Pese a la aprobación parlamentaria, gran parte del acuerdo cerrado entre la Argentina y el FMI todavía no está claro para el referente económico de Juntos por el Cambio, el ex ministro Hernán Lacunza. Asegura que todavía no se sabe cuál es el plan a seguir para cumplir las promesas al Fondo y que el acuerdo no incluye ninguna de las soluciones para que la Argentina vuelva a crecer. Y también que traerá ajustes tanto a través de suba de impuestos como de la inflación, que no necesita una guerra sino “una solución que está dentro de un triángulo: Casa Rosada, ministerio de Economía y Banco Central”.
Cercano tanto a los “halcones” como a las “palomas” de su espacio político, minimiza esa división y admite que hay un plan económico en gestación pensando en 2023.
— La oposición siempre pidió que el gobierno muestre un plan económico o una hoja de ruta. ¿El acuerdo con el FMI cumple con eso?
— Son dos cosas distintas. Lo que hizo el Fondo, y el gobierno ha aceptado, es poner por delante una hoja de ruta y tener por fin un sendero con metas en lo fiscal, monetario y cambiario. Un plan económico es lo que hace falta para cumplir con esas metas. Y eso no está. Hay ideas sueltas, algunas hasta contradictorias, pero no están explicitadas. En el tema tarifas, por ejemplo, asistimos en forma explícita hace 45 días a una interna del gobierno. El funcionario a cargo del área dice una cosa, su superior jerárquico dice otra y la autoridad política dice una cosa los días pares y lo contrario los días impares. Qué se va a hacer con las transferencias a provincias, las empresas públicas, la tasa de interés, el ahorro fiscal, el tipo de cambio y muchos otros temas, no lo sabemos.
— ¿Las metas son cumplibles?
— Sí, pueden ser cumplibles, pero una cosa es escribirlo en un powerpoint y otra es llevarlas a cabo. Por ejemplo: dicen que se va a ahorrar por subsidios 0,6% del PBI. Con el aumento de tarifas que se anunció vamos hacia lo contrario, hacia más subsidios, es decir, más déficit. En teoría son cumplibles, no son demasiado exigentes por lo menos para los primeros dos años, en los que el gobierno se ha encargado (y el FMI le ha concedido) de conseguir metas más livianas, dejando lo más difícil de 2024 en adelante.
“A corto plazo, el acuerdo con el FMI traerá alivio cambiario pero sin resolver la inflación, a mediano plazo habrá una enorme deuda en pesos y a largo plazo no se resuelve ninguno de los obstáculos que impiden el crecimiento”
— ¿Haber conseguido metas menos exigentes es un éxito del Gobierno en la negociación del acuerdo?
— El acuerdo va a ser exitoso si los argentinos vivimos mejor y con este programa no va a ocurrir. Hasta donde lo conocemos, y si se cumplen las metas, en lo inmediato el gobierno va a tener algún oxígeno cambiario. Pero las variables nominales están creciendo de a 10 puntos porcentuales por año. En 2020 fue de 30 y pico, en 2021 fue de 40 y pico y en 2022 va a ser de 50 y pico, tanto para inflación, tipo de cambio, tasa de interés o salarios. Además, genera una deuda en pesos muy importante para el próximo gobierno, sigue la idea de procrastinar los problemas. Lo hicieron con la reestructuración de la deuda con acreedores privados, con vencimientos que se acumulan recién a partir de 2026 y 2027, y ahora lo hicieron con el Fondo. A corto plazo, el acuerdo traerá alivio cambiario pero sin resolver la inflación, a mediano plazo habrá una enorme deuda en pesos y a largo plazo no se resuelve ninguno de los obstáculos que impiden el crecimiento.
— ¿Es positivo que no se hayan exigido reformas estructurales?
— El gobierno se enorgullece porque no va a hacer ningún cambio laboral, ni impositivo, ni cambiario. Consagra eso como un éxito, como si todas esas cosas funcionaran bien. ¿Por qué vamos a crecer si seguimos con más de lo mismo? Este Gobierno ni siquiera va a poder relajar el cepo con la soja en 600 dólares.
— ¿Cómo impacta en la ejecución del programa el hecho de que el programa tenga aval parlamentario?
— El Fondo no pide el aval del Congreso, ni acá ni en ningún país del mundo. La presunta mejora en la calidad institucional que supone que el acuerdo tenga un debate legislativo, no ocurrió. El gobierno se tomó dos años y tres meses para llevar al Congreso un artículo y un powerpoint con un cuadrito con metas. Y le dio al Congreso dos semanas para discutirlo. Eso más que una mejora institucional es una emboscada política. El gobierno suele ser autónomo para las buenas noticias, las que tienen que ver con repartir. Esas las da por decreto. Pero es muy republicano para las malas noticias, que las hace pasar por el Congreso. La decisión responde a esa lógica.
— Al funcionario que tenga q aplicar estas metas, que incluso puede ser de tu partido, dentro de algunos años, le cambia algo que el programa haya sido votado por el Congreso?
— Yo creo que las autoridades económicas actuales hace dos años vieron la embestida contra las autoridades anteriores y por eso, para preservarse, buscaron el aval legislativo.
“La solución contra la inflación está en el triángulo Casa Rosada, ministerio de Economía y Banco Central. No hay que buscarla ni en los empresarios, ni en los sindicatos ni en los especuladores”
— En el debate hubo reproches fuertes contra la deuda contraída con el FMI en 2018. ¿E generó alguna autocrítica en Juntos o lo ven como parte de la emboscada?
— La autocrítica ya la hicimos, la podemos repetir todas las veces que haga falta. Entiendo que haya chicanas políticas, pero no veo el hilo argumental que lleva a que como aquel acuerdo fue malo, éste acuerdo va a ser mejor. Es un argumento muy pobre.
— El Presidente dijo “¿Dónde están los ajustes? Explíquenmelos”. ¿Hay ajustes o no en este acuerdo con el Fondo?
— Si no hay ajuste va a haber déficit, si hay déficit no va a bajar la emisión, y si no baja la emisión, va a subir la inflación. El Gobierno piensa que subir impuestos no es un ajuste, que ajustar es solamente bajar el gasto. Cuando el sector público no quiere hacer el ajuste, lo traslada al sector privado por dos vías: o le baja el gasto o le aumenta la presión a la impositiva, como hizo con Bienes Personales, retenciones y muchos otros. El ajuste se hace con impuestos legislados, como los 19 que ya aumentó este gobierno, o bien con el impuesto no legislado, que es la inflación. Hoy existe un impuesto del 4,7% mensual sobre los ingresos. Y los que menos se pueden defender contra eso son los que tienen ingresos más bajos. Ajuste no es únicamente bajar el gasto; subir los impuestos también lo es.
— ¿Qué opina de que el Presidente hable de una “guerra contra la inflación”?
— Es todo un gran error conceptual. No tiene que haber ninguna guerra sino un plan, que no empieza un día en particular porque se debe aplicar todos los días, y no hay ningún enemigo que hace subir los precios. La solución contra la inflación está en el triángulo Casa Rosada, ministerio de Economía y Banco Central. No hay que buscarla ni en los empresarios, ni en los sindicatos ni en los especuladores. La inflación del último cuatrimestre, anualizada, está en 60%. No es un problema que va a pasar, ya está pasando.
— ¿Hay alguna forma de cumplir con las metas fiscales acordadas con el FMI sin hacer ninguna baja en el gasto?
— No.
— ¿Y cómo se pueden hacer esos recortes de un modo que sea viable, social y políticamente?
— Eso lo tiene que decir el Gobierno, la política económica no es delegable. El Congreso aprueba leyes, como el Presupuesto, pero no aprueba programas económicos. Hace diez años que no crecemos, que estamos en la banquina y con el motor fundido. Tenemos impuestos altos y distorsivos, que este Gobierno aumentó y empeoró; un régimen laboral que genera cada vez menos empleo formal, un sistema de relación Nación-provincias deliberadamente discrecional para comprar voluntades. Todo está dislocado.
— ¿Hay en Juntos por el Cambio un plan económico en gestación pensando en 2023?
— Si lo hay y podría decirse que tiene 3 líneas directrices: no se puede gastar más de lo que se ingresa, la “maquinita de la felicidad” no existe y hay que vivir integrado al mundo, tanto en lo comercial como en lo financiero para poder exportar y tener crédito. Esto es lo opuesto a que haya más Estado frente a cualquier situación, actuar como si la emisión no generara inflación y “vivir con lo nuestro”, que es lo que propone el modelo actual. En esos tres pilares tenemos un enfoque contrario al kirchnerismo.
“El ajuste se hace con impuestos legislados o bien con el impuesto no legislado, que es la inflación. Hoy existe un impuesto del 4,7% mensual sobre los ingresos. Y los que menos se pueden defender contra eso son los que tienen ingresos más bajos” (Lacunza)
— ¿En esa construcción hay cambios en relación a medidas tomadas en el gobierno anterior, como el gradualismo fiscal?
— La experiencia también es tener el valor de reconocer errores y con el diario del lunes todo es más fácil. Muchas de esas decisiones dependerán de cuáles sean las condiciones iniciales, algo que hoy se desconoce. No es lo mismo si se llega a 2023 con una inercia inflacionaria del 30% que del 60%. De todas formas, lo más importante de cualquier programa económico es evitar la próxima crisis. Las contingencias siempre existen, hoy es la guerra en Ucrania, y tienen valor únicamente explicativo pero no le sirven a la sociedad que hace 45 años que vive a los tumbos. Lo que importa de un programa es que sea robusto y evite la próxima crisis. Si no logra eso, nadie lo va a tomar en cuenta.
“Tenemos impuestos altos y distorsivos, que este Gobierno aumentó y empeoró; un régimen laboral que genera cada vez menos empleo formal. Todo está dislocado”
— Se habla mucho de que en Juntos por el Cambio hay “halcones y palomas”. ¿Hay un reflejo de eso en materia económica, una línea que pide reformas más drásticas frente a otra que quiere cambios graduales?
— No. Hay un consenso en que no se puede seguir haciendo más de lo mismo. Si bien lo de “halcones y palomas” es muy seductor para los análisis políticos, y abreva mucho en la grieta, yo participo de todo tipo de reuniones técnicas y políticas de Juntos por el Cambio y no veo esas fisuras, al menos en las grandes líneas. Tampoco podemos armar un programa de tecnócratas; el plan debe incluir una visión política.
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