Después de Panamá, Costa Rica, el Salvador, Trinidad y Tobago, Dominica, Granada, Antigua y Barbuda, República Dominicana, Barbados, Jamaica, Cuba, Surinam, Bolivia, Guayana, Venezuela, Uruguay, Chile, Ecuador y Perú, que fueron adhiriendo en ese orden, la Argentina es el vigésimo país de América Latina y la economía más grande de la región que se suma a la llamada Iniciativa de la Franja (o Cinturón) y la Ruta con la que China busca consolidar y expandir su peso económico y político a escala global.
La Argentina es, también, uno de los 8 países de la región incorporados al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB, según sus siglas en inglés, el idioma en que se proyectan al mundo las empresas chinas), uno de los pilares de la iniciativa, del que Brasil fue uno de los 57 fundadores.
Los otros países de la región ya incorporados al AIIB son Perú, Venezuela, Bolivia, Chile, Ecuador y Uruguay. Del listado de proyectos que el gobierno argentino dio a conocer en su visita a China, por hasta USD 23.700 millones, el AIIB financiaría la conexión en el Paso Internacional de San Francisco, un eje entre Catamarca, del lado argentino, y la región chilena de Atacama, con salida directa al Puerto de Caldera y al eje Asia-Pacífico (de allí la presencia en la delegación argentina del gobernador catamarqueño, Raúl Jalil).
Del Pacífico al mundo
China inició su expansión global en el eje Asia-Pacífico y le va sumando peso en Europa, África y América Latina, aunque no pudo penetrar el norte de América (ni Canadá, ni México, y por cierto tampoco Estados Unidos, se sumaron a su Iniciativa) y enfrenta resistencias en su propio vecindario: ni Japón ni India, dos rivales regionales, se sumaron, y es muy improbable que lo hagan.
Aunque la presencia de EEUU y China en cualquier parte del globo genere recelos, conviene, sin embargo, no extremar los análisis ideológicos. Estamos a pocos días de un aniversario que sugiere lo contrario: el 19 de febrero se cumplirán 50 años del inicio de las relaciones diplomáticas entre la Argentina y la República Popular China, durante el gobierno militar del general Alejandro Lanusse, que por entonces iniciaba también el trapicheo y la guerra de nervios con Puerta de Hierro por el retorno o no del general Juan Domingo Perón a la Argentina, un ida y vuelta en el que fungieron dos delegados, Daniel Paladino y Héctor Cámpora.
Otra particularidad argentina: fue uno de los solo 7 países del mundo –junto a Ecuador, Luxemburgo, Mongolia, Papúa Nueva Guinea, Polonia y Serbia- cuyos presidentes participaron en la “Cumbre (virtual) de las Democracias” que encabezó desde Washington el jefe de la Casa Blanca, Joseph Biden, y asistieron a la inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing, boicoteados por EEUU.
“El juego del equilibrista es posible pero amerita una destreza política y diplomática que Buenos Aires no parece aún evidenciar de manera plena”, advirtió Esteban Actis, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario y coautor del libro “La disputa por el poder global”.
En otras palabras, la incorporación de la Argentina a la iniciativa china, con su renovada promesa de inversiones multimillonarias en dólares, requiere una diplomacia activa y centrada, no frases improvisadas como la del presidente Alberto Fernández en Rusia, donde ofreció a Vladimir Putin la Argentina como “puerta de entrada” a América Latina. Algo que Rusia no pidió ni necesita: es socio de Brasil en el BRICS (por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), otro acronismo del tablero internacional, aunque no tiene ni de cerca los recursos y el peso económico de EEUU ni de China.
La prudencia es aún más aconsejable en un contexto en el que la Argentina aún negocia la refinanciación de USD 44.500 millones con el FMI, en que EEUU es el principal aportante y dueño del voto más decisivo.
La franja, la ruta, la seda, el mar y las telecomunicaciones
Ahora bien, ¿qué es la iniciativa de la Franja y la Ruta? Ya tiene 145 países firmantes y –según la describe un documento del Congreso de EEUU, que sigue de cerca estas cuestiones- incluye 3 “rutas” diferentes: una terrestre, heredera de la antigua “Ruta de la Seda”, otra marítima y otra digital. Las dos primeras buscan fuentes de abastecimiento y energía y financian e implantan infraestructura, y la última procura la expansión de ultramar de la tecnología, las comunicaciones y los servicios de China, incluida la tecnología 5G y las redes satelitales y de fibra óptica. Esta última es la que más inquieta a EEUU, que ve en Huawei, el gigante global de las telecomunicaciones, un espía digital de Beijing.
En el reciente libro “China y América Latina: Asociación estratégica integral”, publicado por el Centro Venezolano de Estudios sobre China (Venezuela es la principal base de operaciones del gigante asiático en la región), Xu Shicheng, Investigador del Instituto de América Latina de la Academia China de Ciencias Sociales, el mayor experto chino en la región, describe cuatro etapas de la relación de Beijing con América Latina.
En la primera, entre el triunfo de la “revolución china” (1949) y 1978, hubo mucha ideología y casi nulo intercambio comercial, solo USD 31 millones en 1960, y todavía USD 130 millones en 1969. Beijing proyectaba una política “tercermundista” y antinorteamericana y financiaba las insurgencias más alocadas.
La segunda etapa se abre con Deng Xiaoping, padre de la apertura y la idea de que no importa el color del gato, con tal de que cace ratones. China viró hacia un capitalismo de Estado y amplió las relaciones diplomáticas con la región.
La tercera, en buena parte durante la presidencia de Hu Jintao, período en el cual el gobierno de Néstor Kirchner se autoengañó con supuestos créditos de hasta USD 20.000 millones prometidos por aventureros que Beijing desconocía, es una etapa de “Asociaciones Estratégicas” con Venezuela (2001), Brasil (2003), Argentina (2004) y Chile (2012), crecimiento exponencial del comercio, que pasa de apenas USD 14.900 millones en 2001 a más de USD 261.000 millones en 2012, convirtiendo a China el segundo socio comercial de América Latina, e implantación de inversiones chinas en la región, hasta poco más de USD 68.000 millones.
“Sin límites ni fronteras”
La etapa actual se inaugura en 2012, con la presidencia del actual hombre fuerte de Beijing, Xi Jinping, que expandió planes previos hasta formular la actual Iniciativa de la Franja y la Ruta. Se trata, dice Xu Shicheng, el latinoamericanólogo chino, de “un proyecto incluyente, que no tiene límites ni fronteras”, bajo cuyos auspicios el comercio con la región superó los USD 320.000 millones anuales y las inversiones bordean los USD 400.000 millones. “En la actualidad más de 2.500 empresas chinas se encuentran en América Latina y el Caribe”, precisa Xu.
Del lado del rival global, EEUU, al Comando Sur del Pentágono le preocupan las actividades espaciales y extractivas, la pesca legal e ilegal y el entrenamiento militar. Otra preocupación de Washington es la presión de China para que los solo 8 de los 33 países de la región que reconocen a Taiwán dejen de hacerlo. El más reciente campo de batalla diplomático es Honduras, cuya flamante presidente, Xiomara Castro -a cuya asunción asistió la vicepresidente argentina, Cristina Fernández de Kirchner, que pronunció un flamígero discurso en el que asoció al FMI al narcotráfico- habría prometido a Beijing virar hacia la República Popular China, aunque un informe del Congreso de EEUU fechado en diciembre decía que “el equipo de transición” de Castro había asegurado que Honduras seguiría reconociendo a Taiwán.
Otra cuestión son los proyectos y las condiciones del financiamiento chino. El gigante asiático es ya el principal acreedor bilateral y tiene las reservas internacionales más voluminosas del mundo, más de 3,3 billones (millones de millones) de dólares, unas cien veces las reservas (brutas) del Banco Central de la Argentina.
China como acreedor
Un informe del servicio de investigaciones del Congreso de EEUU advirtió a mediados de 2021 sobre el meteórico ascenso de China como financista: del puesto 19 en el ranking de acreedores globales pasó al primero en 2019 (ver gráfico, arriba), y otro más reciente, del Eurasia Group, una consultora geoestratégica, destaca una incómoda particularidad de la Argentina: es el principal deudor del FMI y también, entre un grupo de 24 naciones “en desarrollo”, el principal deudor de China.
Sobre los modos chinos con los proyectos que financia, el Eurasia Group destaca el caso de Sri Lanka, cuya situación financiera depende crucialmente de un “canje de monedas” con China”, su principal acreedor a partir del proyecto portuario de Hambantota, por el cual en 2017, ante retrasos en los pagos de deuda, Sri Lanka debió ofrecer como colateral un leasing por 99 años de un puerto estratégico a la estatal China Merchants.
En tanto, un estudio de la ONG AidData, que accedió a 100 contratos chinos con países en desarrollo (10 de ellos con la Argentina), extrajo 3 conclusiones sobre los usos del gigante asiático como acreedor:
1-Contratos con cláusulas de confidencialidad extremas, al punto de prohibir al deudor revelar los términos y en algunos casos hasta la existencia del crédito.
2-Privilegio respecto de otros acreedores, con mecanismos, como cuentas bajo el control del prestamista chino de los ingresos que genere el o los proyectos que financia, y el compromiso de excluirlo de cualquier restructuración colectiva, lo que el estudio llama No Paris Club Clauses. En el caso argentino, dice el estudio, 3 de los contratos del China Developtment Bank (CDB) con el Ministerio de Economía de la Argentina incluyen cláusulas que dicen que “el deudor bajo ninguna circunstancia traerá o someterá las obligaciones de estos documentos financieros a cualquier restructuración con el Club de París o cualquier plan de reducción de deuda con el FMI, el Banco Mundial o cualquier otra institución financiera multilateral del cual el Estado (deudor) sea parte”.
3-Cláusulas de cancelación, aceleración y estabilización que brindan gran influencia sobre las políticas internas del deudor y que, aun de no prevalecer en un litigio, le limitan opciones y complican la renegociación. De los cien contratos analizados por AidData, dos dan al acreedor estatal chino Senior Status (prioridad de cobro) por sobre cualquier otro acreedor; uno es un préstamo del ICBC a la Argentina y otro uno del Eximbank chino a Sierra Leona.
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