia Papúa Nueva Guinea, desde donde Amelia envió fotos fotos al Herald Tribune. Se la veía enferma y desmejorada. El 2 de julio, Earhart y Noonan partieron con unos 7.570 litros de combustible hacia Howland, pegado a Australia, en lo que sería el penúltimo tramo de la enorme travesía.
“KHAQQ llamando al Itasca. Debemos estar encima de ustedes, pero no los vemos... El combustible se está agotando...”, fue la última comunicación que se escuchó del Lockheed Electra que conducía Amelia.
Nunca se supo exactamente qué paso con el avión, algunas teorías especularon con la posibilidad de que Earhart y Noonan hayan sobrevivido como náufragos en las islas Fénix hasta su muerte. Pero esto se contradice con las versiones oficiales, que indican que el avión se quedó sin combustible hasta estrellarse en el Océano Pacífico.
Lo que pasó dentro del avión en aquellos último minutos probablemente nunca se sepa. Sí se sabe que Amelia Earhart, una de las mujeres más influyentes de la aviación, había desaparecido de la faz de la tierra. Lo hizo en su ley, haciendo lo que más le gustaba y lo que fue su razón de vivir.
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