Una delegación de 14 altos ejecutivos de fondos de inversión internacionales pasó por la Argentina la semana pasada. Convocados por Eduardo Tapia, presidente del grupo AR Latín Securities, una de las principales sociedades de Bolsa locales, se reunieron con economistas, funcionarios y referentes de la oposición. Prácticamente fue la primera incursión de administradores de portafolios desde que Alberto Fernández es presidente. El regreso de los viajes confluyó en este caso con un incipiente interés que empieza a surgir en Wall Street más que por el presente por el futuro político y económico del país.
Esta visita no fue un hecho aislado. En realidad, los brokers locales reconocen que empiezan a recibir más preguntas desde el exterior por parte de bancos que quieren un poco más de información sobre el mercado argentino. No se trata de un aluvión de consultas, pero sí se nota un cambio de tendencia. De una indiferencia total desde que Alberto Fernández ganó las PASO en agosto 2019 y significó el regreso del kirchnerismo al poder a cierta curiosidad para entender cuáles son las perspectivas a futuro.
¿Cuál es la lógica detrás de este tímido cambio de percepción que empieza a notarse en relación a la situación de la Argentina? Hay varios factores que confluyen, entre los que sobresalen los siguientes:
Diferenciación positiva entre emergentes: la invasión de Rusia y Ucrania destruyó la cotización de las acciones y particularmente de los bonos de ambos países por motivos obvios. Pero también sufrieron por ejemplo las acciones chinas. Las pérdidas para los inversores resultaron enormes y eso mejoró la perspectiva que los fondos tienen sobre América latina. Además, el agregado positivo es que la región es rica en producción de alimentos y de energía. Argentina tiene en este caso un diferencial muy positivo, aún cuando el balance energético complicará la ecuación fiscal en el próximo invierno. La comprobación de un flujo creciente que empezó a mirar la región es la revalorización de la moneda brasileña superior al 15%. El dólar había tocado los 5,75 a fines del año pasado pero empezó a caer hasta casi 5 reales. El mercado local siguió de cerca este movimiento y el dólar “contado con liquidación” que había rozado los $ 230 a fines de enero cerró el viernes a $ 195. Además, los bonos argentinos recuperaron luego del impacto inicial que sufrieron por la guerra. Y las acciones sorpresivamente fueron un buen refugio en este mes de altísima volatilidad para los mercados internacionales.
El acuerdo con el FMI bajó los niveles de incertidumbre: Hasta fines de enero muchos inversores temían el peor escenario, es decir que el Gobierno decida patear el tablero con el Fondo y no llegar a un acuerdo. Pero aún con la resistencia del kirchnerismo duro se tomó el camino contrario. Aunque los mercados consideran que hay una alta probabilidad de que no se cumplan con las metas fiscales y monetarias comprometidas, alcanzó para tranquilizar el frente cambiario, reduciendo las chances de una devaluación brusca. También ayudó a disminuír la brecha entre el dólar oficial y el financiero. En el corto plazo habrá un importante alivio ya que el desembolso inicial del nuevo acuerdo será de USD 9.800 millones.
Una delegación de fondos de inversión institucionales visitó la Argentina la última semana, como no sucedía prácticamente desde mediados de 2019. Coincide con un incipiente interés de Wall Street por el mercado latinoaméricano, que aumentó su atractivo en medio de la guerra en Ucrania
Se empieza a “olfatear” un cambio del ciclo político: aunque el camino es largo, ya se empieza a mirar con más atención el escenario electoral para el 2023. Y aunque en Argentina puede pasar cualquier cosa, a nadie le pasa de largo el fuerte desgaste del Gobierno, la debilidad del Presidente y el hecho que el kirchnerismo duro haya quedado votando casi en soledad contra el acuerdo del Fondo. También resultó un dato contundente que los gobernadores se hayan plantado masivamente con una postura totalmente opuesta a la de Cristina Kirchner. Todo esto apunta a un escenario de alternancia, en el que probablemente el kirchnerismo termine siendo una fuerza minoritaria que buscaría refugiarse en la provincia de Buenos Aires. ¿Podrá la vicepresidenta sacar otro “conejo de la galera” como lo hizo al proponer a Alberto Fernández como candidato a Presidente en 2019? Nadie lo descarta pero hoy aparece como una posibilidad más bien remota. La posibilidad de que la oposición vuelva al poder o que un peronismo mucho más moderado encabezado por gobernadores de centro conforme una apuesta electoral es algo atractivo para los inversores.
Los precios de los activos argentinos siguen a precios de remate: la mayoría de las acciones aún está a una fracción de lo que valían luego del derrumbe histórico sufrido tras las PASO de agosto de 2019, con algunas excepciones como el caso de Pampa Energía. Los bonos siguen apenas por encima de los USD 30 en promedio y ya incorporan el escenario de una dura reestructuración, incluyendo fuerte quita de capital y alargamiento de plazos. Pero si la Argentina consigue una baja del riesgo país aún sin volver a los mercados internacionales, ése escenario catástrofe se disipa. Una mejora del escenario a futuro podría hacer volar a los bonos argentinos. Por lo pronto, tanto la deuda corporativa como los bonos provinciales en dólares tienen precios mucho mejores que los títulos públicos. Hay otro factor que podría mejorar el atractivo de los bonos en el corto plazo, ya que en julio empiezan a pagar un cupón más alto. Esto hará que muchos inversores empiecen a posicionarse porque los pagos semestrales en dólares pegan un salto significativo.
Aunque falta mucho, las elecciones presidenciales también aparecen en el radar de los inversores. La posibilidad de un cambio político en 2023 se empieza a ver como algo factible. Ya sea por el regreso de la oposición o por la confirmación de una liga de gobernadores peronistas con posturas más moderadas
La aceleración de la inflación no es un dato que llame especialmente la atención entre los inversores. Es más, lo ven como otro dato que erosiona aún más la base de votantes del Gobierno. Sobre todo teniendo en cuenta que en febrero la canasta alimentaria subió nada menos que 9%.
Marzo ya está jugado, más allá de la presión del Gobierno por imponer precios máximos o subsidiar el precio de la harina, a partir de un aumento de las retenciones del 31% al 33% a los derivados de la soja. Según una estimación del economista Fernando Marul, el índice se ubicará este mes en torno al 5,2%. Sobresale la suba en alimentos, en parte ahora sí gatillada por la guerra en Ucrania, también en el mismo sentido el aumento de combustibles, más prepagas, escuelas privadas y el primer incremento de 20% en luz y gas.
Las medidas anunciadas por el Presidente, como el Fondo Estabilizador del trigo y el aumento de retenciones para financiarlo, no aportan demasiadas novedades ni serán decisivas para bajar la inflación. Durante la semana habrá nuevos anuncios en la misma dirección. La “ventaja” es que posiblemente en marzo se haya registrado un “pico” y a partir de abril el índice vuelva a niveles más cercanos al 4% para luego quizás descender algún escalón adicional. No obstante, será difícil que la inflación del año no se acerque al 60%.
La inflación de marzo marcará un pico de más de 5% y ya no hay forma de evitarlo. Las próximas medidas del Gobierno no tendrán un efecto contundente, pero la idea es apuntar a una reducción gradual a partir de abril. Algo parecido a lo que ya ocurrió en 2021. La proyección del año sigue cerca del 60%
Horacio Rodríguez Larreta será uno de los protagonistas de la semana que se inicia, con un viaje programado a Europa. Las visitas previstas a Alemania y España tienen un carácter comunal, pero claramente se trata de los primeros pasos en el exterior en lo que será la larga carrera hacia las presidenciales de 2023.
El jefe de Gobierno porteño ya había estado en Wall Street a fines del año pasado, donde tuvo su primer “examen” ante inversores que buscan pistas sobre sus planes en caso de llegar a la presidencia. Si bien todavía falta mucho, sobre todo en una economía tan frágil como la Argentina, su principal mensaje es que la única manera de atacar las distorsiones que arrastra la economía y en particular la inflación es a través de un “shock”. Esto implicaría dejar atrás la fórmula del “gradualismo” que impulsó Mauricio Macri y que también intenta Alberto Fernández, en ambos casos con pobres resultados.
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