Stigliz volvió a apoyar a su discípulo Guzmán por el acuerdo con el FMI, pero advirtió que “Argentina inevitablemente experimentará shocks”

El premio Nobel de Economía y el codirector del Centro de Investigación Económica y Política de Washington aseguraron que el entendimiento del Fondo con Argentina “podría cambiar las reglas del juego”

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El estadounidense Joseph Stiglitz, premio
El estadounidense Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía (EFE).

Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía y mentor del ministro de Economía Martín Guzmán, y Mark Weisbrot, codirector del Centro de Investigación Económica y Política en Washington, volvieron a apoyar -implícitamente- al ministro de Economía Martín Guzmán por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero advirtieron que durante la implementación del nuevo programa “Argentina inevitablemente experimentará shocks”.

“Después de impulsar durante mucho tiempo políticas de ajuste fallidas, el Fondo Monetario Internacional ha aceptado un acuerdo que permitirá al gobierno de Argentina seguir una estrategia a favor del crecimiento. La tarea ahora será gestionar los impactos inevitables que surgirán del tumultuoso entorno económico mundial actual”, comenzaron diciendo los economistas oriundos de Estados Unidos.

Según consideraron, un nuevo proyecto de acuerdo entre Argentina y el Fondo Monetario Internacional evitó “la austeridad”. Y a pesar de que todavía está pendiente de la aprobación del Congreso de Argentina y del directorio del FMI, aseguraron que el mismo permitirá que la economía argentina crezca mientras el Gobierno sigue con sus acciones encaminadas a reducir la pobreza y bajar gradualmente la inflación.

“Con tantos países enfrentando problemas de endeudamiento por la pandemia, el FMI deberá adoptar cambios similares en sus políticas en otros lugares”, deslizaron los expertos en el artículo titulado “El acuerdo del FMI con Argentina podría cambiar las reglas del juego” y publicado este jueves en The Project Syndicate.

“El Fondo Monetario Internacional ha aceptado un acuerdo que permitirá al gobierno de Argentina seguir una estrategia a favor del crecimiento” (Stiglitz y Weisbrot)

Para los autores es “bien sabido” que el viejo modelo de austeridad no da resultado: no solo genera que la economía se contraiga e inflija un sufrimiento excesivo en la población, sino que tampoco cumple con los objetivos tan específicos de reducir los déficits y aumentar la capacidad de un país para pagar a sus acreedores.

Los defensores de la austeridad afirmaron tener éxito en algunos países, pero estas eran economías pequeñas que tuvieron la suerte de tener socios comerciales que estaban experimentando un auge en el momento en que se estaba aplicando tal austeridad, sostuvieron. Y en ese sentido, señalaron que esos “efectos derrame positivos” compensaron los recortes en el gasto público, aunque esas mismas economías podrían haber crecido aún más si no hubieran adoptado políticas de austeridad al estilo de Herbert Hoover.

“Argentina, por su parte, ha demostrado los beneficios de una estrategia alternativa, centrada en el crecimiento. Cuando se permite que la economía se expanda, los ingresos fiscales pueden aumentar rápidamente”, destacaron los especialistas. Y a renglón seguido, añadieron: “El anuncio de un nuevo acuerdo del FMI con Argentina ha suscitado algunos comentarios críticos que sugieren que hay algo en la sangre de los argentinos que hace que su país no sea digno de confianza, como si se tratase de una nación de vagos. La suposición es que la única forma de lidiar con un defaulteador serial es no tenerle piedad. De lo contrario, los gobiernos peronistas de ‘izquierda’, dilapidadores de ingresos fiscales, supuestamente van a dejar un desastre para que lo limpie la próxima gestión de centro-derecha, y el ciclo se repetirá sin cesar”.

“Esta crítica de memoria no podría estar más lejos de la verdad. Cuando el presidente de centro derecha más reciente, Mauricio Macri, asumió el cargo a fines de 2015, la deuda pública externa de Argentina era relativamente pequeña, del 35% del PIB, debido a las políticas de crecimiento y reestructuración de la deuda de los gobiernos anteriores. Luego, Macri se lanzó a pedir prestado, y se ganó el elogio de los prestamistas de Wall Street, que estaban felices de capitalizarse a las altas tasas de interés que ofrecía. No obstante, en un par de años todo comenzó a desmoronarse. Para 2019, la deuda pública externa de Argentina había aumentado al 69% del PIB”.

“Argentina, por su parte, ha demostrado los beneficios de una estrategia alternativa, centrada en el crecimiento. Cuando se permite que la economía se expanda, los ingresos fiscales pueden aumentar rápidamente” (Stiglitz y Weisbrot)

El FMI otorgó su préstamo más grande al gobierno de Macri en 2018, sin siquiera imponer condiciones para prohibir que el dinero se use para financiar salidas de capital o pagar deudas insostenibles a acreedores privados. Lo que sucedió a continuación no es de sorprender: fuga de capitales, contracción económica y una inflación vertiginosa, que alcanzó el 53,8 % en 2019″, puntualizaron.

Y en ese plano, recordaron que el mismo patrón se desarrolló en la década de 1990 bajo la presidencia de Carlos Menem: “A Menem, niño mimado del FMI, lo habían llevado a Washington y exhibido como un ejemplo de buen gobierno y formulación de políticas económicas sólidas. Pero luego de un período de endeudamiento masivo del gobierno en el extranjero, Argentina cayó en una depresión devastadora que duró de 1998 a 2002. En 2003, la gestión peronista de Néstor Kirchner pudo lograr una rápida recuperación. Lo hizo mediante la implementación de una estrategia de crecimiento de base amplia”.

De acuerdo con su perspectiva, los mercados financieros a menudo están obsesionados con la inflación y la inflación puede ser un problema para el funcionamiento de una economía de mercado. Obviamente, el presidente Alberto Fernández hubiera preferido no haber heredado una economía con alta inflación cuando asumió el cargo en 2019, pero cada gobierno debe jugar la mano que le toca y siempre habrá sacrificios difíciles de hacer en la formulación de políticas económicas, afirmaron.

En ese eje manifestaron que los programas tradicionales del FMI a menudo dejaron de lado las preocupaciones sobre su costo para las personas y la economía, la pérdida de crecimiento y el aumento de la pobreza. “Y han seguido una estrategia de tala y quema de austeridad con recorte presupuestario”.

Joseph Stiglitz junto al ministro
Joseph Stiglitz junto al ministro de Economía de la Nación, Martín Guzmán (REUTERS).

Con una inflación del 50,9% en 2021, “hay quienes insisten en que Argentina necesita un programa recesivo para controlar los precios. Pero incluso si una renovada austeridad lograra este objetivo, el remedio sería peor que la enfermedad”. En un país donde el 40% de la población ya vive por debajo del umbral de la pobreza, “ningún programa que aumente el desempleo lo suficiente como para reducir rápidamente la inflación sería sostenible o justificable”, plantearon Weisbrot y el profesor universitario en la Universidad de Columbia.

“El nuevo acuerdo de Argentina con el FMI es solo el comienzo. Pero siempre habrá quienes anhelen el viejo FMI, con sus condicionalidades contractivas, a menudo duras o procíclicas -aseveraron-. Estas políticas serían un desastre para la Argentina y el mundo. Profundizarían la brecha entre las economías avanzadas y los países en desarrollo y de mercados emergentes, lo que socavaría aún más la credibilidad del FMI, que tiene la tarea de garantizar la estabilidad financiera mundial, en un momento en que se necesitan con urgencia medidas para mejorar esta estabilidad”.

“El nuevo acuerdo de Argentina con el FMI es solo el comienzo” (Stiglitz y Weisbrot)

Los economistas reconocieron que “Durante la implementación del nuevo programa, Argentina inevitablemente experimentará shocks, positivos y negativos. Dado que el Covid-19 sigue siendo omnipresente y en vista de los conflictos geopolíticos en curso, el riesgo de incidencias negativas es real”.

Según su pronóstico, una gran incidencia negativa implicaría un menor crecimiento y mayores déficits que los que se esperan, por lo que requerirían una recalibración. En ese caso, la vieja elección de palabras del FMI, “el país ha descarrilado”, debería dejarse de usar. “La podemos cambiar por: ‘El gobierno y el FMI continúan trabajando juntos para garantizar que el país responda de manera efectiva al shock para que se restablezca el crecimiento compartido, porque solo a través de ese crecimiento se pueden lograr los objetivos acordados’. Las viejas ideas no desaparecen fácilmente (no importa cuántas veces se demuestre que son erróneas), y la reconstrucción de las instituciones es un proceso lento. Lo bueno es que el nuevo acuerdo del FMI le permitirá a Argentina abordar los desafíos que enfrenta, en lugar de atarle las manos”, concluyeron.

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