La columnista Mary Anastasia O’Grady indicó que si bien la invasión rusa a Ucrania es un factor que explica el aumento global del precio de los alimentos, no es la razón principal para entender la inflación en la Argentina.
La experta del Wall Street Journal indicó que “la guerra de Vladimir Putin contra Ucrania es una de las razones de la suba de los precios de los alimentos que ahora amenaza a algunas de las poblaciones más vulnerables del mundo. Pero está lejos de ser la única razón. En Argentina, ni siquiera es la razón principal del aumento del costo de los alimentos”.
“Los banqueros centrales y los políticos de todo el mundo quieren culpar de los altos precios de los alimentos a la situación en Ucrania. Sin embargo, hay dos componentes en la presión. El primero es el cambio en los precios relativos, es decir, que el trigo se encarece en relación con los artículos de consumo debido a la reducción de la oferta mundial. La segunda causa del aumento de los precios de los alimentos es la inflación generalizada en toda la economía”, indicó.
“El mercado es el remedio para un cambio en los precios relativos; cuanto más flexibles sean las economías, más rápido se harán los ajustes. La cura para la inflación en toda la economía consiste en corregir los errores monetarios, fiscales y normativos. Los políticos argentinos fracasan en ambos frentes”, sostuvo.
“Rusia y Ucrania son importantes proveedores mundiales de alimentos. De 2018 a 2020, según el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias, la participación de Rusia en el comercio mundial de cebada fue de más del 14% y de trigo del 24%. La participación de Ucrania en el comercio de cebada entre 2018 y 2020 fue del 12,6%, la del maíz del 15,3% y la del trigo del 10%. Casi el 50% del comercio mundial de aceite de girasol durante el mismo período provino de Ucrania”.
“La decisión del Señor Putin de atacar a su vecino ha interrumpido estos suministros. La producción rusa no se ha eliminado, pero las sanciones significan que gran parte de lo que solía ir a Occidente y a sus aliados se ha desviado a aliados del Kremlin o a partes neutrales, se ha vendido en el país o se ha almacenado. Esto presiona los precios. Mientras tanto, la producción ucraniana está desapareciendo”.
“Con menos producción mundial y la misma demanda, los precios de los productos afectados suben. El aumento de los precios del trigo significa que la harina se ha vuelto “cara” en comparación con otros artículos de la cesta de la compra de los consumidores de muchos países”.
“Allí donde las importaciones de alimentos dependen en gran medida de la ayuda exterior y las subvenciones, con la misma cantidad de dinero se compra menos. La escasez en lugares como el norte de África es inevitable a menos que los dólares de la ayuda aumenten o se disponga de más oferta”.
“Los cambios en los precios relativos del trigo, el aceite de cocina y el maíz también perjudican a los consumidores de menores ingresos en el hemisferio occidental”.
Sin embargo, “entre los exportadores de productos básicos de Sudamérica, este cambio va acompañado de una oportunidad. Perú está pagando más por la harina, el azúcar y los fertilizantes, pero como exportador de minerales y café puede beneficiarse aumentando la producción y vendiendo en el extranjero a precios favorables. Desgraciadamente, este potencial se ha visto frenado por la agenda antimercado del presidente Pedro Castillo, que ha ahuyentado a los inversores”.
“Cuando se trata de malas prácticas económicas, es difícil superar a Argentina, el granero de la región. En marzo registró una inflación mensual del 6,7%. Algunos analistas esperan ahora que la inflación de 2022 se acerque al 60%, tras una inflación de 2021 superior al 50%”.
Cuando se trata de malas prácticas económicas, es difícil superar a Argentina, el granero de la región. En marzo registró una inflación mensual del 6,7%. Algunos analistas esperan ahora que la inflación de 2022 se acerque al 60%, tras una inflación de 2021 superior al 50% (Mary Anastasia O’Grady)
“Como siempre, esta inflación es un fenómeno monetario, parafraseando a Milton Friedman. El gobierno del presidente Alberto Fernández, siguiendo la vieja tradición argentina, ha ido profundizando el endeudamiento del país para financiar su gasto deficitario”.
O’Grady cita al economista Pablo Guidotti, profesor de economía de la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires, al detallar que “desde el año 2000 el gasto público, como porcentaje del producto interior bruto, se ha duplicado, pasando del 20% al 40%. La deuda pública como porcentaje del PIB es ahora de alrededor del 100%”. “Para pagar las cuentas, el banco central imprime pesos con desenfreno, poniendo los precios por las nubes”.
“El reciente cambio en los precios relativos del trigo y otros productos agrícolas debería ser una bendición para Argentina. En un mercado libre, los precios más altos actuarían como un factor de motivación para cultivar, vender y exportar más. Al subir el valor de las cosechas, medido en divisas, la Nación también se enriquecería porque la entrada de dólares reforzaría su poder adquisitivo. Dicho de otro modo, la mejora de la relación de intercambio impulsaría el PIB”.
Sin embargo, “en lugar de subirse a la ola de los precios de las materias primas con políticas que fomenten la producción y la exportación, el gobierno está tratando de bajar los precios locales obligando a los productores a vender dentro del país”.
“La combinación de políticas para esta estrategia consiste en elevados impuestos a la exportación y cuotas de exportación que limitan la cantidad que puede enviarse al extranjero. Ambas cosas reducen las exportaciones y hacen que sea mejor no plantar o mantener el exceso de existencias en silos”.
En marzo, “el gobierno anunció que intentaría “desacoplar los precios para proteger el mercado nacional en un contexto mundial de guerra y de precios elevados y sostenidos del trigo” subvencionando 800.000 toneladas métricas de trigo a los molineros nacionales”.
“Puede que consiga, a corto plazo, abaratar el pan y la pasta para el público. Pero es un “apaño” caro y da a los consumidores menos incentivos para encontrar sustitutos del trigo, que es una forma de bajar los altos precios”.
“Estas políticas perjudican al pueblo argentino y dañan a los pobres del mundo porque disminuyen el suministro mundial de alimentos. Echemos la culpa a quien corresponde”.
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