El atraso cambiario ya hizo perder la mitad del efecto de la suba de los precios de las materias primas

La Argentina está desaprovechando las ventajas que le ofrece la coyuntura internacional para generar divisas, fortalecer las reservas y también las finanzas públicas. Los datos oficiales son contundentes

Desde el inicio de la presidencia de Alberto Fernández el promedio internacional de los precios del agro que exporta la Argentina subió 88,7%, pero por el atraso cambiario, el efecto real para los exportadores se redujo a 57,3 por ciento (Europa Press)

Pese al compromiso asumido con el Fondo Monetario Internacional el Gobierno continúa desaprovechando la coyuntura favorable que ofrecen los precios internacionales de la mayor parte de los productos que exporta el país, al mantener rezagado el tipo de cambio para el comercio exterior, no sólo respecto de la aceleración de la inflación interna, sino también en comparación con el movimiento de las cotizaciones de las monedas de los mayores socios comerciales.

Según el índice de tipo de cambio real multilateral que elabora diariamente el Banco Central, el nivel actual, con base 100 en diciembre 2001, se ubica levemente por debajo de los 100 puntos, un 15% menor al del promedio observado en los pocos más de 2 años de gobierno de Alberto Fernández, y 21,2% inferior del que heredó de la presidencia de Mauricio Macri.

El tipo de cambio real está 15% por debajo del promedio de los pocos más de 2 años de gobierno de Alberto Fernández, y 21,2% inferior del que heredó de la presidencia de Mauricio Macri

Semejante deterioro de la competitividad cambiaria es uno de los determinantes de la protesta del campo del fin de semana anterior, al que se agregaron la creciente presión impositiva, con retenciones que dejaron de bajar y volvieron a niveles anteriores; el aumento de tasas y contribuciones en los estados provinciales y municipales; aumento del valor de los fletes internacionales y de todos los productos e insumos y servicios importados; junto a cupos y restricciones a la salida de productos al resto del mundo para “proteger la mesa de los argentinos”, entre otros.

Justamente, la imposibilidad de libre acceso a los mercados externos para poder sacar provecho de la suba de los precios de las materias primas que venía desde la irrupción de la pandemia de Covid-19 y se acentuó con la invasión de Rusia a Ucrania, es uno de los factores que inquieta a la industria exportadora, porque desalienta inversiones y limita la generación de empleo, a la par que impide generar impulsos de actividad y consumo a lo largo de la cadena de valor, desde la producción a la demanda final, pasando por la logística y transporte.

Además, no resulta entendible que, en un escenario de estrés de divisas en el tesoro del Banco Central, que termina derivando en más volatilidad en los mercados de cambios alternativos, como el Contado con Liquidación y Bolsa, y por extensión en el paralelo, se lleve a cabo una política de atraso cambiario que licúa el efecto de la bonanza de los precios internacionales de las materias primas. Además, la Secretaría de Hacienda pierde con esa estrategia la posibilidad de recibir más recursos tributarios, y no deja que los perciba el sector privado para luego pagar más Impuesto a las Ganancias.

No resulta entendible que, en un escenario de estrés de divisas en el tesoro del Banco Central, se incurra en atraso cambiario que licúa la bonanza de los precios de las materias primas y limita los ingresos por retenciones

El índice del Banco Central que “mide la evolución de los precios internacionales de las materias primas se elevó 83,8% desde el inicio de la presidencia del Frente de Todos; y 12,3% desde que comenzó la invasión de Rusia a Ucrania. Se trata de una serie que representa cerca del 50% de las exportaciones de Argentina”, y se compone de las cotizaciones de los productos básicos agropecuarios (maíz, trigo, porotos de soja, pellets de soja, aceite de soja, cebada, carne bovina) que representan el 84,4% del indicador, petróleo (crudo) -4,8%- y metales (oro, cobre, aluminio primario y acero) -10,8%- conforme a la ponderación determinada por su participación en las exportaciones totales, se ubicaba a fines de abril último en 384,5 puntos con base 100 en diciembre 2001.

Esas mejoras no fueron homogéneas. Respecto del 9 de diciembre de 2019 se desagregaron en 89,4% para el conjunto de los productos del agro; 37,8% los metales y 67,1% del petróleo, siempre, conforme a la serie del BCRA. En tanto que en comparación con los niveles previos al conflicto bélico en el Este de Europa se anotaron alzas de 13,4% en la canasta agropecuaria y 11,7% en el barril de crudo, mientras que virtualmente no acusó cambios el índice de precios de los metales.

El aumento promedio de los precios de las materias de 83,8% desde el inicio de la presidencia de Alberto Fernández se achicó a 44,8% cuando se la ajusta por el atraso cambiario

Sin embargo, la mera combinación del atraso del tipo de cambio real (apreciación del peso, pese a que internamente cada vez permite comprar menos bienes y servicios, y pagar menos salarios reales) con la suba del precio promedio de las materias primas, arroja que dichas subas de las cotizaciones externas de los principales productos de exportaciones se achicaron sensiblemente: de 83,8% a 44,8%, en poco más de dos años de gobierno; y de 12,3% a 7% en los últimos dos meses.

Un informe de la Fundación Libertad y Progreso destacaba en la semana: Lo preocupante es que esta apreciación es artificial ya que surge de las intervenciones discrecionales del Banco Central en el mercado. La autoridad monetaria endureció el cepo cambiario y utilizó las reservas internacionales para mantener un tipo de cambio artificialmente bajo. Como resultado, las reservas internacionales propias del BCRA cayeron desde USD 13.259 millones en diciembre del 2019 a USD 76 millones en marzo de este año (tras lo cual fueron reforzadas por los desembolsos del FMI)”.

Y agregaba: “Desde el 10 de diciembre del 2019, las intervenciones del Banco Central en el mercado de cambios hicieron que el tipo de cambio oficial subiese muy por debajo de la inflación. El dólar oficial aumentó 91,9%, mientras que la inflación en ese período fue de 138,5%. El tipo de cambio no regulado tuvo un incremento de 188,6%, dando cuenta de las distorsiones que ha introducido el Banco Central en el mercado oficial”.

No hay margen para seguir apreciando artificialmente al tipo de cambio ya que el colchón que había para hacerlo se esfumó en el Plan platita electoral del 2021 (Piccardo)

El acuerdo con el FMI incluye en una de sus cláusulas la recuperación del tipo de cambio real, o al menos que dejara de caer. Sin embargo, a poco más de un mes lejos de haber haber firmado ese compromiso, Economía y el Banco Central, han seguido el camino opuesto, y contribuyeron a alimentar la incertidumbre y la volatilidad en el mercado de cambios, con claros perjuicios para las arcas fiscales, de la entidad monetaria, los exportadores, y por extensión al resto de los agentes económicos: empresas, trabajadores y sus familias.

De ahí que Diego Piccardo, economista de la Fundación Libertad y Progreso, sostiene que “no hay margen para seguir apreciando artificialmente al tipo de cambio ya que el colchón que había para hacerlo se esfumó en el Plan platita electoral del 2021. Ahora llegó la hora de pagar la fiesta con una aceleración en el ritmo del crawling peg que emparde, aunque sea la tasa de inflación. Lo crítico de la situación es que este acomodamiento gradual del dólar se da en simultáneo con otros ajustes de precios regulados como son las tarifas, combustibles, y precios congelados que se mantuvieron pisados en el segundo semestre del año anterior”.

“Desde el Gobierno está habiendo cada vez más intervencionismo sin resultados", destaca en un informe de la Fundación Libertad y Progreso el economista Jefe Eugenio Marí (Nicolás Stulberg)

En tanto, Eugenio Marí, Economista Jefe de la entidad, agregó: “Desde el Gobierno está habiendo cada vez más intervencionismo sin resultados. Intentan controlar el tipo de cambio, los precios, las cantidades que se exportan y se importan. Pero todo el sistema está destinado a no funcionar, ya que ninguna de esas variables es definida exclusivamente por el Estado. El gran problema es que esa política económica genera costos para todos los argentinos, desincentiva la producción y la inversión. Lo que se traduce en trabajadores menos productivos y mayor pobreza”.

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