
No será esta semana pero, tras el aumento de la nafta de ayer y el planteo de la Secretaría de Energía de una suba de tarifas entre 35% y 49% en la audiencia pública del lunes, el próximo movimiento alineado con el Fondo Monetario será del presidente del Banco Central, Miguel Pesce. Sobre el funcionario recae formalmente la misión de derribar uno de los principales dogmas que rigió la economía bajo gestión kirchnerista y se convirtió, incluso, en promesa de campaña en las últimas elecciones presidenciales: Pesce deberá subir la tasa de interés y, por primera vez desde que asumió el Gobierno de Alberto Fernández, ubicarlas por encima de la inflación.
El movimiento, prevén en la entidad, será discreto. En principio, la suba sería de dos puntos, igual que el incremento que se dispuso a principios de enero. Ese ajuste, afirman en la entidad, sería suficiente para alinear las tasas con la inflación, por encima de 50% anual de acuerdo al último registro.
En rigor, la tasa de política monetaria se ubica hoy en 40% pero en el BCRA apuntan a la tasa efectiva anual que asciende a 48%. Así, con una suba a 42% de la tasa de referencia, la tasa efectiva quedaría prácticamente empatada con la inflación al ubicarse en 50,4%. Claro que en menos de 15 días se conocerá el dato de inflación de enero, información que el directorio del Central esperará antes de avanzar en la definición. Si, tal como indican las mediciones privadas, el índice de precios está en torno a 4% o incluso por encima, los 2 puntos que pretende subir la entidad como máximo, al menos en esta instancia, sería otra vez insuficiente. Por lo pronto, la tasa de interés nominal para los depositantes a 30 días de plazo fijo se ubica en 39% tras el último incremento, que implica una tasa efectiva de 46,80%. El nuevo retoque llevaría esta última a 49,2%, todavía un punto por debajo de la inflación.
La suba de la tasa de interés para llevarla a niveles reales positivos es una de las principales y más firmes exigencias del Fondo Monetario en las negociaciones por el acuerdo definitivo, con el objetivo de descomprimir la presión sobre el dólar y también sobre el resto de los precios de la economía. Así se lo hizo saber el director para el Hemisferio Occidental del organismo, Ilan Goldfajn, a un grupo de ejecutivos de grandes bancos de inversión de Wall Street en una reunión que mantuvieron el martes. “En eso fue claro: el Fondo es mucho más duro en el plan monetario que en el fiscal”, aseguraron fuentes que participaron del encuentro, quienes remarcaron la insistencia de Goldfajn sobre el punto de las tasas de interés.
En el Central admiten la situación. Aseguran que lo consensuado con el FMI es un programa que procura “generar las condiciones para un sendero consistente de reducción de la inflación”, aunque insisten en que no se trabaja con la hipótesis de inflación del mercado que refleja el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), en torno a 60%. Sin embargo, reconocen que si hubiera desvíos respecto de la estimación prevista inicialmente, se harán los ajustes correspondientes.
Con una trayectoria de precios que tiende a acelerarse antes que a disminuir, este compromiso asumido con el FMI es una daga en el corazón de la concepción económica del kirchnerismo. No sólo el presidente Alberto Fernández prometió durante su campaña aumentar los haberes a los jubilados con la tasa de las Leliqs sino que la tasa negativa es, tal vez, el único punto de coincidencia del Gobierno con los sectores productivos, particularmente la Unión Industrial. La tasas de interés por encima de 70% de la gestión anterior fueron, de hecho, la principal queja de los industriales contra el gobierno de Mauricio Macri y uno de las políticas que siempre alabaron de las distintas gestiones kirchneristas, en las que siempre la tasa de interés corrió por detrás del avance de los precios.
Llevar ahora esas tasas a terreno positivo, cuando la inflación amenaza con subir un escalón más, tira abajo uno de los grandes pilares en los que se asentó tanto la política como el discurso en materia económica, de ahí que se trate de uno de los puntos más inaceptables para el ala dura del kirchnerismo que encabeza el propio Máximo Kirchner.
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