Javier Milei se ubica ideológicamente en las antípodas de Máximo Kirchner. Pero algo emparenta a ambos legisladores: los dos ya manifestaron que votarán en contra del acuerdo que el Gobierno se encamina a firmar con el FMI. Sus motivos son bien diferentes. Para los liberales el compromiso se queda muy corto a la hora de combatir el flagelo que hace décadas sufre la economía argentina, que es alto déficit fiscal y un gasto público que crece descontroladamente. El kirchnerismo duro, al contrario, cree que se viene un nuevo programa de ajuste que sólo puede llevar a un nuevo fracaso.
Para ambos, el nuevo programa con el FMI llevará a la Argentina a una mayor pobreza. Lo triste es que tienen razón. La economía seguirá produciendo cada vez más pobres y el 2022 no será la excepción, aunque no será por culpa del Fondo Monetario.
El último dato del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que divulgó el Central arroja datos contundentes sobre las expectativas de economistas y consultoras. Se espera una inflación del 55%, lo que dejará a cientos de miles de argentinos por debajo de la canasta básica. Pero además se proyecta una recaída de la actividad económica en el segundo trimestre, que terminaría 0,3% abajo que el mismo período del año pasado. Si bien la expectativa es que la economía crezca 3% este año, casi todo el efecto está explicado por el “arrastre” quedó el 2021 y un buen arranque del 2022.
Rebote corto
En otras palabras, el rebote de 10% que permitió a la economía dejar atrás el derrumbe de la pandemia ya está a punto de quedarse sin impulso. En otras palabras, lo mejor en materia de actividad ya habría quedado atrás y sin motores reales de crecimiento. La cosecha traccionará menos que el año pasado, el consumo tenderá a decaer por la alta inflación y la inversión seguirá brillando por su ausencia.
El entusiasmo por el “principio de entendimiento” con el FMI duró un suspiro. Más precisamente un fin de semana. Los mercados festejaron que se haya evitado el peligro extremo de entrar en default con el organismo, lo que hubiera desatado una corrida cambiaria que se venía gestando las semanas previas. Pero enseguida comenzaron a “bombardear” el arreglo por demasiado duro o demasiado blando. Desde adentro y desde afuera.
Las críticas al acuerdo con el FMI llegan desde los dos extremos. Los grandes bancos y fondos de inversión de Wall Street ya anticipan un nuevo default de sus bonos en 2025 ante la falta de un programa serio. Y los kirchneristas duros consideran que el ajuste será recesivo. Ambos tienen razón
Así, el acuerdo con el Fondo corre peligro de seguir el mismo derrotero que la renegociación de la deuda de 2020. Un arranque promisorio, pero que enseguida abrió paso a la desconfianza ante la falta de señales concretas sobre un plan o un rumbo.
Con su alejamiento como jefe de la bancada oficialista en Diputados, Máximo Kirchner dejó bien en claro que la principal oposición al acercamiento con el FMI está dentro del propio oficialismo. Lo peor es que su carta de renuncia a medias (porque seguirá como diputado) no propone una sola alternativa razonable si no se acuerda.
En los círculos empresarios no hay dudas que detrás de esta decisión está Cristina Kirchner, que busca resguardar su capital político. De esta forma, supone la vicepresidenta, si la economía empeora tendrá la posibilidad de echarle la culpa al Presidente, al FMI y por qué no a Mauricio Macri, sin hacerse responsable de nada.
Ya lo hizo cuando habló de “funcionarios que no funcionan” a fines del 2020 y con la carta posterior a las PASO, cuando apuntó contra Martín Guzmán por el ajuste de la primera parte del año, que según ella fue el responsable de la dura derrota electoral. Lo que olvidó de mencionar es que el dólar que había tocado los $ 200 en octubre de 2020 se hubiera espiralizado si no se adoptaban medidas urgentes de moderación monetaria y fiscal.
No ajuste
Esta lógica del “no ajuste” se choca con las críticas que apuntan en la dirección contrario, es decir aquellas que insisten en que se trata de un arreglo demasiado liviano o “light” que no arreglará ninguno de los problemas que arrastra la Argentina. “El Fondo debería pensarlo de nuevo”, concluyó un editorial del Financial Times. El diario de negocios más influyente del mundo criticó duramente en el artículo ya no l Gobierno sino al Fondo por no exigirle a la Argentina un programa serio que permita a una recuperación sostenida. Otros grandes medios internacionales como el Wall Street Journal y el Washington Post también apuntaron sus críticas en esa dirección. “Argentina es un país adicto a las drogas y el FMI es el proveedor”, concluyó este último.
Nadie pudo explicar aún por qué Alberto Fernández eligió la tribuna con Vladimir Putin para salir a criticar a los Estados Unidos y el FMI. Se trata de uno más de los tantos errores históricos de parte del Gobierno en materia geopolítica, que no hace más que acentuar la desconfianza de los inversores
Estos editoriales reflejan además la postura negativa de los grandes bancos y fondos de inversión de Wall Street. Todos ellos tienen grandes cantidades de bonos reestructurados de la deuda y aceptaron ingresar al canje efectuado por Martín Guzmán en 2020. Las principales condiciones del acuerdo con el Fondo terminaron de confirmar los peores temores: la deuda argentina que tienen en sus manos es impagable. Puesto de otro modo: se “salvaron las ropas” con el FMI, pero se avanza hacia un nuevo default con los bonistas privados.
Moody´s también divulgó un extenso informe que llega a la misma conclusión. La calificadora de riesgo consideró con un “alto grado de probabilidad” que la Argentina no podrá hacer frente al pago de su deuda, aunque no ocurrirá en el cortísimo plazo. La fecha límite es 2025. Si no ocurre un verdadero milagro para ese momento, el próximo gobierno no tendrá otro remedio que avanzar en una reestructuración aún mucho más agresiva que la efectuada por Guzmán hace un año y medio. Incluyendo un alargamiento de plazos y fuertes quitas de capital.
Mauricio Macri le dejó el default servido en bandeja a Alberto Fernández y éste devolverá las gentilezas. El FMI es cómplice: con el acuerdo le tendió un puente para llegar como sea hasta el 2023. Sin reservas en el Central, una inflación superior al 50%, altísima brecha cambiaria y con la confianza por el piso. Como le gusta repetir a Carlos Melconian, se trata apenas de “aguantar” y rezar para que no se produzca un estallido.
La postergación de vencimientos con el FMI le tiende un “puente” a Alberto Fernández para llegar al final de su mandato y evitar una crisis cambiaria de grandes proporciones. Lo mismo había hecho el FMI cuando aprobó un préstamo récord de U$S 57.000 millones a Mauricio Macri en 2018
Las lecturas más en profundidad del contenido del acuerdo marcan además importantes incongruencias. Una de ellas es que el freno a la emisión monetaria es mucho más violento que la pauta de reducción del déficit fiscal. Esto implica que el endeudamiento del Tesoro deberá acelerarse dramáticamente, a fuerza de suba de la tasa de interés y de desplazar del crédito al sector privado.
Además, no está claro cómo se le pondrá el “cascabel al gato”, o sea cuáles serán los pasos para bajar el déficit como exige el FMI, aún cuando de pasar del 3% al 2,5% de rojo primario este año luce cumplible. Y lo mismo el descenso a 1,9% que se propone para 2023.
Subsidios
El Gobierno y el FMI le apuntan casi exclusivamente a los subsidios energéticos. Como primer paso es inminente el aumento del 20% en febrero para la electricidad. Desde la secretaría de Energía proponen un polémico sistema de segmentación para que los barrios más acomodados del AMBA y los countries paguen tarifa plena, cuando hoy el subsidio llega al 65% del valor. Pero el atraso tarifario y el aumento de los subsidios en los últimos dos años son tan grandes que no alcanzará con estas correcciones para atacar el déficit. Como no hay hay margen política para avanzar con otro tipo de recortes, las alternativas serían dos: más aumentos de impuestos o una escalada mayor de la inflación, que ayude a compensar con más recaudación nominal la falta de recursos. Este año no habrá ingresos excepcionales, como lo fue el impuesto a las grandes fortunas en 2021 y la recaudación récord por los altos precios de la cosecha vía pago de retenciones.
Las desafortunadas expresiones del Presidente en su paso por Rusia no hicieron más que agravar los problemas ya de por sí serios que enfrenta la Argentina. El embajador alemán en la Argentina resumió perfectamente la lectura de Europa en relación a esa visita de Estado: “Obviamente no es el momento más oportuno para fortalecer la amista con un país que abiertamente amenaza estados soberanos con guerra”.
Pero lo más insólito fueron las duras críticas de Alberto Fernández a la dependencia de Estados Unidos y el FMI, justo en medio de la negociación y nada menos que desde Rusia. No quedan dudas que el principal escollo del Gobierno no es la oposición, ni Wall Street, ni los medios internacionales. El enemigo está adentro.
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