La segunda suba de tasas de interés del año que prepara el BCRA no tiene como objetivo controlar la inflación como hacen casi todos los bancos centrales del mundo. El principal sentido de la medida que se tomaría en forma inminente es preparar el terreno para acelerar la suba del tipo de cambio oficial. De esta forma, los rendimientos más atractivos en pesos deberían ser una “zanahoria” para que los exportadores se apuren a liquidar.
La aceleración en el ritmo de incremento de la “tablita cambiaria” de Martín Guzmán puede resultar contraproducente. Ocurre que el exportador tratará de demorar todo lo posible la liquidación de divisas para conseguir un tipo de cambio más alto. Para evitar que se demore esa venta de dólares durante la cosecha gruesa, es fundamental que las tasas en pesos resulten más atractivas.
Quienes recuerdan la devaluación de enero de 2014, cuando el tipo de cambio tuvo un salto de $ 6,50 a $ 8, señalan que el principal error en las semanas previas fue ir acelerando el aumento del tipo de cambio oficial pero sin tocar las tasas. De esta forma, se hizo inevitable un ajuste cambiario con un salto discreto, que es justamente lo que el actual Gobierno quiere evitar.
Alinear el tipo de cambio oficial y las tasas de interés con la inflación es uno de los objetivos del acuerdo con el FMI para empezar a “limpiar” las enormes distorsiones que acumula la economía y el funcionamiento del sistema financiero
El dólar subió a un ritmo de 1% mensual hasta las elecciones legislativas de noviembre pasado. A partir de allí se fue acelerando al 2% en diciembre y enero, pero ya desde fines del mes pasado y lo que va de febrero el ritmo de devaluación ya está superando el 2,5% y en algunas jornadas se acerca al 3% mensual.
La aceleración del dólar oficial le puso un freno al incipiente atraso cambiario. Ahora el tipo de cambio oficial está un poco más alto que antes de las elecciones, lo que implica una mejora de la competitividad para los exportadores. A esto, por supuesto, hay que sumarle la suba de la cotización de la soja y de otras materias primas que exporta la Argentina. El dólar en términos reales, sin embargo, sigue 10% más bajo que el nivel de hace un año.
Con una inflación esperada cercana al 55% (como surgió en el último Relevamiento de Expectativas de Mercado), el Banco Central precisa que se acelere la suba del tipo de cambio para evitar un atraso todavía mayor. Pero de la misma forma también requiere en forma paralela de un incremento de las tasas de interés, que vaya acompañando esa aceleración en el ritmo de devaluación.
El propio BCRA había señalado a fin de año que uno de sus objetivos era alcanzar tasas de interés real “positivas”, es decir que se ubiquen por encima de la inflación. Si bien un incremento del 40% al 42% podría no resultar suficiente, en realidad la tasa efectiva se acercaría ya al 50% anual. El cálculo de reinvertir los intereses en forma mensual a lo largo de todo el año, una práctica habitual en los bancos al invertir en Leliq.
Este mayor “alineamiento” de la inflación con la tasa de interés y la evolución del dólar oficial está en buena medida contemplada en el acuerdo con el FMI. El staff del organismo ya reconoció que resulta imposible levantar el cepo cambiario en estas condiciones, pero alienta una reducción de la brecha cambiaria. Y para ello es fundamental que se acelere el incremento del tipo de cambio oficial. Según los cálculos que manejan consultoras y bancos, el dólar debería terminar entre $ 150 y $ 160, mientras que el contado con liquidación no debería superar los $ 260. En ese caso, la brecha bajaría del 100% a prácticamente el 60%.
Otro de los elementos a tener en cuenta es que el FMI no ve con buenos ojos que el Banco Central utilice las reservas para intervenir en el mercado cambiario. Eso permitiría acumular en los próximos meses una mayor cantidad de divisas, pero la consecuencia sería una suba más acelerada del dólar oficial.
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