Si algo faltaba para complicar el panorama de la economía en los próximos meses era una fuerte suba de tasas en Estados Unidos y el derrumbe de Wall Street, que ayer vivió su peor jornada en prácticamente dos años. Aunque la Argentina está aislada financieramente, el efecto sobre los mercados emergentes será significativo y será imposible quedar al margen.
Por lo pronto, el bono del Tesoro norteamericano subió a un rendimiento superior a 3% anual en los últimos días, cuando se había mantenido a menos de 2% en los últimos años. Pero los tiempos de “plata regalada” en el mundo llegó a su fin y ahora habrá que ofrecer un rendimiento mayor para conseguir dinero fresco. Los bonos emergentes tuvieron caídas significativas a lo largo de abril, en torno a 10%, que se están profundizando en mayo.
Aislada financieramente del mundo, la economía local mantiene su dinámica propia, pero también se ve impactada. Por lo pronto, los bonos cayeron de los USD 30 y el riesgo país se mantiene en torno a los 1.800 puntos básicos.
Los inversores descuentan un escenario en el que la deuda deberá ser reestructurada, como mucho en el 2025. Hoy se ve como altamente improbable recuperar el acceso a los mercados financieros para poder hacer frente a los vencimientos. Sin embargo, falta mucho todavía: hay elecciones presidenciales en 2023 y además el humor de los inversores podría ir cambiando al ritmo del contexto internacional.
Uno de los efectos más notables de este nuevo panorama tiene que ver con el fortalecimiento del dólar a nivel global, ante tasas más atractivas que se pagan en Estados Unidos. Un dólar fuerte tiene varias implicancias: podría impactar negativamente en los precios de las materias primas y además le pone presión a las monedas domésticas. En Argentina, por ejemplo, el tipo de cambio oficial empezó a mostrar síntomas de mayor atraso, justamente a partir de la mayor debilidad del real brasileño. Por ahora, el dólar libre no se vio afectado, pero habrá que ver por cuánto tiempo.
Tasas más altas en Estados Unidos implican el fortalecimiento global del dólar, algo que ya está sucediendo. El impacto podría ser una caída en el precio de las materias primas y mayor presión sobre las monedas emergentes. Imposible que la Argentina quede totalmente al margen de este golpe
La Reserva Federal norteamericana aceleró la suba de tasas para hacer frente a la creciente inflación, que en la última medición de marzo arrojó un 8,5% interanual. Pero el titular de la entidad, Jerome Powel, anunció que habrá más incremento de 0,5% en los próximos meses para evitar que se disparen todavía más los precios.
Este panorama complementa las dificultades que enfrenta la economía argentina, empezando por una inflación que también se acelera, aunque a niveles no vistos en los últimos 20 años. Hoy se conocerá el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) y seguramente los analistas proyectarán una inflación seguramente bien por encima del 60%.
El impacto ya se está sintiendo sobre todo en los segmentos de menores recursos, que sufren un acelerado deterioro de su poder de compra. Ahora se están cerrando las paritarias de los principales gremios, pero no llega a los trabajadores informales y los cuentapropistas, que son los más afectados.
El Gobierno distribuirá un bono por un total de $ 18.000 entre mayo y junio justamente para amortiguar el impacto de la inflación en los sectores de la economía informal. Sin embargo, se trata sólo de paliativos en un contexto en el que no se ve una desaceleración importante de los precios para los próximos meses. Si bien se estima que abril arrojará un dato menor al 6%, la perspectiva es que será difícil conseguir que el índice vuelva a un nivel de 4%.
La actividad general también ya muestra signos claros de cansancio. Aunque Martín Guzmán asegura que “lo peor ya pasó”, en referencia a la inflación, desde el punto de vista de la economía podría afirmarse lo contrario, es decir que lo mejor ya quedó atrás.
Ayer, por ejemplo, el INDEC divulgó que la actividad industrial sufrió una caída de 1,9% en marzo en relación a febrero, mientras que la construcción mostró una disminución de 4,1%.
Por delante el escenario más probable es que se mantenga la desaceleración de la economía, ya que no existe ni impulso interno ni externo que sostenga el rebote de 10,3% del año pasado. No obstante, por “efecto arrastre” el año podría terminar con un PBI creciendo a un ritmo de 3%. Pero en la práctica ya el segundo trimestre será recesivo, no sólo por la construcción y la industria, sino también por la menor actividad agropecuaria, compensada por precios más altos de la cosecha.
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