En octubre del 2009, el entonces ministro de Economía, Amado Boudou, no podía contener su alegría al anunciarle al director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss Kahn, que la Argentina normalizaría sus relaciones con el organismo multilateral.
Más aún, le prometió en el marco de la asamblea anual del FMI en Estambul que el Fondo podría enviar al año siguiente una misión técnica para la revisión de las cuentas públicas, pese a la manipulación de las estadísticas del Indec.
Cuando todo parecía llegar a un final feliz, un analista argentino le preguntó al auditor regional, Nicolás Eyzaguirre, si estaba feliz, el economista chileno le expresó sus dudas pese a la efusividad de Boudou, convertido una década más tarde en uno de los más duros críticos del FMI.
“Con la Argentina nunca se sabe; las negociaciones solo se terminan cuando el acuerdo está firmado y sellado con sangre”, indicó el ex ministro de Ricardo Lagos mientras caminaba por las calles de la bonita ciudad turca.
Una sensación parecida predomina en los últimos días –y en particular en las últimas horas, después de la renuncia de Máximo Kirchner- ya que el staff del FMI le dejó en claro al equipo económico que, más importante que los entendimientos conceptuales, será el cumplimiento efectivo de las metas acordadas. El ministro Martín Guzmán no debería estar en desacuerdo con esta exigencia, porque criticó con dureza al organismo por no respetarla en el acuerdo concedido en 2018 a la Argentina.
Por esta razón, cuando economistas argentinos llaman por estas horas a los funcionarios del Fondo sobre el estado de las negociaciones, la respuesta es de suma cautela y hasta de sorpresa por el hecho de que el Gobierno haya hecho un anuncio el viernes con tanto despliegue mediático cuando sólo se alcanzaron entendimientos en temas puntuales, por lo que queda un largo camino técnico por recorrer.
“El viernes anunciaron un casamiento y el lunes el divorcio”, bromeaba un experimentado ex negociador del FMI que tuvo que lidiar con varios gobiernos argentinos.
En Washington y Nueva York, la percepción de los analistas consultados por Infobae es similar: al Gobierno se le complicará tanto el camino para firmar el acuerdo como su posterior cumplimiento.
¿Esto significa que será imposible? No, porque la política internacional –la misma que, según el Gobierno, ayudó a Macri a lograr un crédito muy abundante en 2018- siempre puede torcer el brazo de los técnicos del FMI; algunos kirchneristas más veteranos podrán recordar que así ocurrió en 2003, cuando la poderosa subdirectora gerente del organismo, Anne Krueger, no quería que el directorio firmara un acuerdo con la Argentina por no aceptar las exigencias del staff, pero el Tesoro de Estados Unidos y otros grandes accionistas decidieron que el país ya había sufrido demasiado desde el 2001.
En este sentido, el experto Alberto Bernal de XP Investments señaló que la crisis desatada en el oficialismo “va a tener efecto obviamente porque el FMI quiere un plan con apoyo político y esta renuncia muestra que una parte del oficialismo no avala el acuerdo”.
Reunión con Wall Street
Ayer, en una reunión virtual con varios analistas de bancos y calificadoras de riesgo de Wall Street, los negociadores del Fondo confirmaron que quieren que el Gobierno cumpla con esta exigencia que se autoimpuso para que el acuerdo sea aprobado en el Congreso Nacional, a diferencia de lo ocurrido en Costa Rica, donde el directorio le dio vía libre a un nuevo programa en marzo y la Asamblea Legislativa lo ratificó en julio del año pasado.
“No le tienen la misma confianza a la Argentina que a otros países de la región después de todo lo que ocurrió en programas anteriores”, comentó uno de los invitados a Infobae. Por lo tanto, el FMI les dio a entender a los hombres del mercado que en este punto, a diferencia de lo ocurrido con las metas fiscales, no será flexible: primero debe llegar la bendición legislativa para que luego el directorio del organismo apruebe el primer desembolso.
Otro ejecutivo de uno de los bancos invitados al encuentro con Ilan Godfajn y su equipo del Departamento del Hemisferio Occidental afirmó a Infobae que “el dólar manda; y calmar el dólar implicaba tener un FMI pragmático; el Gobierno está tendiendo a tener tasas reales positivas, un sendero fiscal convergente en algún punto y algo de liquidez de corto plazo en reservas, todo eso ayuda más allá de la renuncia de Máximo”.
“Veremos las magnitudes del ajuste cuando tengamos los detalles del nuevo programa. Pero parece que ayuda a encarrilar la situación”, comentó este analista, con más optimismo que la mayoría de sus pares. El mensaje de Julie Kozack y Luis Cubeddu fue que lo anunciado el viernes pasado es el mejor “entendimiento posible” en estas circunstancias políticas.
“Es el programa que puede funcionar, no el que podría ser perfecto”, señalaron los funcionarios del organismo, tal vez recordando la frustrada experiencia con el gobierno de Mauricio Macri y, también, a la espera de poder plantear un plan más consistente si cambia el gobierno a fines de 2023. Cabe recordar que las revisiones del Fondo se mantendrán mientras la Argentina no cancele la totalidad de su deuda, por un período mayor a 10 años.
En este sentido, Bernal indicó: “El FMI va a decir: este es el plan que podemos firmar para que sea sustentable y si no firman ahora, habrá default ahora. Pero no creo que esto descarrille la firma del acuerdo; la clave es que Alberto Fernández sume a la oposición a la ley, aunque el mercado va a dudar mucho con los lineamientos del plan. Esto ya se veía: los bonos subieron 10%, pero habían bajado 50% desde el canje del 2020. De aquí en adelante, todo es esperar y ver para creer”.
De todos modos, habitualmente moderado, Bernal señaló que la suerte del país dependerá del contexto de este año. “Si el precio de las materias sube, Brasil crece y la Reserva Federal sube de a poco la tasa, podrá resistir”, detalló.
“El país está mejor ahora que hace una semana porque hay un entendimiento y el FMI ya aflojó una cantidad, porque no le pide nada que sea difícil; Brasil ajustó 3 puntos del PBI en 2021 y si Argentina no puede ajustar medio punto, está complicada. El staff creen que este programa no va a generar sustentabilidad, pero desde el punto de vista político la actitud contemplativa no va a cambiar, por todos los conflictos geopolíticos que hay”, indicó Bernal.
Diego Ferro, el argentino que maneja el fondo de inversión M2M Capital, afirmó que “todo esto va a afectar un poco los precios de los bonos, porque el optimismo que había no tenía mucha lógica; volvemos a la esencia del problema: Argentina está en problemas por malas políticas económicas desde hace rato; si no tuviera esas malas políticas el problema del Fondo no sería tal”, indicó Ferro desde Nueva York.
“Siempre creí que habría acuerdo porque no tenerlo sería muy malo, pero también que seguiría la falta de políticas adecuadas que vienen demostrando desde hace mucho tiempo. Por eso creo que los precios van a bajar más, porque esta crisis demuestra que la Argentina no se quiere comprometer a hacer ningún ajuste, por más moderado que sea”, indicó Ferro.
“El optimismo de algunos inversores es similar a la que había cuando se hizo el acuerdo con los bonistas, pese a que lo único que se hizo en 2020 fue patear la pelota para adelante sin comprometerse a cambiar nada”, concluyó, tajante.
En Washington, la perspectiva es similar. Héctor Torres, ex representante argentino ante el Fondo, señaló que, con el episodio político del lunes, la situación “se complica mucho”.
“Me consta que el staff estuvo haciendo todo lo posible para llegar a un ‘entendimiento pragmático’ que pudiera ser aprobado en el directorio. Entiendo que el board no quiere volver a cometer errores hechos en el 2018, por lo que se ha puesto muy exigente con el cumplimiento de los requisitos para el acceso excepcional”, expresó.
“Después de la renuncia de Máximo y sus críticas frontales al acuerdo, me es difícil imaginar cómo hará el staff para justificar ante el directorio el cumplimiento del criterio cuarto para el ´acceso excepcional´ (tener capacidad institucional/política y compromiso para implementar programa respaldado por el FMI). Igualmente complicado justificar el cumplimiento del criterio tercero, sobre las perspectivas de ganar y recuperar acceso a los mercados de capital privado”, explicó.
Las dudas por el respaldo político
Por su parte, el ex auditor regional del FMI Claudio Loser afirmó que “la parte técnica se va a seguir trabajando más allá de lo que pasa en el Congreso, porque hay una comunicación directa entre Kristalina Georgieva y el ministro y el presidente, pero el problema es político”
“Si en el Congreso la ley sale con el voto de la oposición y una parte del oficialismo, el Fondo no lo va a considerar suficientemente creíble. Si hay una negociación fuerte con los gobernadores, para que lo apruebe la mayoría del Senado, sería creíble”, opinó.
Si el Gobierno optara por un decreto “desde el punto legal es indiferente, porque no hay ninguna exigencia en el FMI y prácticamente nunca los programas pasaron por los congresos, ni en México, ni Brasil, ni en Colombia”. Sin embargo, “el análisis del programa del 2018 dice que es importante el respaldo político y no creo que puedan hacer algo más light que lo del viernes”.
“Me imagino que puede haber laxitud, como con Menem y Macri a nivel político y cuando fue el programa del 2003, que heredó Néstor Kirchner, cuando el Tesoro le torció el brazo al staff para firmar el acuerdo”, aclaró Loser.
En tanto, el director del programa para América latina del Wilson Center, Benjamin Gedan, consideró que “para Fernández, el reto más grande siempre ha sido vender el acuerdo a su propia coalición y no necesariamente negociarlo con el FMI”.
“El presidente y su ministro de Economía pasaron un periodo prolongado buscando atraer aliados internacionales y presionando a Estados Unidos para apoyar sus propuestas. Mientras tanto, quedaba claro que una parte importante de su administración estaba bastante incómoda con los ejes de un nuevo acuerdo con el Fondo”, dijo Gedan desde Washington.
“Actualmente, el camino para lograr un acuerdo no es obvio. Cualquier programa involucraría recortes presupuestarios, y me parece que parte de la coalición no está dispuesta a pagar el costo político de éste”, expresó el experto que fue funcionario de la administración Obama.
En síntesis, para el mercado y los analistas internacionales, la situación puede empeorar antes que mejorar, más por el posible deterioro político interno que por la discusión técnica que mantengan Guzmán y el staff en Washington.
“Creo que el acuerdo con el FMI a esta altura puede pasar a ser el menor de los problemas que vaya a enfrentar el Gobierno; en cualquier caso, el ajuste es contractivo si no mejoran las expectativas y no pareciera que puedan mejorar”, señaló un experto del mercado internacional que pasó por la función pública en Buenos Aires y que sabe que, en materia económica, la frustración siempre puede empeorar.
SEGUIR LEYENDO: