El pico del primer trimestre le pone un piso muy alto a la inflación del año y la mayoría de los economistas ahora calcula que podría ubicarse en niveles cercanos al 60%. Sucede que a los elevados niveles que ya se esperaban desde que arrancó el 2022, se sumó el fuerte aumento de las materias primas y su impacto en alimentos y también en los insumos que utiliza la producción nacional.
El desalentador arranque en materia inflacionaria también le pega al nivel de actividad. Por eso, se consolida para la Argentina con toda nitidez el escenario de estanflación que venía arrastrando prácticamente en los últimos diez años.
Este período, que arranca en el segundo mandato de Cristina Kirchner tiene como característica principal un freno de la economía, junto a una inflación creciente. En realidad, esa tendencia es una constante en los últimos veinte años. Desde el 2003 en adelante la inflación fue subido escalón por escalón hasta llegar a los niveles actuales.
La suba récord de las materias primas que generó la invasión de Rusia a Ucrania explica sólo una parte del salto que se espera este mes y para todo el 2022. Pero aún antes del conflicto ya se esperaba un piso de 55%.
Febrero arrojó 4,7% según la medición del Indec y marzo será todavía peor: se ubicará por encima de 5%, es decir el valor más alto desde que Alberto Fernández es presidente. Se mezcla los aumentos estacionales por el inicio de clase y la vestimenta, subas puntuales en servicios públicos y en regulados como la medicina prepaga. Pero además los efectos ya concretos de la guerra: suba de los precios del combustible, alimentos y de los insumos para la producción, desde el algodón hasta el níquel o el cobre.
La inflación será superior al 5% en marzo, pero hay motivos que permiten ser medianamente optimistas para la segunda parte del año. Con salarios que se irán quedando rezagados, el margen para seguir remarcando caerá. Tampoco está claro qué pasará con los precios de las materias primas por la guerra
Miguel Kiguel, director de Econviews, alertó que la inflación anualizada del primer bimestre arrojaría el 65% y la tendencia se pondrá todavía peor al conocerse los datos de este mes.
Como ya le sucedió a Mauricio Macri en su primer año en el poder, ahora al Presidente lo único que le queda es apuntar a una desaceleración inflacionaria en el segundo semestre. Y posiblemente vuelvan a prometer que marzo “es el peor mes del año” en materia inflacionaria, como lo reiteraba Martín Guzmán en 2021. La historia se repite.
¿Existen chances reales de una desaceleración que le permita al Gobierno “soñar” con una reducción en la segunda mitad del año? Objetivamente sí, pero es probable que el proceso sea muy lento. Las principales variables que permitirían un tenue optimismo en ese sentido son las siguientes:
El impacto por la suba de los precios de las materias primas por la guerra se está sintiendo con toda su fuerza ahora. Pero no está claro si hacia delante permanecerán tan altos. Por ejemplo, el barril de petróleo pasó de USD 130 a USD 95 en solo una semana. Si esta tendencia se da también para los principales productos del agro, entonces habrá mucha menos presión de la inflación “importada”.
El programa del FMI tiene dos medidas concretas que deberían ayudar a suavizar la suba de precios. La suba de la tasa de interés para incrementar la demanda de pesos y un fuerte freno a la emisión monetaria. Pero surgen dos interrogantes. Uno es si el Gobierno cumplirá con ese compromiso de menor expansión de dinero asumido con el Fondo, algo que es complejo de conseguir este año. Del mismo modo también está por verse hasta dónde llegará la suba de la tasa de interés, que en las últimas semanas viene atrayendo más pesos para aprovechar el “carry trade”, o la fuerte ganancia de invertir en pesos con un dólar estabilizado.
La suba del dólar oficial es algo menor de lo que se venía estimando en el arranque del año. El titular del BCRA, Miguel Pesce, está devaluando a un ritmo cercano al 3% mensual, o sea menos que la inflación. Sin embargo, lo ayuda mucho la revaluación del real para no tener que acelerar todavía más la “tablita cambiaria”.’
El estancamiento que sufrirá el consumo en los próximos meses producto de la elevada inflación también actuaría como un freno para las remarcaciones. Esto también es un efecto que tarda en llegar pero podría ocurrir a medida que se acerca la segunda parte del año. Distintos indicadores muestran que de hecho la economía viene perdiendo fuerza en los primeros meses del año y los fuertes aumentos serían en buena medida los responsables. Con paritarias que se cierran al 40% anual, los salarios vienen corriendo de atrás a la inflación.
Aún en caso de que se verifique una desaceleración en la segunda parte del año, sería difícil perforar el piso del 55% que la mayoría está esperando para este año. Es decir el frenazo de la inflación a partir de mayor o junio debería tener una magnitud muy importante para quedar en el rango del 50% a 55% anual.
Existe un antecedente relativamente cercano que podría abonar esta expectativa. El primer año de Macri estuvo marcado por una elevada inflación, en particular en los primeros meses de Gobierno, en 2016.
La salida del cepo cambiario y la suba del dólar, más los aumentos de tarifas, tuvieron un fuerte impacto en el inicio de la gestión. Pero ya en la segunda parte del año se registraron índices mensuales en torno a 1% ó 1,5%, en lo que resultó una brusca desaceleración respecto a lo ocurrido en el arranque.
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