Martín Guzmán quedó ahora sí como único responsable de lo que suceda en los próximos meses con la inflación, tras la renuncia de Roberto Feletti como secretario de Comercio Interior. El ministro de Economía está obligado a obtener resultados rápidos, luego del desborde de los últimos meses. Para eso pedirá una suerte de “gesto patriótico” a los empresarios: una tregua en la política de remarcaciones hasta que se empiece a notar el resultado concreto del acuerdo alcanzado con el FMI.
En los últimos meses quien más hizo para sostener a Guzmán fue el propio “círculo rojo”, o lo que en otras épocas se hubiera denominado el “establishment”. Los grandes empresarios de la Argentina le reconocen el esfuerzo por haber alcanzado un acuerdo con el FMI. Lo consideran además como un último garante ante posibles embates del ala más radicalizada del kirchnerismo, que entre otras cosas exigía que no se firmara ningún compromiso con el organismo y ahora insiste con la necesidad de subir las retenciones.
Por lo tanto, el ministro considera que tiene cierto espacio para exigirle a las alimenticias que saquen el pie del acelerador, comercialmente hablando. El objetivo es revertir la expectativa de inflación creciente que se instaló en la sociedad y que lleva a una indexación cada vez más marcada en todos los sectores. Para desacelerar ese proceso la única manera es coordinar entre el Gobierno, las empresas y los sindicatos una especie de “barajar y dar de nuevo”.
Revertir las expectativas inflacionarias es sumamente complejo para un Gobierno con bajísima credibilidad. Guzmán buscará un acuerdo con las empresas, con la promesa de cumplir el acuerdo con el FMI. Pero tampoco esto luce factible, en un contexto de aumento del gasto y mayor déficit fiscal
La “puesta en escena” no cambiaría demasiado respecto a los últimos acuerdos alcanzados con empresas. Nada más que esta vez será el propio Guzmán y el flamante secretario de Comercio Interior, Guillermo Hang, quienes encabezarán las negociaciones. Seguirá Precios Cuidados, cuyo nuevo listado deberá estar listo para principios de junio y se insistirá con acuerdos “voluntarios” para suavizar los incrementos. Por lo pronto, el ministro podrá mostrar un índice de inflación que empiece con “5″ y no con “6″ como en los dos meses pasados. Demasiado poco, pero suficiente como para hablar de “tendencia” a la baja.
Bajar la inflación no es obviamente un objetivo sencillo, como quedó demostrado con las políticas económicas de los últimos al menos 15 años. En primer lugar porque el Gobierno está en una posición de extrema debilidad, ante las continuas disputas internas. Por lo tanto, poner en marcha un plan creíble de estabilidad sería casi milagroso.
Pero además no hay “anclas” que ayuden. El dólar oficial se mueve a un ritmo cada vez más veloz, la brecha cambiaria sigue arriba del 70%, se viene un ajuste de tarifas y además impacta el aumento de los precios internacionales impulsados por la invasión de Rusia a Ucrania.
A Guzmán le queda aferrarse al FMI para contener los precios, que en definitiva es el principal objetivo que se trazó al llegar a un acuerdo. Pero para eso habría que cumplir las metas, que en el arranque parecían de lo más flexibles. Allí figura una baja gradual del déficit fiscal, de 3% a 2,5% este año que no se cumplirá. Los economistas están revisando sus pronósticos, que ahora van de un piso del 3% al 3,5%, es decir más que en 2021. De ellos se desprende que tampoco se cumplirá con la meta de emisión monetaria, que ya se completó en un 40% respecto a la que se estableció en el acuerdo.
El kirchnerismo trata así de despegarse de la gran proceso inflacionario que atraviesa la Argentina y que amenaza con espiralizarse
Sin una reducción del rojo fiscal y de la emisión para financiar al Tesoro será muy difícil conseguir una desaceleración sostenida de los precios. Los subsidios económicos, por ejemplo, están aumentando a un ritmo de 150% interanual. Los aumentos segmentados de las tarifas están lejos de compensar ese aumento del gasto.
El kirchnerismo trata así de despegarse de la gran proceso inflacionario que atraviesa la Argentina y que amenaza con espiralizarse. No se hizo cargo de los reiterados fracasos de Roberto Feletti para combatir la inflación con congelamientos y controles, a los que habría que añadir el fideicomiso harinero que tardó nada menos que dos meses para implementarse.
A pesar de los paupérrimos resultados de esa gestión, ahora saldrán a dar cátedra, como la diputada Fernanda Vallejos, exigiendo una suba de retenciones para “desacoplar” los precios locales de los alimentos de los valores internacionales. Ayer Alberto Fernández volvió a referirse al tema, se manifestó a favor de esta medida pero le echó la culpa a la oposición por la imposibilidad de implementarla. El próximo que deberá responder qué piensa sobre este tema tan delicado en un contexto de fuerte suba de precios internacionales es el propio ministro de Economía.
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