El índice de actividad recientemente divulgado por el Banco Central brasileño marcó una caída del 0,99% del PBI, casi cuatro veces superior a la contracción de 0,25% que esperaba el “consenso” de economistas consultados por la agencia Reuters que siguen los pasos del gigante sudamericano. Además, la entidad, extremadamente dura en su lucha contra la inflación, volvió a aumentar en la semana la tasa de interés de referencia (Selic) a 11,75 por ciento. Según la consultora Hold, la tasa podría llegar al 14% hacia fin de año.
En ese contexto, las encuestas electorales le dan al expresidente Luiz Inácio “Lula” da Silva una clara ventaja sobre el actual mandatario, Jair Bolsonaro, para las elecciones presidenciales. “La principal preocupación del electorado en octubre (mes de la elección) será nuevamente la economía: inflación de dos dígitos, bajo crecimiento y elevado desempleo son problemas concretos, y las secuelas de la pandemia y la guerra en Europa son amenazas potenciales”, dice el último informe de André Pereira César, analista político de Hold.
En Brasilia, dice el informe, se dan dos movimientos simultáneos y opuestos: un Banco Central durísimo para bajar la inflación y un Bolsonaro que anunció un pacote de bondades de tinte populista y fuerte impacto en las cuentas públicas. “Un pie en el freno, el otro en el acelerador”, resumió César.
Reflejo
Para la Argentina, un primer reflejo de lo que sucede en Brasil fue la reversión del saldo comercial bilateral, que de levemente positivo en el tercer y cuarto trimestre de 2021 pasó a un déficit para nuestro país.
El año pasado, precisó Gustavo Perego, director de la consultora Abeceb, el déficit bilateral argentino fue de USD 646 millones. Este año, solo en enero, informó a su vez el Indec, el rojo fue de USD 308 millones. “La mayor recuperación relativa argentina augura una ampliación del déficit bilateral, aunque limitada por las restricciones a las importaciones del lado argentino”, señaló Perego en un informe en el que estimó en USD 1.400 millones el rojo de nuestro país.
Es un cuadro opuesto de la primera década del siglo XXI, en la que el PBI brasileño en dólares crecía por el mayor nivel de actividad y la fuerte revaluación del real, mientras a fuerza de inflación el peso se depreciaba y volvía cada vez más “barata” la producción argentina.
El dato de enero fue el primero en rojo desde septiembre de 2021, año en que la economía brasileña creció el 4,6%, el más alto ritmo desde 2010, pero se fue debilitando, al punto de que en el cuarto trimestre el PBI creció solo 0,5% respecto del tercero.
— ¿Cuál es la situación de la economía brasileña hoy?, le preguntó Infobae a Perego.
— Está en un proceso de retracción desde fines 2021; en 2022 crecería 0,5% como mucho, debido a la decisión del Banco Central de aumentar la tasa de interés (Selic) y traer la inflación a la meta. La inflación había tocado dos dígitos, pero ya empezó un ciclo descendente.
— ¿Qué significa esto para la Argentina?
— Un real apreciado, más cerca de 5 reales por dólar, y una economía brasileña menos expansiva. La Argentina, por el tipo de comercio que tiene, no gana mucho con la revaluación del real, porque le vendemos bienes industriales, no commodities. Estamos más atados al nivel de actividad que al tipo de cambio. Brasil no va a traccionar exportaciones argentinas y sí habrá presión de ventas al mercado argentino, atenuada por el cepo. La expectativa es que el déficit bilateral aumente. En 2021, por la sequía, Brasil, que depende mucho de la hidroelectricidad, nos compró casi USD 1.500 millones de energía, algo que no se repetiría este año. Tal vez el quiebre en el mercado mundial de trigo, por la guerra en Ucrania, dé un poco más de plafond para venderle trigo, pero el principal sector de ventas es el industrial, en particular el automotor, que depende del nivel de actividad.
— ¿Podría cambiar esa perspectiva?
— Si se sostiene, el aumento de los commodities agroindustriales podría ayudar, ya que la agroindustria es el 25% del PBI brasileño. Otra parte podría venir del mineral de hierro y el petróleo. Brasil puede proveer parte del crudo que EEUU deja de comprar de Rusia y le está diciendo lo mismo a Europa. Brasil es potencia en hidrocarburos, mineral de hierro y agroindustria. Todo eso está por las nubes y podría cambiar al panorama, dependiendo de cuestiones como la zafra brasileña. Otro factor es que cuando la tasa de interés en Brasil es positiva, como ahora la Selic, enseguida, vía carry-trade, suben mucho los bonos brasileños, entra dinero y aumenta el consumo. Con commodities altos y tasa positiva podría configurarse, pero no es lo que domina ahora.
— ¿Puede un eventual triunfo de Lula en octubre cambiar esas perspectivas?
— El actual ministro de economía, Paulo Guedes, es un liberal convencido de lo que hay que hacer y la suba de la tasa de interés en un año electoral demuestra la fortaleza institucional de la política económica brasileña. Aún no no hay una certeza de que Lula vaya a ser el próximo presidente. Hay que esperar al fin del segundo trimestre para ver el verdadero escenario. Bolsonaro y Lula se necesitan; ninguno aguantaría competir contra un tercero. Y como terceros aparecen Sergio Moro y Ciro Gómes. Lula está construyendo una candidatura similar a la de 2002, achicando al PT dentro del gran acuerdo que necesita para ganar. Puede cambiar un poco el discurso, pero es el Lula paz y amor del primer mandato, ante un Congreso muy fragmentado y con una alianza de gobierno muy amplia.
— El gobierno de Alberto Fernández tiene expectativas de un triunfo de Lula. ¿Qué cabría esperar si gana, a nivel bilateral y del Mercosur?
— En economía no cambiaría mucho. Lula quiere de compañero de fórmula a Geraldo Alckmin, exgobernador de San pablo, del PSDB, que tiene un equipo económico super-ortodoxo. No tendría margen para hacer grandes cambios En el Congreso hay 30 partidos. Hay cosas en Brasil que no se tocan. En términos personales, Alberto Fernández tendría una mejor relación, porque tiene muchas dificultades con Bolsonaro, pero en Brasil no habría un cambio grande de política económica o de política exterior. Además, si miro hoy la política de gasto social de Bolsonaro, podría decir que es más populista de Lula. Sigue la misma lógica: ortodoxia económica y contención social. Una diferencia es que Bolsonaro tiene una decisión más fuerte de desestatizar, algo que Lula no propugna porque tiene el voto de los empleados públicos.
— ¿Consiguió algo Bolsonaro con su visita de febrero a Putin? Se dijo que buscaba asegurarse la provisión de fertilizantes.
— La visita fue un error estratégico. Hay quienes dicen que jugó mucho que Rusia, que no es un socio comercial importante para Brasil, apoyó en foros internacionales la posición de Brasil sobre la Amazonía. Algo de eso se vio en la actitud inicial de Brasil al principio del conflicto de Rusia con Ucrania. Pero con la invasión y la guerra volvió al eje tradicional de alineamiento con EEUU y recibió elogios de Biden. Brasil tiene un gran tema con la importación de fertilizantes y fue a buscar la posibilidad de una gran inversión con abastecimiento desde Rusia, pero fueron solo intenciones.
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