Ante la crítica de economistas académicos y profesionales al artículo en el que habló del “milagro argentino” del Covid y elogió calurosamente la política económica del gobierno de Alberto Fernández y el ministro Martín Guzmán, su discípulo en la Universidad de Columbia, Joseph Stiglitiz dijo que haber usado la palabra “milagro” pudo haber generado la controversia y reacciones negativas de sus colegas.
Consultado por teléfono por la agencia Bloomberg, Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001, recordó que él contribuyó a acuñar el “milagro del sudeste asiático” en los años 90s y que también entonces fue criticado. “Si uno usa esa palabra está invitando a la crítica”, reconoció, pero insistió en criticar a uno de sus críticos, Federico Sturzenegger -quién había expresado su asombro por el artículo de Stiglitz- por su rol de presidente del Banco Central en la etapa inicial del gobierno de Mauricio Macri.
Además, Stiglitz dijo que en su extenso artículo no hizo referencia a los problemas de inflación en la Argentina porque tenía un espacio limitado para expresarse y quería enfocarse en la economía real.
Los elogios de Stiglitz a las gestiones kirchneristas se remontan a 2003, cuando el entonces gobierno de Néstor Kirchner financió el lanzamiento del Argentina Observatory de la New School Univeristy de Nueva York. Del acto participaron Cristina Fernández de Kirchner (CFK), el propio Stiglitz, el economista Martín Abeles (esposo de la exvicejefa de Gabinete y actual secretaria de Negociaciones Económicas Internacionales de la cancillería, Cecilia Todesca) y el actual ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas.
Desde el atril
Luego, Stiglitz compartió en varias ocasiones atril con la entonces senadora y luego presidente, quien solía apoyarse en los conceptos del Nobel de Economía para justificar sus posiciones. En una ocasión, en agosto de 2012 en la Casa Rosada, Cristina recordó que Stiglitz, que la había precedido en el uso de la palabra, había explicado el caso de manipulación de la Libor, una tasa de interés en el mercado de Londres, y concluyó “si vamos a truchar, truchemos todos”, en lo que fue tal vez el reconocimiento más expreso de la falsificación de las estadísticas del Indec, iniciada en enero 2007, en el último año de gobierno de Néstor Kirchner.
“Si vamos a truchar, truchemos todos”, dijo en 2012 la entonces presidente Cristina Fernández de Kirchner, luego de citar a Stiglitz, que la había precedido en el uso de la palabra y explicado el caso de manipulación de la Libor, una tasa de interés en el mercado de Londres
El reciente artículo de Stiglitz fue refutado en Project Syndicate, el portal de artículos de opinión en el que fue originalmente publicado, por economistas como William Buiter y Anne Sibert, profesores de la Universidad de Columbia y de la Universidad de Londres, respectivamente, y el exministro de Economía de Chile, Andrés Velasco, profesor de Harvard, y el economista argentino Eduardo Levy Yeyati, decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad di Tella y profesor invitado en Harvard. El artículo de Buiter y Sibert se titula “El problema con la Argentina”. El de Velasco y Levy Yeyati, “El milagro imaginario de la Argentina”.
Ambos critican severamente el artículo de Stiglitz. Según Buiter y Sibert, más que haber protagonizado un “milagro”, la Argentina “va camino a otro desastre económico”. Ambos economistas repasan la recesión y rebote del PBI argentino en 2020 y 2021 y notan que si bien la recesión a causa de la pandemia “atenuó la inflación en la segunda mitad de 2020, la recuperación llevó la tasa anual de nuevo al 50,9% para fines de 2021, a pesar de los periódicos congelamientos de precios y los topes a las exportaciones de ciertos productos cárnicos y granos impuestos por el gobierno. Una tasa de inflación del 50% no es sostenible ni económica, ni social, ni políticamente. Pero reducirla exige austeridad fiscal, lo que significa atravesar un período de crecimiento por debajo del potencial y mayor desempleo”.
No creíbles
El costo económico y social de reducir la inflación suele ser más bajo cuando las autoridades son creíbles. Ese dicen, “no es el caso de la Argentina”. Además, apuntan que la tasa de interés real negativa (inferior a la inflación) y el retraso del tipo de cambio oficial durante 2021, dos pilares de la política económica de Fernández y Guzmán, harán muy difícil estabilizar la economía.
Por otra parte, agregan, “los controles rígidos de capital y del tipo de cambio para impedir pérdidas de reservas de moneda extranjera sólo han tenido un éxito limitado”, precisando que las reservas internacionales netas del Banco Central son de solo USD 3.200 millones, las reservas líquidas son aún más bajas y la brecha cambiaria es superior al 100 por ciento.
“Coincidimos con Stiglitz en que las negociaciones del FMI con Argentina desde 2018 han sido profundamente erradas”, dicen Buiter y Sibert, quienes juzgan “incomprensible” que el FMI haya puesto tanto dinero a disposición del país, pero definen la negociación actual como una “fachada” detrás de la cual “se asoma otro default soberano a partir de 2024″.
Según Buiter y Sibert, los controles de capital y del tipo de cambio para impedir la pérdida de reservas no impidieron que las reservas internacionales netas del Banco Central sean hoy de solo USD 3.200 millones, las reservas líquidas sean aún más bajas y la brecha cambiaria sea superior al 100 por ciento.
Además, recuerdan la alta informalidad laboral de la Argentina y que el país ocupa el puesto 78 entre 189 en el índice de Percepción de la Corrupción más reciente de Transparencia Internacional, el 83 sobre 141 en el índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial y el 126 sobre 190 en el último ranking Doing Business del Banco Mundial. “Las instituciones políticas y económicas de Argentina necesitarán una reforma fundamental si el país pretende alcanzar sustentabilidad fiscal, baja inflación y crecimiento económico distribuido equitativamente a una tasa garantizada por sus ricos recursos de capital natural y humano. Todavía estamos esperando ese milagro”, concluyen Buiter y Sibert.
Milagro imaginario
Velasco y Levy Yeyati, en su respuesta al “milagro imaginario”, dicen que el “truco estadístico” de Stiglitz es llamar “crecimiento” al rebote de una caída masiva de la producción durante 2020. Ese rebote, dicen, no es ninguna sorpresa y no parece saludable ni sostenible.
La recuperación, dicen, se montó en proyectos de construcción de bajo retorno, impulsados en parte por la necesidad de cubrirse de una creciente inflación, y en sectores como el automotor, vestimenta y electrónicos, protegidos de la competencia externa no solo por barreras a la importación, sino también por una enorme brecha cambiaria: los importadores compran sus insumos al tipo de cambio oficial y venden el producto final al tipo de mercado,. Un subsidio, dicen, que “tarde o temprano” se terminará. Y recuerdan que aunque la inversión repuntó en 2021, sigue estando 17% por debajo del nivel de 2018.
Velasco y Levy Yeyati contrastan la “sociedad de aprendizaje” que Stiglitz abogó en uno de sus libros con las 79 semanas que la Argentina mantuvo cerradas las escuelas, contra 40 semanas en Uruguay. Y agregan que el gobierno de Alberto Fernández también dañó al naciente sector tecnológico: muchas empresas están migrando y las exportaciones se estancaron en un nivel 20% inferior al que habían alcanzado en 2017
A largo plazo, prosigue el texto, el crecimiento se ve aún más comprometido por la pérdida de “capital humano”, algo que miden en el cierre de las escuelas durante 79 semanas, casi el doble que las 40 semanas que las escuelas estuvieron cerradas en Uruguay. “La pérdida de aprendizaje probablemente se vea cuando los resultados de las pruebas estandarizadas de diciembre se hagan públicas”.
Velasco y Levy Yeyati contrastan ese atentado educativo con el concepto de “sociedad de aprendizaje” que Stiglitz abogó en uno de sus libros, y agregan que además de cerrar escuelas el gobierno de Alberto Fernández también dañó al naciente sector tecnológico. Las empresas se están yendo a otros países y las exportaciones del sector se estancaron en un nivel 20% inferior al nivel que habían alcanzado en 2017, afirman.
La narrrativa de Stiglitz, prosiguen los autores, describe “mejoras milagrosas” de las finanzas públicas, pero ignora que en 2021 los ingresos públicos se mantuvieron en el nivel de 2019 y que las únicas mejoras fueron un aumento de la recaudación por retenciones, debido al aumento del precio de los commodities, la aplicación del impuesto a la riqueza, que no se repetirá, y el envío de fondos del FMI, “que el gobierno contabiliza como ingreso primario”, y tampoco se repetirá.
Un problema estructural, empeorado
La escasez de divisas, un problema estructural para la Argentina, “está empeorando” a raíz del agotamiento de las reservas internacionales, afirman los autores. Y si el canje de deuda de 2020 tenía el objeto de restaurar la confianza en el país, agregan, falló clamorosamente: el riesgo-país argentino es el segundo más alto de América Latina, detrás de Venezuela.
En cuanto a los indicadores sociales, acotan, “son cualquier cosa, menos milagrosos”. Al respecto, citan que según la CEPAL, Argentina experimentó el más grande aumento de la pobreza de América Latina durante la pandemia. “Hoy –recapitulan- 40% de la población vive por debajo de la línea de pobreza, solo uno de cada cinco trabajadores tiene un empleo formal y la proporción de los salarios en el PBI cayó cuatro puntos porcentuales en los últimos dos años”.
Macri cometió muchos errores, dicen Velasco y Levy Yeyati, pero ninguno justifica ni explica los de Alberto Fernández y su equipo, ni tampoco sirve abordar la actual situación argentina “como una batalla maniquea entre izquierda y derecha”.
“Académicos política y financieramente ambiciosos”
De frutilla del postre, los autores citan al historiador económico Carlos Díaz Alejandro, quien en 1982 criticó ácidamente a los “académicos política y financieramente ambiciosos” que en sus universidades del Norte se comportan como científicos cautelosos pero “en sus excursiones veraniegas a la periferia sueltan su líbido y dejan que la ideología se imponga al análisis”.
Díaz Alejandro, recuerdan Velasco y Levy Yeyati, criticaba al ortodoxo Milton Friedman y sus discípulos, pero lo mismo podría decirse hoy de los “predicadores heterodoxos del Norte”. En sus claustros, concluyen, esos académicos no someten a sus estudiantes a malas estadísticas y golpes de mano intelectuales. “¿Por qué deberían tratar de modo diferente a los ciudadanos argentinos?”.
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