El principio de acuerdo del gobierno con el FMI que, según enfatizó la número dos del organismo, Gita Gopinath, incluye una reducción de subsidios, puso en el ojo de la tormenta la cuestión de las tarifas eléctricas y del gas, uno de los puntos que precipitó la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque oficialista en la Cámara de Diputados y detonó una nueva crisis en la coalición de gobierno.
Menos observado pasó un aspecto tan o más decisivo: el costo en divisas de la política energética a través de la importación de gas y, en el pico invernal, combustibles líquidos como fuel oil y gas oil.
La balanza comercial energética del país, que en 2020, un año híper-recesivo, fue positiva en USD 900 millones, pasó en 2021 a un déficit de USD 700 millones y en 2022 el rojo podría llegar a unos USD 3.000 millones (Montamat)
La balanza comercial energética del país, que en 2020, un año híper-recesivo, fue positiva en USD 900 millones, pasó en 2021 a un déficit de USD 700 millones y en 2022 el rojo podría llegar a unos USD 3.000 millones, dijo Daniel Montamat, presidente de la consultora energética Montamat & Asociados, ex-secretario de Energía y expresidente de YPF.
Se trata de una sangría para un país exangüe de divisas, al extremo de que algunas consultoras estiman que las reservas internacionales netas (restados conceptos como los encajes de depósitos bancarios y un canje de monedas con China) y líquidas (restadas, por caso, las tenencias de oro) del Banco Central (BCRA) son ya negativas en torno de USD 500 millones. El propio FMI expone la extrema debilidad de la posición argentina en su template estadístico, de ahí su principal coincidencia con el ministro Martín Guzmán: la necesidad de fortalecer las reservas del BCRA, para lo cual “devolverá” unos USD 4.500 millones que la Argentina le pagó en los últimos meses (con fondos que, a su vez, le había enviado el FMI).
En estas cuentas el gas tiene peso decisivo. A partir de los ‘80s, con el hallazgo y producción del yacimiento Loma la Lata, la Argentina se transformó en un fuerte productor pero, más aún, en un gran consumidor de gas natural, combustible al que se volcaron las centrales térmicas, sobre el que se montaron el complejo y el parque automotor del GNC (Gas Natural Comprimido) y que alimentó el consumo residencial, comercial e industrial de los principales centros urbanos del país.
Las cuentas
La infografía adjunta, en base a datos del Instituto Argentino de Energía General Mosconi y de Ieasa (Integración Energética Argentina SA, sucesora de Enarsa), la firma de raíz estatal a cargo de las importaciones, muestra las compras y ventas externas por gasoducto, desde Bolivia, y en forma de GNL (Gas Natural Licuado) en barcos “metaneros” que lo traen líquido (proceso que exige temperaturas cercanas a los 200 grados bajo cero) para regasificar en plataformas móviles en los puertos de Bahía Blanca y Escobar antes de “inyectar” al sistema de gasoductos nacionales.
Son números importantes: entre 2010 y el año pasado, el comercio exterior de gas dejó a la Argentina un saldo negativo de USD 34.127 millones, en gran medida por las compras de GNL a traders internacionales que lo traen desde países como Qatar, Trinidad & Tobago, Argelia y Egipto.
Qatar, Australia y EEUU son los tres principales exportadores mundiales de GNL
Qatar, Australia y EEUU son los tres principales exportadores mundiales de GNL, mercado que creció fuertemente en la última década y asistió a la emergencia de EEUU como gran vendedor, a partir de la llamada “revolución del shale”, dijo a Infobae Roberto Carnicer, director del Instituto de Energía de la Universidad Austral.
La segunda parte de la infografía, con los precios promedio, por millón de BTU (British Termal Unit, unidad calórica usada internacionalmente) muestra el fortísimo aumento del precio internacional del GNL, ya convertido en un commodity
Para la Argentina el valor de las importaciones de gas, tanto por gasoducto como de GNL, más la compra de combustibles líquidos como gasoil y fueloil se duplicaría, de cerca de USD 2.000 millones en 2021 a más 4.000 millones este año, coinciden diversos analistas. Esos números, a su vez, dependen de que Bolivia se arrime al pedido argentino de enviar de enviar no menos de un promedio mensual de 8 millones de metros cúbicos a lo largo del año y 14 millones en los meses de invierno. De lo contrario, el GNL engrosará aún más la cuenta.
En ascenso
En 2020, con precios de la energía por el suelo, el promedio del GNL importado por la Argentina por millón de BTU fue de USD 2,96, pero en 2021 fue de USD 8,33 y acelerando, al punto de que en la última ronda de licitaciones Ieasa debió pagar USD 13,80 por millón de BTU. Peor aún, el precio actual es de entre USD 21 y 24 y la propia Secretaría de Energía, en su informe técnico para la reciente audiencia pública sobre el precio del gas, estimó que para el próximo invierno el país deberá pagarlo 25 dólares, USD 23,7 de precio internacional y un costo de regasificación de USD 1,3 por millón de BTU.
En 2020 el precio promedio de las importaciones de GNL fue de USD 2,96 por millón de BTU, en la última ronda de licitaciones de 2021 fue de USD 13,80 y para el próximo invierno Energía proyectó un costo total de 25 dólares
No es casual que en 2021 Ieasa haya sido la agencia cuya cuenta de subsidios más aumentó: según un informe de la Asociación Argentina de Presupuesto Público, las transferencias corrientes del Tesoro pasaron de $ 46.897 millones en 2020 a $ 141.892 millones el año pasado, un aumento del 205%, y las de capital, de $ 16.096 millones a $ 75.134 millones, un salto del 367 por ciento.
Detrás de semejantes sumas estuvo el déficit energético: las exportaciones aumentaron 45% en valor (aunque cayeron en volumen físico) y las importaciones aumentaron 121% en valor, empujadas tanto por los precios como por las cantidades importadas. Además, la situación se deterioró mes a mes: en diciembre el aumento interanual de las importaciones energéticas fue del 392%, precisa el “Informe de Tendencias Energéticas Enero 2022″ del IAE General Mosconi.
Las perspectivas para 2022 se agravan por el punto muerto al que llegó la negociación con Bolivia. Según el contrato original con el país del altiplano, firmado en 2006 por el entonces presidente Néstor Kirchner, de 2010 a 2026 Bolivia debía suministrar a la Argentina 27,7 millones de metros cúbicos por día, pero sucesivas adendas fueron achicando la cifra. El contrapunto actual es entre los 14 a los que aspira la Argentina para los meses de invierno y los de 8 a 10 de máxima no asegurada que, según YPFB, la empresa estatal boliviana, puede satisfacer el país vecino después de colmar el consumo interno y cumplir con un cliente de mayor peso: Brasil.
Lejos están las grandilocuentes cifras del acuerdo de 2006 y las demandas del gobierno de Evo Morales, que a fines de 2013 conminó al entonces ministro de Economía argentino, Axel Kicillof, a pagar cuentas atrasadas so pena de cortar el suministro (Juan Carlos Fábrega, entonces titular del BCRA, le sacó las papas del fuego). La advertencia se reiteró a fines de 2015, al recién entonces asumido gobierno de Mauricio Macri, porque Kicillof había dejado de pagar la cuenta del gas en la segunda mitad de ese año. La rápida solución a la mora hasta derivó en amable confraternidad futbolera entre Macri y Morales. Altri tempi.
Estacionalidad
La estacionalidad es clave. El siguiente gráfico muestra cómo en los meses de invierno de 2021 debió importarse GNL, Gas Oil (GO) y Fuel Oil (FO), tan caros pero más contaminantes, estos últimos para alimentar centrales térmicas a las que se les retacea el gas para satisfacer el consumo residencial.
El problema se agravaría en 2022, en especial si viene un invierno duro, escenario que no excluiría cortes al consumo industrial
El problema se agravaría en 2022, en especial si viene un invierno duro, escenario que no excluiría cortes al consumo industrial, a contramano de la prioridad de “proteger la recuperación de la economía” que argumentaron el presidente Alberto Fernández y el ministro Guzmán al presentar el preacuerdo con el FMI.
La insuficiencia de gas y la sangría de divisas choca con los reportes oficiales que, mes a mes, destacan aumento de la producción gasífera de Vaca Muerta, la joya energética argentina. Sucede que el país no tiene la infraestructura de transporte (gasoductos) suficiente para mover el aumento potencial de la producción a los grandes centros de consumo.
A poco de asumir, el actual gobierno -dice Montamat- frenó el proyecto para licitar el primer tramo de un nuevo gasoducto troncal desde Neuquén (sede del grueso de la producción de Vaca Muerta), a Saliqueló. Luego se dio cuenta de que los caños viejos (Neuba 1 y 2) ya no alcanzan, sobre todo en invierno, relanzó el proyecto y le busca financiamiento, en particular de China.
El crecimiento del mercado mundial del GNL y los altos precios mundiales son como una lluvia de sopa que nos agarró con un tenedor en la mano (Carnicer)
El problema, según Montamat, es que ningún gasoducto se hace para usar solo en invierno. Sería como tener un hotel con muchas habitaciones vacías. Todo sería más sencillo con estabilidad, costos financieros accesibles y contratos de exportación a largo plazo para aprovechar a full Vaca Muerta y exportar durante nuestro verano a clientes del invierno boreal. Pero el país no se preparó para lograrlo.
“El crecimiento del mercado mundial del GNL y los altos precios mundiales son como una lluvia de sopa que nos agarró con un tenedor en la mano”, ilustra Carnicer.
“Ahora dicen que todo lo financiará China, pero los chinos no regalan nada. Si hubiera demanda, todo esto lo haría el sector privado y se repagaría con el peaje por el uso de los gasoductos. Es una locura querer pagar todo con fondos públicos”, explica un Montamat escéptico de que el acercamiento que intentó Fernández en Rusia, por caso, le vaya a servir de mucho a la Argentina. “Ellos no están tanto en el mercado del GNL, su negocio es venderle por gasoducto a Europa”, explica
Lejos quedó el proyecto de mega-contrato de la Argentina con Qatar, un supuesto intercambio de “alimentos por energía” de USD 50.000 millones a 20 años, impulsado por el entonces ministro de Planificación, Julio De Vido y que generó visitas recíprocas de la familia real qatarí a la Argentina y de Cristina Fernández de Kirchner (CFK)) a Doha, la capital qatarí.
En enero de 2011, CFK se reunió con Hamad bin Khalifa al-Thani, el entonces jeque de Qatar (quien había depuesto a su padre en 1995, en un golpe palaciego) y con la jequesa Mozah bint Nasser al-Missned, a la que buscó interesar, según consta en los discursos, en la industria argentina del diseño, la moda y el cine, presentándole a su hija, Florencia, como joven cineasta.
Los al-Thani regían (y rigen) Qatar desde 1868, pero CFK no se privó de intercambiar cuitas de pobreza y en un discurso ante el Emir, señaló: “Él me contaba que cuando era muy pequeño venía al colegio en su camello o en su caballo y venía descalzo y me miró a mí y me dijo: ‘Y usted, seguramente, cuando iba también al colegio en su país, no había democracia, había dictadura, y mire lo que hemos avanzado’ ”.
Ya entonces, sin embargo, las diferentes trayectorias gasíferas eran inocultables: entre 2003 y 2010 las reservas argentinas habían caído a la mitad y las qataríes aumentado 400%. De ahí que Qatar sea hoy el principal exportador mundial de GNL y la Argentina un raro caso de país gasífero que en invierno importa más por GNL, de decenas de miles de kilómetros de distancia, que por gasoducto.
Tal vez el único saldo de aquel espasmo diplomático haya sido el voto de la AFA, entonces regida por Julio Grondona, a favor de que el mundial de Fútbol 2022 se realice en Qatar, como finalmente ocurrirá desde noviembre.
Divergencias
Las divergencias son más de fondo y se proyectan al presente. El lunes 31 de enero, mientras el presidente Alberto Fernández alistaba su viaje a Moscú, donde al día siguiente le ofreció a Vladimir Putin, la Argentina como “puerta de entrada” a una mayor presencia rusa en América Latina, el actual Jeque de Qatar, Tamin bin Hamad al-Thani, quien sucedió a su padre en 2013, departía en la Casa Blanca con el presidente de EEUU, Joseph Biden, celebrando la incorporación de Qatar como nuevo “aliado extra-OTAN” de Washington, condición casi olvidada de la Argentina.
El objetivo en que coincidieron Biden y al-Thani, en plena tensión bélica entre Moscú y la OTAN por una posible invasión de Rusia a Ucrania, fue quitarle fuerza al “arma del gas”
El objetivo en que coincidieron Biden y al-Thani, en plena tensión bélica entre Moscú y la OTAN por una posible invasión de Rusia a Ucrania, fue quitarle fuerza al “arma del gas” rusa, gran abastecedor de Europa vía gasoductos, aumentando las colocaciones de GNL de las propias EEUU y Qatar y otros aliados occidentales, como Australia.
Una movida de la “diplomacia del gas”, en la que el gobierno argentino sigue jugando a los dados.
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