El Juez Griesa contra Putin: el fallecido magistrado que condenó a la Argentina dejó un precedente que puede costarle millones a Rusia

Debido a las múltiples sanciones económicas un default de deuda rusa es inminente. Los bonos rusos que quedarían impagos incluyen la cláusula pari passu que le costó a la Argentina una derrota legal contra los fondos buitre

El juez de la Corte del Distrito Sur de Nueva York, Thomas Griesa, falleció en diciembre de 2017

El juez Thomas Griesa, protagonista de la saga pari passu que bloqueó los pagos de deuda de la Argentina y terminó en un default de deuda en 2014, puede jugar su parte en los esfuerzos de occidente por dañar la economía de Rusia luego de su invasión a Ucrania. Y esto a pesar de que el magistrado falleció en diciembre de 2017.

Después de una década de litigio en los tribunales de Nueva York, Griesa dio por válido el argumento de Elliot Management de que una clásula perdida en el contrato de los bonos soberanos de la Argentina podría ser la vía para forzar al país a pagar bonos defaulteados en 2001 a inversores que se negaron a entrar a dos canjes de deuda. La cláusula pari passu, que establecía condiciones de igualdad para los distintos acreedores del país deudor, no había tenido relevancia alguna hasta ese momento para el mercado global de deuda soberana.

Pero de repente se transformó en la clave para volver inútiles todos los canjes de deuda imaginables, pasados y futuros, y los abogados de todos el mundo que trabajan en el sector financiero entraron en pánico. La redacción de los contratos de deuda tuvo que ser modificada en todo el planeta o, de entonces en adelante, sería imposible para un emisor soberano reestructurar su deuda. Y con ello, saldrían heridos tanto los países emisores como los acreedores que ante situaciones puntuales se quedaban sin la opción de reformar las condiciones de sus bonos con el fin de evitar quedarse sin nada.

El fallo de Griesa puso en riesgo toda la deuda soberana del mundo, por lo que el Departamento del Tesoro de los EEUU le pidió a la International Capital Markets Association (ICMA) que redacte con urgencia nuevas indicaciones para la elaboración de prospectos de bonos

La saga que enfrentó al buitre Paul Singer y al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner dio la vuelta al mundo y fue un terremoto en el mercado de deuda. Argentina estaba obligada a hacer pagos proporcionales a los tenedores de bonos que entraron a dos canjes de deuda y al minoritario grupo que decidió no entrar a los canjes.

Consciente de la capacidad destructiva de su fallo, Griesa se cuidó de aclarar que esa lectura de la cláusula pari passu sólo aplicaba a “deudores excepcionalmente recalcitrantes” como la Argentina. Pero hay dudas respecto a qué deudores pueden ser así considerados. No hay una línea clara que separe a unos de otros. Todos los emisores estaban en riesgo.

El Departamento del Tesoro de los EEUU le pidió a la International Capital Markets Association (ICMA) que redacte con urgencia nuevas indicaciones para la elaboración de prospectos de bonos. Y a toda velocidad, la organización publicó las nuevas recomendaciones en apenas meses.

El presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, era consciente de que podría sufrir sanciones. Por eso, los bonos que emite su país tienen cláusulas que permiten cambiar condiciones en casos como el actual. Pero olvidaron cubrirse frente al antecedende del fallo de Griesa contra la Argentina

Los nuevos bonos emitidos por casi todos los países del mundo ahora aclaran que la igualdad entre distintos acreedores se mantiene, pero siempre y cuando eso no implique la obligación de hacer pagos iguales o proporcionales de otras deudas externas para poder cumplir con un bono. Una cláusula anti Griesa que está, con variantes, incluida en papeles papeles como los que emitió el ministro de Economía, Martín Guzmán, en 2020. Y en tantos otros lanzados al mercado luego de la derrota legal argentina.

Sin embargo, no todos los países tomaron los recaudos necesarios. Entre los que no se preocuparon por el antecedente que dejó Griesa se cuenta, ni más ni menos, que la Federación Rusa. Un default a la Argentina no parecía un escenario probable allá por 2014 cuando el país sudamericano se veía impedido de pagar sus deudas.

Pero ahora, couna batería de sanciones tan extensa pesando sobre la economía rusa, el hecho mismo de transferir el dinero a los tenedores de bonos rusos se ve directamente impedido. Rusia está al borde del default porque quedó desconectado del botón que le permitiría pagar sus deudas. Y, además, no tiene acceso a buena parte de sus reservas internacionales en la medida en que entidades de EEUU y la Unión Europea -¡y hasta la neutral Suiza!- congelaron las cuentas del Banco de Rusia, el banco central del país.

La mayor parte de los bonos emitidos luego de 2014 tienen cláusulas anti Griesa. Los bonos rusos, aún los emitidos después de esa fecha, no incluyen esa medida de seguridad

Una medida de la inminencia de un default se puede leer en el mercado de credit default swaps (CDS), los seguros contra default que ya resultaron un gran negocio para tenedores de deuda argentina en el pasado. El precio de cubrirse contra un default de Rusia se disparó en las últimas semanas. Lo que se paga por esos instrumentos hoy sólo tiene sentido como cobertura si las probabilidades de un impago ruso fueran del 71% en los próximos doce meses y del 81% en los próximos cinco años, según cálculos de ICE Data Services citados por la agencia Bloomberg. Y como los inversores de hecho pagan esos seguros tan caros se deduce que esa es la probabilidad de default de la deuda rusa. Casi una certeza.

El periódico británico Financial Times cita en una nota una de las cláusulas de los bonos a 30 años de Rusia emitidos en 2017 -bastante después de que el mundo de la deuda había temblado por la creatividad de los fallos del difunto Griesa. En el largo prospecto del título ruso se puede leer: “Los Bonos constituyen obligaciones directas, incondicionales, no garantizadas y no subordinadas de la Federación Rusa y la plena fe y el crédito de la Federación Rusa están comprometidos para el pago debido y puntual del principal y los intereses de los Bonos y para el cumplimiento de todas las demás obligaciones de la Federación Rusa en virtud de los Bonos. En la fecha de su emisión, los Bonos tienen un rango pari passu sin ninguna preferencia entre ellos y pari passu con todas las demás obligaciones no garantizadas y no subordinadas de la Federación Rusa”.

Ninguna de las recomendaciones de la ICMA están incluidas en ese texto. Ninguna referencia a la ausencia de obligación de pagar otras deudas para poder cancelar el bono a 2037. La cláusula pari passu se puede usar contra Rusia.

Un default de Rusia abriría una oportunidad para fondos como Elliot, de Paul Singer, que contarían con la capacidad de fijar las condiciones para reestructurar esa deuda

Pero la situación es peor de lo pensado. Rusia no se olvidó de cambiar el lenguaje legal. Simplemente no quiso. Tal como explica Robin Wigglesworth en el Financial Times, desde 2014 Rusia hizo varias modificaciones a las cláusulas con las que emite deuda, algunas de ellas en preparación para soportar sanciones -por ejemplo, una cláusula que permite cambiar la moneda con que se cumplen los pagos de vencimiento- pero no tuvo en cuenta a Griesa.

Es muy probable que Rusia caiga, finalmente, en default. El último cambio de la nota rusa decidido por la calificadora de riesgo Fitch es “C”, lo que se traduce como “default inminente”. También el FMI advierte que “no es que no tenga el dinero, no puede usarlo”.

Y si cae en el impago, Rusia eventualmente deberá sentarse ante sus acreedores para reestructurar la deuda en default. Aunque la deuda rusa no cede la posibilidad de litigar en otras cortes, como si lo hace la Argentina, jueces de todo el mundo podrán escuchar argumentos de fondos como Elliot que quieran aprovechar del antecedente legal. Y bloquear pagos rusos fuera del país por décadas, de ser necesario.

La capacidad de negociación de Putin y Rusia en ese eventual proceso de reestructuración se verá, entonces, muy limitada. Y eso es un costo que se cuenta en miles de millones, como bien sabe la Argentina.

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