Los guarismos son iguales, pero el momento, los protagonistas, las herramientas económicas, la evaluación de los tiempos y las perspectivas políticas son diferentes.
En marzo de 2019, a 5 meses de las PASO que sellarían su suerte electoral, el gobierno de Mauricio Macri chocó con una inflación del 4,7%, la misma cifra con la que la gestión de Alberto Fernández tropezó en febrero pasado. Un 4,7% de inflación mensual implica una inflación anualizada superior al 73% e hizo sonar alarmas tanto entonces como ahora.
“Habiendo empezado a estabilizar la cuestión cambiaria, llegó el momento de traer alivio a los argentinos, que tanto esfuerzo hicieron en estos meses difíciles para todos”, decía el documento con las medidas que anunciaron el ministro de Economía, Nicolás Dujovne, el de Producción, Dante Sica, y la de Desarrollo Social, Carolina Stanley el 17 de abril de 2019, días después de conocida la inflación de marzo.
Después del acuerdo inicial con el FMI, en agosto de 2018 el dólar había tenido una segunda estampida (de $ 32 a 40), que llevó la inflación de ese mes a un pico del 6,6 por ciento. El gobierno reaccionó anunciando el aumento del crédito, antes de que el FMI lo aprobara, de 50.000 a 57.000 millones de dólares. La inflación bajó lentamente, hasta 2,8% en diciembre, en medio de un durísimo apretón monetario que llevó las tasas de interés a niveles del 70 por ciento.
Con el nuevo año, la inflación volvió a aumentar. El 5 de abril, días antes de conocerse el guarismo de marzo, el FMI había aprobado el tercer tramo del crédito, de USD 10.800 millones, llevando el total desembolsado a USD 38.900 millones. Pero el 4,7% forzó al gobierno a reaccionar con anuncios, que definió como “alivio”.
Los más importantes fueron que no habría más ajustes tarifarios y un acuerdo “voluntario” con 16 empresas de consumo masivo para congelar durante 6 meses los precios de 60 productos de la canasta básica. La lista incluía aceites, arroz, harinas, fideos, leche, yogur, yerba, azúcar, conservas, polenta, galletitas, mermeladas y bebidas, cuyas marcas tiempo después Cristina Kirchner (que en mayo anunció por Twitter la fórmula Fernández-Fernández) bautizaría como “pindonga y cuchuflito”.
Las empresas se comprometieron a asegurar la disponibilidad de los productos en 2.500 puntos de venta y centenares de funcionarios recibieron scanners de control del listado de precios, que se difundió el 22 de abril. Los frigoríficos exportadores acordaron vender 120 toneladas semanales de asado, vacío y matambre a $ 149 el kilo (contra un consumo mensual de 70.000 toneladas) y por decreto se publicaron medidas para “evitar abusos de posición dominante” y sancionar “conductas desleales o anticompetitivas”. La AFIP, en tanto, concedió un nuevo plan de 60 cuotas para pymes con atrasos tributarios.
Del lado de los ingresos, a través de tarjetas de débito asociadas a la Anses, se anunciaron descuentos de entre 10 y 25% para jubilados y perceptores de planes sociales en alimentos, ropa, electrodomésticos, materiales de construcción, viajes y turismo, una nueva ola de créditos, rebajas en farmacias y un “descuento” del 22% del gas durante el invierno, a pagar en los meses de verano, de menor consumo. Incluso peajes y telefonía celular fueron congelados hasta después de las PASO, agendadas para agosto, y se anunciaron créditos para el pago de conexiones a la red y un nuevo llamado al plan ProCrear.
La inflación volvió a bajar lentamente; 3,2% en abril, 3% en mayo, 2,6% en junio, 2,1% en julio. Pero el resultado de las PASO desbarrancó por completo el programa con un nuevo salto del dólar, que se fue a $ 60 el lunes 12 de agosto. La inflación fue del 3,9% ese mes, saltó al 5,6% en septiembre y fue amortiguada en parte por la reducción (del 21 al 10,5%) del IVA a los alimentos. En noviembre, tras la elección que consagró en primera vuelta la fórmula Fernández-Fernández, la inflación mensual seguía por arriba del 4%, piso que perforó recién en diciembre, el mes del cambio de gobierno, para cerrar el año en 53,8 por ciento.
“Veníamos bien, pero ....”
“Hasta las PASO la inflación de agosto venía por debajo del 1,5%”, dijo a Infobae un integrante del equipo económico de entonces, para quien las medidas de abril habían sido “una respuesta política, más que económica” al 4,7% de marzo, a diferencia de lo que cree necesario ahora, una respuesta más económica que política al 4,7% de febrero.
“Aquel 4,7% fue un dato fuera de tendencia, ahora hay una aceleración inflacionaria”, dijo el exfuncionario, quien recordó que en el guarismo de marzo de 2019 influyó cierto “apresuramiento” del Banco Central para bajar las tasas de interés, lo que “movió” el dólar e impactó en los precios “transables”, que sumados a los estacionales (canasta escolar, textiles) resultaron en un salto tan fuerte del índice general.
“Aquel 4,7% fue un dato fuera de tendencia, ahora hay una aceleración inflacionaria”, dijo un funcionario del equipo económico de 2019
Ahora, en cambio, prosiguió, las políticas monetaria y fiscal siguen siendo expansivas, el déficit cuasifiscal es muy grande y el gobierno se comprometió a mantener el valor real del dólar (esto es, que no se retrase respecto de la inflación) y acumular reservas. “Es una fórmula inestable”, sentenció. “Si en 2021 el gobierno tuvo 51% de inflación pisando el dólar y las tarifas, y ahora tiene que indexar el dólar y adelantar las tarifas, el programa no tiene ancla, porque la política fiscal es muy blanda y las tasas de interés reales siguen siendo negativas; no veo chances de una inflación por debajo del 65 a 70% anual”, dijo.
La inflación de febrero estuvo marcada, además, por un aumento aún mayor de los alimentos, y en particular de los productos frescos, aspecto que se agravó a partir de fines del mes por la invasión rusa a Ucrania. La guerra impactó los mercados mundiales con un fuerte aumento de los precios de los commodities agrícolas, los fertilizantes y la energía, que en el caso argentino significará, entre otras cosas, un fuerte aumento de la factura de importación de gas y hasta eventuales faltantes del fluido en los meses de invierno.
Cambio de regímenes
“El 4,7% de marzo de 2019 y el de febrero pasado no son comparables, básicamente porque ocurrieron bajo regímenes monetarios y cambiarios diametralmente opuestos: entonces había libertad de capitales, que fue lo que originó el fogonazo que llevó al crédito de 2018″, dijo por su parte Ricardo Delgado, economista de la consultora Analytica. Ese régimen se terminó con el “reperfilamiento” que anunció el gobierno de Macri sobre el final de su mandato.
Según Delgado, en marzo de 2019 seguía pesando el desarme de posiciones, iniciado en 2018, de fondos externos en retirada que presionaban sobre el dólar. Con cepo, esa presión está hoy muy atenuada, pero hay otros problemas. “Hoy estás en un escalón inflacionario más alto que en ese momento, en que ya era alto. Entramos en una meseta de entre 5 y 10 puntos de inflación arriba del 50% del último año de Macri y de 2021. Eso hace que las conductas se compliquen en un contexto en que el acuerdo con el FMI es inflacionario a corto plazo”, dijo Delgado.
“El 4,7% de marzo de 2019 y el de febrero pasado no son comparables, básicamente porque ocurrieron bajo regímenes monetarios y cambiarios diametralmente opuestos” (Delgado)
Mientras en 2019 el gobierno anunció que dejaban de subir las tarifas, ahora es lo contrario: empezarán a aumentar, el dólar subirá al menos igual que la inflación y también subirán las tasas de interés, “aunque no a niveles tan altos como en 2019″, dijo Delgado. Otra gran diferencia, resaltó, es que Macri recibió dólares frescos, que así como entraron se fueron, mientras al actual gobierno logró una refinanciación y un pequeño monto inicial para recomponer reservas.
Según el economista, el nuevo acuerdo debe atravesar un período crítico antes de lograr una reducción de la inflación. “Las noticias de marzo y abril serán muy malas, tal vez en mayo y junio se pueda volver a tasas de entre 3,5 y 4% mensual. Si el gobierno logra un cumplimiento aceptable de las dos o tres primeras revisiones del FMI, puede alejar la espada de Damocles de una crisis. Para que haya desinflación se necesitan dólares frescos; el año que viene el ajuste sigue”, concluyó Delgado.
Quedan, por cierto, las diferencias políticas. Con la coalición de Gobierno en crisis, el acuerdo actual no tiene el “consenso” que pedía el FMI y que el propio ministro de Economía, Martín Guzmán, trató de embutir en el proyecto original enviado al Congreso. Resta ver, entonces, si el gobierno tiene la convicción de aplicarlo como propio y cuáles son los resultados.
Aquel 4,7% de marzo de 2019, un mes de inflación estacionalmente alta, luce en principio menos amenazante que un 4,7% en febrero, el mes más corto y de inflación estacional más baja del año. El índice de hace tres años completó un trimestre en que la inflación fue del 11,8%. El dato de febrero pasado acumuló 8,8% en el primer bimestre que, con el envión de marzo, superaría el 14% trimestral.
Pero a diferencia del gobierno de Macri entonces, que tenía 5 meses para torcer su suerte política, y no pudo, el de Alberto Fernández tiene 16 por delante para lograr sus objetivos.
En inflación, y en todo lo demás.
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