Las negociación entre el gobierno de Alberto Fernández y el Fondo Monetario Internacional (FMI) ingresó en la recta final a pocas horas de que la Argentina deba afrontar vencimientos por USD 1.100 millones. En ese contexto, hay un principio de acuerdo entre las partes sobre unos de los puntos centrales de la negociación: el sendero del déficit fiscal, que llegaría a cero en 2025, tal como pretendía el organismo multilateral.
Las otras cuestiones centrales son el programa monetario y la meta de acumulación de reservas internacionales por parte del Banco Central; por eso, las autoridades del organismo que preside Miguel Pesce también participaron en varias reuniones con el staff del Fondo, cuando fueron convocados por Economía, que lideró la negociación.
La diferencia era que el Ejecutivo quería converger hacia el equilibrio fiscal en 2027 mientras que el FMI lo requería para 2025, posición que prevaleció. Por otro lado, el Gobierno habría logrado conseguir que el déficit de esta año 2020 sea de 2,5% (el organismo pretendía medio punto menos). También estaría cerradas ya la cifras de 2023 y 2024, en torno a 2% y 1%, respectivamente. Para 2026 ambas partes ya coincidían en un déficit fiscal igual a cero.
Varios analistas se sorprendieron por la puja en torno de este punto, ya que el ministro Martín Guzmán sobrecumplió la meta de déficit del 2021, pese a los cuestionamientos de la vicepresidente Cristina Kirchner. Por su parte, el staff del Fondo consideraba necesario tener un sendero claro de reducción del desequilibrio en las cuentas públicas en un contexto de alta inflación, altísima brecha cambiaria y otros desequilibrios macroeconómicos; el resultado aparente marcaría un cierto equilibrio, ya que el Gobierno se reserva cierto margen mayor este año, pero se compromete a la meta de mediano plazo que pretendía el Fondo, con un espacio de tiempo suficientemente largo en un país tan imprevisible.
Ayer jueves, la cuestión del déficit había dejado de ser un punto de conflicto. “Eso ya se superó, quedan cuestiones de política interna e internacional”, admitió una calificada fuente oficial a Infobae.
En tanto, las negociaciones continuaban y el directorio del organismo de crédito se reunirá hoy a las 10 hora de la Argentina para evaluar los resultados.
El máximo órgano de decisión del organismo tendrá un encuentro por la mañana con el staff técnico que negocia con los funcionarios argentinos para tener de primera mano una actualización de las conversaciones por la restructuración del préstamo que pasaría a ser uno de facilidades extendidas a 10 años de plazo.
En medio de rumores de un acuerdo cerrado, minutos antes de las 20 la portavoz de la Presidencia Gabriela Cerruti anunció que “a esta hora las conversaciones entre el gobierno argentino y el FMI continúan sin que haya definiciones ni novedades que comunicar”, escribió desde su cuenta de Twitter, cuando en realidad ya se había logrado un principio de entendimiento.
Una hora más tarde, Guzmán publicó una foto en su cuenta de Instagram con el epígrafe, “Seguimos trabajando”, acompañado por el representante argentino ante el Fondo, Sergio Chodos, que tuvo un rol clave en estos meses y acompañó al ministro en forma incondicional y permanente. En términos técnicos, las decisiones las tomaron ellos dos, mientras que en Washington la directora gerente Kristalina Georgieva se involucró personalmente y redujo el círculo de decisiones a las principales autoridades del Departamento del Hemisferio Occidental que conducen Ilan Goldfjan y Julie Kozack, la técnica con la que el Gobierno logró un buen vínculo. Luis Cubeddu, jefe del caso argentino, fue importante por su mezcla de conocimiento de la realidad local y por su carácter de negociador permanente.
Cabe recordar que días atrás la economista jefe Gita Gopinath, nueva figura clave del organismo, afirmó el martes que desde el FMI estaban trabajando “muy de cerca con las autoridades” para acordar un nuevo programa de financiamiento a partir de la adopción de “un enfoque flexible y pragmático”.
Para 2025, el Fondo fijo un déficit cero, ante el 0,5 del PIB que propuso la Argentina. Ya para 2026 las partes coincidieron que el déficit fiscal debería ser cero
”Eso requerirá un programa que sea sólido y creíble y que aborde los desequilibrios que tiene el país. Entonces tenemos que mejorar los desequilibrios para que podamos ayudar a que los argentinos se recuperen y puedan salir de las dificultades que están enfrentando”, agregó.
Y precisó: ”Estamos trabajando muy de cerca con las autoridades y entendemos que la situación social y económica es desafiante, por lo que estamos adoptando un enfoque flexible y pragmático. Lo sabemos, esperamos progresar aún más en los próximos días”.
En ese marco, el resultado de las conversaciones fue monitoreado por el presidente Alberto Fernández -que a las 10 hablará del principio de acuerdo- sino también por la vicepresidenta Cristina Kirchner. También, el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, se involucró en forma directa y permanente para alcanzar consensos internos y externos; fue clave para la decisión final del Gobierno de moderar su posición frente al pedido de radicalización de algunos sectores importantes del kirchnerismo más duro, al igual que ocurrió con el canje de la deuda con los bonistas en 2020. El miércoles, Massa ya le confiaba a sus íntimos que “falta muy poco” para cerrar el acuerdo, mientras otros sectores del oficialismo jugaban con una retórica incendiaria, aunque el dólar informal y las otras cotizaciones financieras se disparaban.
Un posible entendimiento técnico con el staff del FMI es el primer paso para un acuerdo definitivo. En caso de alcanzar en las próximas horas un consenso, ambas partes deberán continuar su tratamiento por otras vías. El Ejecutivo enviará el acuerdo al Congreso para tratarlo en forma de programa económico plurianual, mientras que el FMI elevará el pacto al directorio, donde los principales sillones, en especial, EEUU, le darán el respaldo político. Pero la confirmación de un acuerdo con el staff es un paso gigante, ya que existen muy pocos casos de acuerdos no ratificados por el board; en el caso de la Argentina, inclusive, el equipo técnico recomendó a fines de 2002 que el directorio no aprobara una extensión de los plazos de pago, por considerar que el gobierno de Eduardo Duhalde no cumplía con las exigencias mínimas para un roll over.
Cabe recordar que un eventual incumplimiento ante el organismo de crédito internacional en los próximos días no implica, en términos técnicos, a un default. Existe una instancia previa que el estatuto del FMI denomina arrears, traducible como atrasos. Desde ese momento comienza un plazo de seis meses desde el hecho de impago hasta que el directorio del FMI pueda discutir si el país ingresó en situación de default propiamente dicho.
Más allá de las cifras particulares que estuvieron en juego, la clave es si el Gobierno logra con este programa dar vuelta las expectativas negativas que se traducen en malos indicadores financieros; un programa con el Fondo implica un ajuste -aunque el Gobierno quiera llamarlo de otra manera-, con un inicio duro, pero la posibilidad de que la crisis no se agudice. El escenario contrario, de no pagar y dilatar demasiado el acuerdo, podía llevar a consecuencias difíciles de manejar con dos años sin elecciones por delante.
El mercado reaccionó en forma positiva antes del comienzo de la rueda, básicamente porque surtió efecto la potencial amenaza de no pagar el vencimiento de hoy si no se acercaban posiciones. Sin embargo, si no hay reformas profundas en el nuevo programa, puede haber una decepción más adelante. El ala más moderada del Gobierno y el FMI tienen otra mirada al respecto: este es el acuerdo posible en este contexto político, no el que se puede imaginar, si no el que se puede llevar adelante. Su éxitoo fracaso, claro está, se verá con el correr de los meses.
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