Desde la firma del acuerdo con el FMI, el 25 de marzo último, pocas medidas de política económica ha tomado el Gobierno nacional para revertir el proceso de aceleración de la inflación y consecuente debilitamiento de la tasa de reactivación de la economía: solo el cambio cosmético de las estructuras de los Ministerios de Economía y de Desarrollo Productivo; y el anuncio de la flexibilización de ventas de dólares al sector energético que incremente la producción de petróleo y gas, con destino a la compra de bienes de capital y pagos de compromisos financieros.
Por el contrario, la Administración Central retomó el pedido de auxilio financiero al Banco Central para financiar un explosivo aumento del gasto público en abril, y el presidente Alberto Fernández insistió con el pedido de tratamiento de aumento de las retenciones sobre las exportaciones del agro.
De ahí que el consenso de los economistas continua revisando mes a mes al alza las estimaciones de inflación para el resto de 2022, y a la baja las correspondientes al ritmo de actividad agregada -productiva y comercial-, como es el caso de Martín Rapetti, licenciado en Economía UBA y doctor en Economía de la Universidad de Massachusetts, director Ejecutivo de Equilibra Consultores, investigador del Conicet y del Cedes y profesor en la UBA, UTDT y del Centro de Investigación y Acción Social, quien fundamentó en diálogo con Infobae los factores que sustentan esas correcciones, tanto de carácter doméstico, en particular “la crisis política a cielo abierto entre el Presidente y la vicepresidente que obviamente mete ruido, crea incertidumbre y desconfianza”, como de origen externo.
— La economía parece haber ingresado en un sendero de mayor inflación y menor ritmo de aumento de la actividad que a comienzos del año ¿A qué atribuye ese comportamiento?
— Así es. En Equilibra, estamos viendo una inflación algo arriba del 70% para fin de año y que a partir del segundo trimestre la economía comenzará a contraerse. Hay cuatro elementos que nos hacen pensar que este año experimentaremos una aceleración inflacionaria y una contracción de la actividad:
“Estamos viendo una inflación algo arriba del 70% para fin de año y que a partir del segundo trimestre la economía comenzará a contraerse”
1. La sequía que afectó a la agroindustria, especialmente la cosecha de maíz y soja;
2. El acuerdo con el FMI, contiene, por un lado, políticas que en el corto plazo aceleran la inflación. El BCRA ha tenido que intensificar el ritmo de deslizamiento del tipo de cambio. Esto, sin duda, implica un impulso sobre la inflación. El otro va a ser la suba de tarifas de electricidad y gas a partir de junio-julio. A estos efectos, hay que agregar el mayor control del gasto público y de la emisión monetaria que operan como factores que limitan la expansión de la demanda agregada;
3. Transitorio, pero de gran relevancia, el lockdown en China por el Covid-19, que está afectando a la segunda economía del mundo y alterando las cadenas de valor global y la logística del comercio internacional. Lo de China también implica una aceleración de la inflación y una fuerza contractiva sobre la actividad a escala global; y
4. El factor más importante, a mi juicio: los efectos económicos y financieros negativos de la invasión rusa a Ucrania. Representa un shock estanflacionario a nivel global de gran magnitud.
— Me gustaría si pudiera elaborar un poco más sobre este factor que describió como el más relevante…
— Es un fenómeno muy relevante que está teniendo impacto ahora y cambiará marcadamente el mundo de los próximos lustros. En el corto plazo, lo que vemos es que dos países que son proveedores globales de alimentos y energía entran en guerra y, como consecuencia, la oferta de esos productos se contrae. Al caer la oferta, suben los precios de las materias primas agrícolas y de energía en los mercados internacionales. El resultado es que los consumidores de todo el mundo se han empobrecido porque tienen que pagar más por lo que venían consumiendo hasta ahora. Obviamente, tienen que pagar más en alimentos y energía, pero también por el resto de los bienes y servicios, porque para producirlos se necesita energía, que, al ser más escasa a nivel global, será más cara. La pérdida de poder adquisitivo de los consumidores los obliga a reducir su gasto. El resultado es que se contraen el gasto y la actividad económica, al tiempo que suben los precios. Esto es lo que llamamos “estanflación”. La aceleración inflacionaria en todo el mundo es un hecho y ya estamos recogiendo evidencia de que la economía mundial se encamina a una recesión, lo cual es un hecho muy trascendente porque es poco habitual.
“La aceleración inflacionaria en todo el mundo es un hecho y ya estamos recogiendo evidencia de que la economía mundial se encamina a una recesión, lo cual es un hecho poco habitual”
— Y a eso hay que sumar la reacción de los bancos centrales de las principales economías del mundo…
— Exacto. Los bancos centrales, con la Reserva Federal de Estados Unidos a la cabeza, han comenzado a endurecer la política monetaria para contener la inflación. En el caso de la FED, la reacción está siendo mucho más dura de lo previsto porque de algún modo subestimó la aceleración inflacionaria durante 2021 pensando que era un fenómeno transitorio. Además de que hay muchos indicios de que la política fiscal del presidente Joe Biden para lidiar con la pandemia de Covid-19 fue algo más expansiva de lo necesario y que el estímulo a la demanda fue excesivo. Jay Powell, el presidente de la FED, fue rotundo al declarar la semana pasada que va a endurecer la política monetaria hasta que haya evidencia “clara y contundente” de que la inflación cede. Incluso reconoció que esto podría generar una recesión en la economía norteamericana. A raíz de esto, estamos viendo un acomodamiento de los mercados financieros que se adecúan a esta nueva realidad y, como consecuencia, se genera una caída en el precio de los activos. Esto obviamente implica un efecto contractivo que empezaremos a ver pronto. Es una situación delicada porque, además, el endurecimiento de la liquidez a nivel global conlleva a que los países emergentes tengan que subir las tasas de interés y que muchos de ellos pasen por situaciones de estrés financiero. Dependiendo de la intensidad y duración de este proceso, no podemos descartar algún episodio de crisis financiera o de deuda en el mundo emergente.
— ¿Y todo esto como afecta a la Argentina en particular?
— Bueno… como mencionaba antes, con independencia de la invasión de Rusia a Ucrania, la sequía y el acuerdo con el FMI nos hacía prever que la inflación se aceleraría y que la economía se iba a estancar. A estos elementos, me gustaría agregar la crisis política a cielo abierto entre el presidente y la vicepresidente que obviamente mete ruido, crea incertidumbre y desconfianza, todo lo cual colabora a intensificar las tendencias estanflacionarias en curso. La crisis política es un daño autoinfligido del gobierno. Pero el factor internacional que acabo de describir para mí es muy relevante y no lo veo tan presente en la discusión. En Equilibra tenemos una proyección de contracción de la actividad económica algo más fuerte que la que ven en promedio nuestros colegas y, creo que esa diferencia se debe a que nosotros pensamos que el impacto internacional está siendo y seguirá siendo muy fuerte.
— Volviendo al FMI, ¿ayuda a cambiar las expectativas que pese a la firma de un nuevo acuerdo, en el que se asumió el compromiso de limitar la expansión del gasto público, dejar de atrasar el tipo de cambio y tender hacia tasas de interés reales positivas, se avance por el camino inverso, como se observó en abril y mayo últimos?
— La firma del acuerdo era indispensable. Sino la economía podía entrar en una situación de muchísimo estrés y, probablemente, en crisis. Así que, en ese sentido, obviamente sirve para evitar expectativas disruptivas. Es un paso que considero claramente positivo. Ahora, está claro también que el acuerdo es modesto en sus objetivos. No hay ningún compromiso de reformas cuando la economía obviamente las necesita. Ni tampoco se establece una estrategia para salir del cepo cambiario y bajar la inflación de forma contundente. Diría que es un compromiso que apunta a la contención y gradual corrección de los desequilibrios macroeconómicos.
“EL acuerdo con el FMI sirve para evitar expectativas disruptivas”
— ¿Cree que se puede corregir el rumbo de la inflación con las reestructuraciones parciales de los Ministerios de Economía que recibió la Secretaría de Comercio, y de Desarrollo Productivo, que la cedió, además de otros cambios menores en la estructura?
— El Gobierno no está en condiciones de estabilizar la economía. Obviamente el contexto internacional no ayuda, pero hay factores puramente domésticos que me hacen ser agnóstico respecto a la posibilidad de estabilizar. Para bajar la inflación de forma contundente, por ejemplo, se necesitaría convicción y credibilidad política, tener unificado el mercado cambiario, tener más reservas en el BCRA, que las tarifas de energía no estén tan atrasadas, un tipo de cambio un poco más alto y mostrar señales claras de que las cuentas públicas no dependen crucialmente del financiamiento monetario. Ninguna de estas condiciones está hoy vigente. Insisto, el contexto internacional es negativo, muy poco propicio para una estabilización, pero lo más decisivo es que no veo que el Gobierno tenga credibilidad. La falta de credibilidad es consecuencia de un Poder Ejecutivo que se comporta de forma muy errática y una disputa interna a cielo abierto que nos pone a todos de testigos de una diferencia sustantiva en relación a la orientación que debe seguir la política económica. Una parte del gobierno quiere ir a Bariloche y la otra a las Cataratas del Iguazú. Con ese nivel de contradicción, todo anuncio adolece de credibilidad. Y sin credibilidad no hay estabilización posible.
— El equipo económico necesitó más de dos años para lograr reperfilar la concentración de vencimientos de la deuda heredada, pero no logró bajar el índice de riesgo país que, por el contrario, se duplicó o triplicó según la base que se tome de referencia ¿Qué le falta?
— Volvemos a lo mismo: la falta de credibilidad respecto hacia dónde se quiere ir. Eso genera una enorme incertidumbre. Pero hay algo más. No es solo un problema de falta de orientación clara, también generan mucha desconfianza las señales que trasmite el ala del gobierno vinculada a la vicepresidenta. Ese sector, al que todos vemos como el más ordenado políticamente y con mayor caudal de votos dentro de la coalición gobernante, rechazó de forma contundente el acuerdo con el FMI. Si la opción que plantea es entrar en default con el FMI, que es un club de países del cual formamos parte, ¿Cómo no va a haber desconfianza a la hora de comprar deuda argentina? Porque la prima de riesgo país recoge la percepción que tiene el mercado respecto a dos elementos: la capacidad y la voluntad que tiene un país para pagar su deuda. El juicio respecto a la capacidad es más bien técnico e involucra conjeturas respecto al futuro de la marcha de la economía. Sobre estos elementos podemos hacer un seminario académico para debatir el verdadero nivel riesgo argentino, pero me animo a decir que la mayoría de los economistas coincidiríamos en que, en lo que respecta a los fundamentos puramente económicos, la deuda argentina no se merece pagar una prima de 1.900 puntos básicos como hoy. Lo que contribuye a que la prima de riesgo sea tan alta es que la porción más importante de la coalición de gobierno da señales que se interpretan como una débil voluntad de cumplir con los compromisos de deuda. Mi impresión es que con la forma en que está constituido el gobierno, la percepción que tiene el mercado no va a poder modificarse, con total independencia de quién sea el ministro de economía o cómo se forme el equipo económico.
“No es solo un problema de falta de orientación clara, también generan mucha desconfianza las señales que trasmite el ala del gobierno vinculada a la vicepresidenta”
— ¿Con una coalición de Gobierno dividida, que no da señales limar diferencias, ve probable la posibilidad de una rápida y marcada desaceleración del ritmo de 87% anual al que se viene expandiendo el gasto público primario, como ocurrió en abril?
— Ante esta pregunta se abren caminos que se bifurcan. Si efectivamente prevalece la agenda de aumentar el gasto, es probable que la situación derive en un aumento fuerte de la emisión monetaria para financiar al fisco. Ese camino puede fácilmente desembocar en un salto inflacionario, que lleve a la tasa anual de inflación a los tres dígitos. No lo descarto, pero no lo veo como el escenario más probable. Mi impresión es que va a prevalecer dentro del gobierno la agenda que busca acercarse al cumplimiento del acuerdo con el FMI. Seguramente en ese caso, las metas con el FMI no se cumplan tal como han sido acordadas, pero se trataría de que los desvíos no sean muy grandes, para evitar una situación de tensión cambiaria.
— Uno de los disparadores de las crisis económicas en la Argentina es la restricción externa, más allá de la incertidumbre que trajo la invasión de Rusia a Ucrania y sobre su duración, ¿Qué riesgo ve hoy en el plano local que se repita, cuando persiste una brecha cambiaria de más de 70%; se avanza en el sendero de los tipos de cambios múltiples, según sectores; se desaprovecha la mejora de los términos del intercambio con importaciones que crecen en monto y cantidad más que las exportaciones, y el Banco Central acumula menos reservas de lo esperado?
— Es una preocupación válida. Como resultado de la fuerte suba del precio internacional de las materias primas, el sector agroindustrial está teniendo un récord de liquidación de divisas en el mercado cambiario. Aún con este fuerte flujo de ventas de dólares, el BCRA está teniendo una enorme dificultad para acumular reservas. El acuerdo con el FMI prevé que a fines de junio el BCRA haya acumulado USD 4.100 millones y faltando algo más de un mes para ese momento, sólo lleva atesorado unos USD 2.000 millones. Con una brecha cambiaria tan alta, oscilando entre 70% y 80%, los incentivos son muy grandes para demandar dólares al BCRA al tipo de cambio oficial y ofertarlos en los mercados alternativos. Sin duda, la brecha está detrás de la dificultad que está teniendo el BCRA para hacerse de reservas.
“Con una brecha cambiaria tan alta, oscilando entre 70% y 80%, los incentivos son muy grandes para demandar dólares al BCRA al tipo de cambio oficial y ofertarlos en los mercados alternativos”
Mi preocupación es que en pocos días comienza a bajar la temperatura y se elevará la demanda de importaciones de energía para la calefacción de los hogares. Nuestra previsión es que entre junio y agosto el déficit comercial energético llegaría a unos USD 5.100 millones y es en julio cuando termina el período de liquidación de la cosecha gruesa. O sea, entre julio y agosto se terminará la liquidación de agrodivisas y se intensificará la demanda de dólares para importar energía. De modo, que en Equilibra no descartamos que se tensione el mercado de cambios durante el tercer trimestre.
Obviamente, esta situación podría tensionarse aún más si, como comentábamos, el gasto público no se alinea con el programa acordado con el FMI y la emisión monetaria se relaja. Es una cuestión para monitorear de cerca. Es algo que me preocupa.
Fotos: Maximiliano Luna
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