En una de las primeras e importantes reverberaciones sobre las empresas petroleras privadas del impacto de la agresión bélica de Rusia a Ucrania, la británica BP anunció la venta de su participación del 19,75% en la rusa Rosneft, otra de las grandes petroleras internacionales.
Por capitalización bursátil, BP (originalmente, British Petroleum, luego Beyond Petroleum) ocupaba a fines de 2021 el noveno puesto del ranking mundial de empresas de gas y petróleo, delante precisamente de Rosfnet (ver cuadro), ranking que encabeza la árabe-americana Saudi Aramco (Saudi Arabian-American Company).
En un comunicado, BP comunicó la venta de su participación del 19,75%, la renuncia inmediata de sus representantes al directorio de Rosneft, comenzando por la del actual CEO, Bernard Looney, y que dejará de reportar datos sobre las reservas, producción o utilidades de su antigua participación en Rosfnet.
“El ataque de Rusia a Ucrania es un acto de agresión que está teniendo trágicas consecuencias en toda la región. BP ha operado en Rusia por más de 30 años, trabajando con brillantes colegas rusas. No obstante, esta acción militar es un cambio fundamental y ha llevado al directorio de la empresa a concluir que nuestro involucramiento con Rosneft, una empresa estatal, simplemente no puede continuar. Ningún representante de BP puede seguir teniendo rol alguno en el directorio de Rosfneft. Nuestras acciones en Rosneft ya no están alineadas con nuestra estrategia de negocios y el directorio de BP cree que estas decisiones son en el mejor interés de largo plazo de nuestros accionistas”, dijo Helge Lund, en nombre de BP. También Bob Dudley, ex CEO de la firma, dejará su posición en el directorio de Rosneft.
El aumento de los precios internacionales de la energía fue uno de los pilares del poder de Vladimir Putin, a través de las grandes petroleras estatales rusas y también de la intervención de ejecutivos y empresarios cercanos al jefe del Kremlin, con los que construyó una enorme red de poder y riqueza.
Gazprom, otra girante rusa, ocupa el séptimo puesto en el ranking de grandes petroleras mundiales, y Novatek y Lukoil, también rusas, están en los puestos 14 y 18 respectivamente. Las cuatro empresas rusas en el Top 20 sumaban, a fines de 2021, una capitalización bursátil de casi USD 350.000 millones.
El poder de Rusia en materia de petróleo y gas va incluso más allá de esas cifras, al punto de competir con Arabia en cuanto a la capacidad de “mover” el precio mundial del petróleo. Además, provee cerca del 40% del consumo de gas de los países de la Unión Europea, proporción que en el caso de Alemania se acerca al 60 por ciento y lo vuelve una fuente de abastecimiento muy difícil de reemplazar a corto o mediano plazo, especialmente en los meses de invierno. “La peor metida de pata de Ángela Merkel (la excanciller alemana) fue darle la llave de la calefacción a Putin”, observó recientemente el historiador alemán Karl Schlögel, especializado en la historia de Rusia y autor del libro “El siglo soviético”.
En todo caso, la decisión de BP, la petrolera británica, es solo el primer coletazo de lo que probablemente sea un gran reacomodamiento del sector petrolero, uno de los más sensibles a las vibraciones y peripecias de la geopolítica mundial.
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