La Argentina es un país muy cerrado desde el punto de vista comercial y se encuentra aislado desde el punto de vista financiero. Sin embargo, hay peligros muy relevantes a nivel internacional como para pensar que no tendrán impacto alguno en la actividad local. La amenaza de una inminente guerra entre Rusia y Ucrania tiene hoy en vilo a los líderes mundiales, mientras que la perspectiva de una agresiva suba de tasas por parte de la FED para combatir la elevada inflación norteamericana significa un cambio de contexto para los mercados, en particular para los países emergentes.
El temor se apoderó de los inversores, a tal punto que en los últimos días incluso el oro le ganó la pulseada al Bitcoin y el resto de las criptomonedas, al transformarse en un refugio para los más temerosos. Pero donde más se sintió el peligro de un conflicto en Europa oriental es en el precio del petróleo. El barril ya se acerca a los U$S 100, reflejando los problemas de suministro especialmente de gas que podría suceder en ese escenario extremo.
El último dato de inflación de EEUU, correspondiente a enero, arrojó un incremento de 7,5% anual, marcando nuevos máximos en 40 años. La suba del petróleo claramente no es una buena noticia y podría demorar todavía más la reducción de ese pico inflacionario. Los grandes bancos de Wall Street se volvieron mucho más agresivos a la hora de pronosticar qué sucederá con la política monetaria de la Reserva Federal. Ahora la mayoría espera que el primer aumento sea de 0,5% y ya no de 0,25% en marzo. En total podría haber siete aumentos de tasa a lo largo de 2022 y la primera parte de 2023.
Tasas más altas
Estados Unidos tendrá tasas de interés más altas y retirará los dólares emitidos como parte del “estímulo monetario” que hizo falta para sostener la economía en medio de la pandemia. Esto significa que habrá que ofrecer condiciones más atractivas para atraer inversiones, porque se terminó la política de “tasa cero” en los grandes mercados desarrollados.
¿Qué tiene que ver todo esto con la negociación de la Argentina con el FMI? Por supuesto que la necesidad de bajar el déficit fiscal y disminuír la emisión monetaria son aspectos que están presentes mucho antes de este cambio de contexto internacional. Sin embargo, cobran ahora mucha más relevancia. Ya bastante hay con la incertidumbre a nivel global como para agregarle además la infaltable dosis local.
La Argentina dejó pasar otro “tren” en medio de la pandemia. Justamente aquella política laxa que aplicaron los grandes bancos centrales del mundo se tradujo en un gran flujo de capitales que llegaron a mercados emergentes. Permitieron a los países tomar deuda a tasas muy bajas, mientras las empresas consiguieron financiamiento muy barato para sus planes de producción.
Negociación demorada
Nada de esto llegó a la Argentina. El gobierno de Alberto Fernández renegoció la deuda con bonistas privados en 2020, pero postergó un acuerdo con el FMI y en ningún momento pudo dar vuelta esa gran desconfianza que se apoderó de los mercados por la vuelta del kirchnerismo. La mejor noticia fue el rebote de 10% que logró la economía el año pasado, pero básicamente recuperando lo que se había perdido por efecto de la pandemia.
El conflicto entre Rusia y Ucrania más la inminente suba de tasas en Estados Unidos alejará capitales de mercados emergentes. Países con alta incertidumbre como la Argentina precisan enviar señales tranquilizadoras y en ese sentido el acuerdo con el FMI es un paso fundamental
El acuerdo con el FMI ayudará a suavizar el impacto local de este escenario de mayor incertidumbre global. Las dos semanas posteriores al “principio de entendimiento” anunciado con el organismo mostraron una mayor tranquilidad en el plano cambiario. El “contado con liquidación” había rozado los $ 230 a fin de enero pero el viernes cerró a $ 216, mientras que la brecha con el tipo de cambio oficial bajó al 95%. Algunos analistas, como Juan José Pazos de TPCG Securities, proyectan que podría caer incluso a niveles de 60% a 70% a lo largo del año, si se cumple con las metas estipuladas en el acuerdo con el Fondo.
El apoyo de Juntos por el Cambio al acuerdo que se busca cerrar con el FMI fue un dato político de relevancia y ayudó a amortiguar el temblor generado por el “portazo” de Máximo Kirchner. El propio Presidente tuvo que reconocer que este apoyo resulta un “acto de sensatez”. ¿Qué decir entonces de la negativa a votar favorablemente de parte del núcleo duro del kirchnerismo?
El Presidente tuvo que volver sobre sus pasos luego de las inoportunas declaraciones que formuló durante su visita a Rusia. El encuentro bilateral con Vladimir Putin nunca debió haberse realizado, teniendo en cuenta la escalada del conflicto con Ucrania. Le guste o no le guste, la Argentina quedó tomando partido en un conflicto en el que está absolutamente al margen, generando fuertes reacciones de parte de líderes europeos y también de los Estados Unidos.
Pero además Alberto Fernández profundizó su error al señalar que Argentina debe reducir su dependencia de Estados Unidos y del FMI. Ayer a través de un reportaje radial y en redes sociales buscó enmendarlo: “El actual gobierno norteamericano, a la hora de darle un comienzo de solución al problema (con el FMI), acompañó con su voto a Argentina y eso lo valoro”. Así procuró bajar los decibeles de sus propias consideraciones, en medio de una negociación que aún no concluyó.
El avance de las negociaciones con el FMI llevó algo más de tranquilidad al mercado cambiario. En las últimas dos semanas cayeron más de 10 pesos los dólares financieros y la brecha cayó levemente del 100%. El problema central es ahora lidiar con la escasez de reservas, que afecta el acceso a los mercados de los importadores
Mientras tanto, el Banco Central apura la suba del dólar oficial, que ya crece a un ritmo de casi 40% anual. El tipo de cambio real multilateral dejó de atrasarse en las últimas semanas luego de la aceleración en el ajuste cambiario. Esta “devaluación silenciosa” está llevando al tipo de cambio de un aumento de 1% mensual vigente hasta las elecciones y que pasó al 2% en diciembre y enero a un ritmo de aumento de casi 3% mensual en lo que va de febrero.
Sinceramiento
Sincerar la cotización del dólar oficial y reducir la brecha son condiciones imprescindibles para avanzar en una salida del cepo cambiario, que sería uno de los objetivos principales del acuerdo con el FMI. Sin embargo, es impensable que esto pueda suceder antes de que asuma un nuevo gobierno a fines de 2023. También por allí hay que buscar las razones del apoyo de la oposición al acuerdo: a esta altura nadie gana con una mayor destrucción económica y social.
La caída de las reservas netas luego de los últimos pagos al Fondo no generó el impacto que muchos temían en los distintos tipos de cambio que hoy conviven. Sin embargo, obligó al Gobierno a pisar las importaciones como ya hizo en otros momentos de “stress cambiario”. Las principales cámaras empresarias manifestaron su preocupación por las dificultades para acceder a las divisas y la incertidumbre que esto genera para la producción.
La dificultad para acceder a insumos se agravará en los próximos meses los faltantes de productos. La industria automotriz es una de las más afectadas: la espera para conseguir un espejo retrovisor, guardabarros o cualquier otro repuesto en caso de siniestro puede demorar semanas o incluso meses.
El equipo económico prepara el terreno para reducir el déficit fiscal y cumplir con el rojo de 2,5% comprometido para este año. Como no alcanza con la disminución de los subsidios económicos, con el consiguiente aumento tarifario, el “trabajo sucio” vendrá por el lado de una aceleración adicional de la inflación para licuar gasto
La soja le dará una vez más una gran mano al kirchnerismo. El precio se vuelve a acercar a los USD 600 y este salto sería fundamental para contrapesar la reducción de la cosecha por efecto de la sequía que afectó a las zonas más productivas entre diciembre y enero.
Agrodólares
El ingreso de los agrodólares a partir de abril y los desembolsos del FMI, que debería devolver los USD 4.300 millones en Derechos Especiales de Giro que pagó la Argentina en los últimos meses, serán claves para ayudar en la recomposición de reservas y destrabar importaciones.
Con tiempos que se acortan, el propio vocero del Fondo aseguró que busca un acuerdo “lo antes posible”. Todavía falta develar lo más importante del futuro arreglo: por dónde pasará el ajuste para cumplir con la caída del déficit fiscal.
El aumento tarifario del 20% y la segmentación anunciada para quitar subsidios a luz y gas en los hogares de mayor poder adquisitivo del AMBA se queda a mitad de camino con el objetivo buscado. El aumento de los precios de la energía también puede impactar en las cuentas públicas, sobre todo ante la necesidad de importar gas en invierno.
La ofensiva para quitarle los subsidios al transporte a la Ciudad, extender la segmentación de subsidios a hogares de clase media y el aumento de la tarifa de agua son esfuerzos adicionales para achicar el déficit.
Sin embargo, como viene sucediendo en los últimos años lo más probable es que sea la inflación la que termine tapando el rojo de las cuentas públicas. El escenario más probable es el de una aceleración adicional de los precios en 2022, por arriba del 55%, para licuar gasto público. Es la fórmula que se viene aplicando invariablemente en los últimos 20 años y la que menos costos políticos hace pagar, aunque condena a la economía al estancamiento y finalmente a un aumento persistente de la pobreza.
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