Fines de 2019. Alberto Fernández ya había sido electo, restaba que pasen los días para asumir formalmente la presidencia de la Nación y la responsabilidad histórica le demandaba dar definiciones precisas sobre los principales problemas de Argentina y sus potenciales soluciones. Pasaron casi dos años y medio, diagnósticos inexactos, medidas ineficientes e insuficientes, y problemas agravados. Sin autocrítica sobre la política monetaria, la emisión descontrolada y el incremento del déficit fiscal, el Presidente sigue atribuyendo los aumentos a las malas conductas de empresarios.
Desde 2007 la inflación supera los dos dígitos en nuestro país. Mauricio Macri, quien antes de asumir en 2015 decía que el fenómeno del aumento generalizado y sostenido de los precios era la demostración de la “incapacidad para gobernar” y vaticinaba que no sería “un tema” durante su gestión, dejó el Gobierno con una inflación acumulada de 53,8%, la más alta desde 1991, cuando la economía empezaba a superar la histórica hiperinflación.
En este contexto, Alberto Fernández llegó al Poder Ejecutivo hablando de “inflación autoconstruida” por empresarios y comerciantes que, desde su óptica, especulaban con el contexto político, el rumbo económico que ejercería el Gobierno, y un índice de precios evolucionando al ritmo de esas expectativas.
A las pocas semanas de haber asumido, el Presidente comenzó a aplicar recetas tan viejas como ineficaces. Intentos de regulaciones de precios que se profundizarían con el agravamiento de la crisis económica, producto de la pandemia de COVID-19. Con el inicio de 2020, el mandatario anunció el lanzamiento del programa “Precios Cuidados” a raíz de aumentos “no justificados económicamente” que se habían registrado en los últimos meses de 2019 durante la transición del fin de Cambiemos y el regreso del kirchnerismo.
En aquél entonces, Alberto Fernández, decía: “Yo hablo de inflación autoconstruida, porque el Gobierno anterior decía que si ganábamos nosotros era el caos, entonces muchos por las dudas empezaron a aumentar los precios. Y la verdad son aumentos que tienen poca razón de ser. Explíquenme por qué la economía está estancada, el consumo se cae y los precios aumentan. Le van a decir: porque aumentó el dólar. Pero en los alimentos los insumos en dólares prácticamente no existen. Y si existen, es en una mínima proporción ¿Por qué aumentan de este modo? Aumentan de este modo por la historia Argentina, porque los empresarios tienen la tendencia a construir inflación solamente por expectativas. En economía lo llaman inflación autoconstruida, otros lo llamamos la inflación psicológica, porque temen que pase y dicen: antes que me pase aumento yo antes” explicó el Presidente.
Con proyecciones para este año por encima de 60% (superando la del último año de Macri), pese al acuerdo alcanzado con el Fondo Monetario Internacional (FMI), este domingo el Presidente volvió a hablar de “inflación autoconstruida”: “Está en la cabeza de la gente. La gente lee que los precios de los alimentos suben y todos los precios, suben”. En diálogo con la Televisión Pública, señaló que no quiere “quedar bien con Dios y con el Diablo”, pero sí “que la gente pueda vivir en paz y que los precios bajen”. “Hay diablos que hacen subir los precios y lo que hay que hacer es hacer entrar en razón a los diablos”, agregó y volvió a amenazar con aplicar leyes como la de Abastecimiento para obligar a empresarios y comerciantes que bajen los precios: “Vamos a seguir trabajando en medidas concretas para enfrentar el problema”, indicó.
De “inflación autoconstruida” a “diablos que suben precios”, el Gobierno insiste en que los empresarios provocan las subas sin justa causa. En ningún momento, el Poder Ejecutivo Nacional asume la responsabilidad por la política económica que implementó en estos dos años de mandato. Para Alberto Fernández, la escalada de la inflación se debe a las conductas de los privados y no a la política monetaria, el incremento del déficit fiscal y la emisión monetaria sin control.
El acuerdo con el FMI le dio al Gobierno algo de oxígeno, sin embargo para lograr desacelerar la inflación, debe reducir el déficit fiscal y la emisión monetaria para financiarlo, ya que sin control monetario la inflación continuará siendo alta. Además deberá ajustar tarifas y naftas.
La negociación alcanzada con el organismo multilateral de crédito conlleva una reducción del financiamiento monetario del Banco Central al Tesoro. En 2020 superó el 7% del PBI; convirtiéndose en un récord justificado por la pandemia. El año pasado cayó a 3,7%, pero el acuerdo dispone que esa disminución será muy profunda en 2022, ya que la emisión apenas podrá representar 1% del PBI para directamente desaparecer en 2023. Esta fuerte reducción de la emisión monetaria va de la baja del déficit fiscal. Aunque la disminución es más gradual, pasando de 3% a 2,5% este año y a 1,9% en 2023.
El programa con el FMI incluye metas exigibles de reducción del déficit fiscal y de la emisión monetaria, pese a que con el ministro de Economía, Martín Guzmán, a la cabeza, el Gobierno ha insistido con que la inflación es un fenómeno “multicausal”.
Entre las múltiples causas que considera Guzmán se encuentran el financiamiento de las políticas públicas, donde el ministro señaló la importancia de bajar la emisión monetaria pero “no llevarla a cero de golpe”; y en sintonía con Alberto Fernández atribuyó como otro factor “las expectativas” de la sociedad “que ha tenido que convivir por tanto tiempo y de forma tan errática con problemas inflacionario”. “Por eso es tan importante que se puedan alcanzar acuerdos de precios, para que funcionen como un ancla más, para que aquello que es factible desde la macroeconomía, no quede desactivado o desanclado por expectativas muy nerviosas”, dijo el funcionario luego de haber anunciado en enero el principio de acuerdo con el Fondo.
La construcción de confianza política es otro factor clave que influye en las expectativas de los ciudadanos. Y en el caso de Argentina, si bien el programa alcanzado con el FMI es bien visto por los mercados, la interna que se desató en el Frente de Todos puede dinamitar todo escenario de certidumbre en el plano de las variables económicas que alteran el ritmo inflacionario.
Certidumbre que los empresarios y los consumidores necesitan. Los primeros para invertir y los segundos para poder saber si pueden ahorrar y planificar consumos. Dos conceptos claves para que un país funcione. Escenarios difíciles de vislumbrar en un contexto en el que el kirchnerismo, el principal espacio dentro de la coalición de Gobierno, hace público su rechazo al acuerdo con el FMI y desgasta la figura del Presidente. Un Presidente que desconoce los principales problemas que provocan la suba acelerada de precios y ve a los empresarios como demonios, mientras se encamina a tener la inflación más alta en 30 años.
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