El acuerdo técnico que llegaron sobre la hora del vencimiento de un pago de deuda el Gobierno y el Fondo Monetario Internacional dejó explícito cuál será el esqueleto de medidas de política económica que deberá llevar adelante la Argentina en los próximos dos años y medio para poder refinanciar el préstamo que consideró fallido de 2018. De inmediato a darse a conocer los lineamientos del entendimiento, comenzaron los análisis, los cuestionamientos -la gran mayoría internos- y las dudas sobre qué posibilidades tiene el país de poder cumplir con los tres puntos centrales a los que se comprometió con el organismo, esto es: a bajar su déficit sostenidamente, a eliminar casi a cero la asistencia que recibe el Tesoro desde el Banco Central y a acumular reservas.
A poco más de una semana de cerrada la primera etapa de la negociación, las conversaciones virtuales entre Buenos Aires y Washington adquirieron ahora un tono efectivamente técnico, y dejó de lado el primer empujón “político” que necesitaron desde ambas orillas para abrochar un primer acuerdo, aunque sea preliminar. Ese primer anuncio despejó algunas dudas pero dejó otras.
El esqueleto del acuerdo con el FMI prevé una baja del déficit sostenida, a eliminar casi a cero la asistencia que recibe el Tesoro desde el Banco Central y acumular reservas
Las que despejó: cuánto durará el programa y cuánto tiempo tendrá el Estado para devolver el préstamo, que no habrá finalmente reformas estructurales como parte de las políticas de condicionalidad del Fondo y que habrá un sendero gradual para retomar el equilibrio en las cuentas públicas. Las que no despejó por el momento: cómo serán las revisiones trimestrales, cómo estará diagramado el calendario de desembolsos desde Washington, cuál será la política de subsidios y si habrá metas exigibles en ese punto, cuánto deberán incrementarse las reservas más allá de 2022 y qué acciones concretas buscará el Gobierno en acuerdo con el FMI para reducir la brecha cambiaria.
Luego surgieron dudas sobre qué posibilidades tiene el país de cumplir efectivamente el acuerdo y, dentro del propio oficialismo, si un programa de estas características no conmina al Frente de Todos a perder las elecciones en 2023, una idea que fue explicitada por la economista y ex diputada nacional, cercana a Cristina Fernández de Kirchner, Fernanda Vallejos, bajo el argumento de que un recorte del gasto, de los subsidios y del financiamiento monetario impactaría en la actividad económica y en los indicadores sociales.
El resultado de las conversaciones con el staff del FMI provocaron un cisma en el oficialismo, con la renuncia a la jefatura del bloque de diputados de Máximo Kirchner, el cual todavía no tiene onda expansiva definida, a semanas de que el memorandum final que se firme con el Fondo llegue al Congreso para su aprobación.
Qué impacto se espera en la economía
Un grupo de analistas de consultoras privadas, entre ellos algunos con mayor cercanía al oficialismo, opinaron ante Infobae sobre dos preguntas que funcionaron como pivote: por un lado, si efectivamente un programa como el que acordó el Gobierno tendrá un efecto negativo tal en la economía y los indicadores sociales que pondría en riesgo las posibilidades electorales en 2023 y, por otro, qué tan cumplible lucen las metas que ya se conocen, cuando aún falta definir la letra chica.
Para Martín Kalos, director de la consultora Epyca, “primero es clave analizar las opciones. Nadie quiere tener un acuerdo de pago al FMI que te condicione las políticas. Pero algún acuerdo había que tener, sino entrabas en alguna versión de default con el FMI que te deja afuera de cualquier financiamiento que te permita crecer para generar empleo, obra pública, aumentar la productividad”, consideró. “Como repudiar la deuda no era una forma de solucionar el tema, entonces la opción de no acordar agravaba la crisis, y eso generaría más inflación y más pobreza, devaluación. Ese tiene que ser el punto de partida para evaluarlo”, dijo.
Algún acuerdo había que tener, sino entrabas en alguna versión de default con el FMI que te deja afuera de cualquier financiamiento que te permita crecer para generar empleo, obra pública (Kalos)
En un sentido similar, Soledad Pérez Duhalde, economista y directora de operaciones de Abeceb, “sin acuerdo la situación social y económica era mucho más desfavorable. Inevitable hubieras tenido un salto devaluatorio, un cepo con más impacto en la actividad, más inflación y más impacto en los indicadores sociales. Es cierto que todavía no conocemos la letra chica, hay que leerla. Por lo que se da a entender, la realidad es que este acuerdo es bastante razonable. Habrá que ver si con vistas a las elecciones no tiran todo por la borda, pero es mejor tener un acuerdo que no tenerlo”.
En tanto, Camilo Tiscornia, economista de C&T Asesores Económico, opinó que “el programa para este año tiene un impacto sobre el crecimiento, como todos los planes del FMI, que son una combinación de suba de tasa de interés y menor expansión fiscal. Esas cosas te llevan a que la economía esté más ‘achanchada’. Muchas veces el programa del FMI pide una devaluación para recuperar competitividad y exportar más, acá el Gobierno se resiste a eso que podría compensar una suba de la tasa. Por otro lado tampoco queda claro que pueda bajar esa tasa después por una caída de la ‘percepción de riesgo’”.
Nicolás Zeolla, economista jefe de FIDE (Fundación de Investigaciones para el Desarrollo, que tiene como una de los fundadores a la actual titular de AFIP Mercedes Marcó del Pont), consideró que el impacto que tendrá el programa en la economía “depende el escenario de crecimiento que tomes. En el escenario base (que incluye acuerdo en tiempo y forma y en la estructura que más o menos se presento), un crecimiento el 4,5% o 5% es razonable y cumplible. Es un crecimiento moderado”, dijo a Infobae. “En cuanto a lo social, una de las características del acuerdo es el cumplimiento de la fórmula de movilidad previsional. La misma prevé un crecimiento real de jubilaciones en 2022, especialmente durante la primera mitad del año”, afirmó.
Por su parte, Sergio Chouza (consultora Sarandí) dijo que “es difícil estimar” cuál será el impacto del programa consensuado en la economía. “En materia del PBI colisionarían el efecto contractivo de una mayor tasa de interés con el efecto expansivo de un anclaje de expectativas y mayor disponibilidad de dólares. El saldo es difuso”, dijo. “Por el contrario, sin programa con el FMI se podría precipitar un fogonazo inflacionario si no lográs anclar las expectativas en un contexto macro muy delicado y con poca credibilidad sobre la potencia de las herramientas macro que tenés disponibles”, mencionó.
Sin acuerdo la situación social y económica era mucho más desfavorable. Inevitable hubieras tenido un salto devaluatorio, un cepo con más impacto en la actividad y más inflación (Pérez Duhalde)
Florencia Fares, economista de la Universidad de San Martín (Unsam) destacó que “los impactos siempre deben evaluarse en los distintos plazos que tiene la economía. No me parece un ajuste brutal, que era lo que se esperaba que fuera la posición del Fondo”. “Si lográs que entren capitales y se sostenga el sector exportador (y mucho mejor si podemos exportar más), la economía puede crecer y reducir la pobreza, sin recaer en una crisis de balanza de pagos. Si cumplís lo que prometiste en tus metas, ganás credibilidad y eso te da impulso para continuar tu programa”.
En tanto, Andrés Asiain, director del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO), opinó que “el problema no está tanto en las metas sino en que no despeja incertidumbre y riesgo de default al atar los pagos a metas trimestrales cuyo cumplimiento depende de cuestiones internas y externas que no dependen del Gobierno. Una suba de la tasa de interés internacional que baje el precio de las materias primas va a poner en crisis la meta fiscal y las reservas”, ejemplificó.
Qué tan cumplible es el acuerdo
Los economistas se dividen entre las dudas por las condiciones externas que podrían poner presión al cumplimiento de las metas trimestrales, algunos puntos contradictorios entre sí pero también la gradualidad que está implícita en los objetivos incluidos en el set de políticas macroeconómicas consensuadas con el FMI.
Para Fares “si la reducción del déficit fiscal puede repetirse en 2022 depende más de la política que de la economía. Con anterioridad a 2019, la economía venía con un ciclo serrucho. Los años pares decrecíamos, lo impares crecíamos (alineado al ciclo político electoral). Si pasada la pandemia impera la misma lógica, entonces este año hay más probabilidades de que se alcance la meta propuesta. La gran pregunta que nos queda es qué pasará al año siguiente cuando tengamos elecciones presidenciales. La pelea en 2023 va a estar enfocada en el gasto, pero un exceso de gasto pone en jaque el programa de estabilización. Para disminuir la probabilidad del fracaso del plan, se va a tener que acordar el manejo de las tarifas y subsidios, enfocándose en los sectores más vulnerables”, consideró.
El programa para este año tiene un impacto sobre el crecimiento, como todos los planes del FMI, que son una combinación de suba de tasa de interés y menor expansión fiscal (Tiscornia)
Un informe de Abeceb analizó que “en lo que hace a 2022, aceptó bajar el déficit fiscal primario medio punto más respecto de su propuesta inicial (a 2,5% vs 3,0% del PBI), número que en principio supone una modesta baja de medio punto respecto del déficit primario (sin computar DEGS) registrado en 2021 y que resulta en principio alcanzable sin un gran esfuerzo fiscal de materializarse las proyecciones de crecimiento de la economía en torno a 3% y una ligera recomposición cíclica de la recaudación en términos reales. La reducción del déficit en 2023 luce más dudosa considerando que se trata de un año electoral”.
Por su parte, Tiscornia cree que es “difícil que sean cumplibles”. “El déficit fue 3,5% del PBI sin cosas extraordinarias en la cuenta y tenés que hacer un ajuste de un punto del PBI. No es imposible. Seguramente vayan por el lado de los subsidios o transferencia a provincias. Yo diría que el ajuste fiscal es el punto de partida, es complejo pero no imposible. Me parece más difícil la meta de reducir tanto el financiamiento y la acumulación de reservas. Hay un factor incierto: ¿en esa meta de reservas se incluye lo que el FMI devuelva de los DEG? Y otro tema es si otros organismos van a aportar financiamiento neto, eso te facilitaría cumplir la meta de reservas y te reduciría la emisión monetaria”.
Kalos agregó: “Lo más difícil es la reducción abrupta del 3 puntos del PBI de asistencia monetaria al Tesoro por parte del Banco Central. Es el más complejo de cumplir. No es imposible pero requiere cumplir con la condición de las tasas de interés reales positivas y no contra la inflación pasada sino la esperada que pueda alinear expectativas”, dijo a este medio. Sobre el recorte del déficit, afirmó que “la noticia buena es que no implica una reducción de gasto necesariamente problemático. El gasto al que se apunta es a los subsidios de hogares de ingresos medios y altos urbanos”, concluyó.
Por su lado, Zeolla opinó que “para saber el cumplimiento de metas, depende mucho de letra chica. Diría que en el plano fiscal 1 punto del PBI del déficit menos para 2022 no luce tan complicado. Va a ser una combinación de mayor recaudación y menor gasto en algunas partidas. Si el camino es los subsidios a la energía, aún debe conocerse dónde y en qué magnitud. Por el lado monetario, va a tener que cambiar la ecuación financiera de BCRA como principal financista, a el mercado. Y en el plano de reservas, va a haber un refuerzo de DEG y de organismo internacionales que supera la meta a anual anunciada. Creo que la cuestión del saldo de reservas será el corazón del acuerdo. Por ello es muy importante saber como se articularan los desembolsos, pagos y el saldo de reservas de estas transacciones”, completó.
La pelea en 2023 va a estar enfocada en el gasto. Para disminuir la probabilidad del fracaso del plan se va a tener que acordar el manejo de las tarifas y subsidios (Fares)
Asiain mencionó que “dada la alta incertidumbre, es muy difícil saber si son o no cumplibles las metas porque el contexto es azaroso. Limita las herramientas porque restringe muy fuertemente la capacidad de financiar al Gobierno con emisión monetaria. Es la limitación más grande para maniobrar. Hay algunas tensiones entre los propios objetivos, como mejorar el superávit creciendo y acumular reservas dados los números del comercio exterior argentino”, explicó.
Mientras, Chouza dijo que el cumplimiento de las metas “es un punto difuso”. “Se pueden establecer hipótesis pero es difícil ser concluyentes. El gran desafío del programa anunciado es la reducción del financiamiento monetario. Cuesta pensar que sin un aliciente significativo de tasa vos puedas tentar voluntariamente al mercado para que te cubra casi dos puntos del PBI. Me preocupa más la composición del financiamiento que la misma meta de reducción del déficit, que no la veo imposible avanzando con la corrección tarifaria postergada junto con la segmentación y licuando vía crecimiento”, completó el economista.
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