Por fuera de los ladridos de la escena pública, el equipo económico y el staff del Fondo Monetario Internacional (FMI) intentan tejer un acuerdo que, según la percepción predominante, llegará, pero con demoras y escasa solidez.
Será, en definitiva, un pacto que no aliviará los problemas que enfrenta el Gobierno en un año con mayor inflación y menor crecimiento económico que en 2021, según observadores en Washington y Nueva York. Tal vez, no se cumpla a tiempo con los abultados pagos de marzo y el escenario se asemeje al de los fuertes y continuos cruces entre el país y el Fondo que predominó en la década del 80. Con un agravante, ya que en aquel momento para Estados Unidos era importante que la Argentina mantuviera en pie su frágil recuperación democrática y mantuvo una actitud permisiva en materia económica que actualmente no cree que se justifique.
Tampoco encuentra Washington en el gobierno argentino un aliado “confiable” en las cuestiones geopolíticas que lo desvelan, ni hay un “back channel” para construir una mayor cercanía diplomática, frente a los desplantes de Buenos Aires en temas sensibles como la falta de democracia en Nicaragua y Venezuela.
En cambio, el ministro de Economía, Martín Guzmán, volvió a elevar la voz al afirmar que, si no hay acuerdo, el costo lo pagará el FMI en términos de credibilidad.
Sin embargo, cada una de las medidas que adoptó el Palacio de Hacienda y el Banco Central en las últimas semanas apuntan a acercarse a un acuerdo, como el manejo más prudente de las cuentas fiscales, la suba de la tasa de interés, la aceleración de la devaluación del tipo de cambio oficial y el anuncio de la suba de las tarifas de los servicios públicos. Más vale, apuntan los negociadores y ex negociadores, focalizarse en los hechos y no en los discursos del Gobierno.
En concreto, el staff y Hacienda discuten cuál será la velocidad del sendero de caída del déficit fiscal. Las diferencias no son brutales, pero todavía impiden pensar en un rápido acuerdo. Y sin ese primer elemento acordado no es posible ponerle números al plan monetario ni al ritmo de devaluación del tipo de cambio oficial.
Luego, por supuesto, restará la ardua tarea de la diplomacia internacional para que no solo Estados Unidos, sino también el resto del G7 y China bendigan el acuerdo técnico en el directorio que conduce Kristalina Georgieva, admiten las fuentes oficiales.
En Washington, frente a los picos continuos de optimismo y depresión que genera esta demora, se atienen al libreto habitual: “Las discusiones del programa continúan y el staff sigue trabajando de cerca con las autoridades”, expresaron a Infobae.
Con mayor libertad retórica, un importante ex funcionario del Fondo señaló que “va a haber movimientos por parte de Argentina para acercarse a la posición del FMI y tratar de cerrar”.
“Primero el Gobierno está mostrando localmente que están dando la batalla épica tradicional contra el Fondo, después se van a mover algo y le van a decir al FMI y a Estados Unidos que es eso: retórica y que ya no pueden conceder más. Luego, por falta de imaginación, llegarán a un acuerdo”, indicó.
De este modo, en los próximos meses, “Argentina va a jugar con testear el default y se van a retrasar con el pago, pero al final van a llegar a un arreglo”, afirmó la calificada fuente.
Aunque el Gobierno deposita esperanzas en el resultado del viaje del canciller Santiago Cafiero a Washington, otro ex funcionario del organismo multilateral señaló: “La solución es que viaje Guzmán y muestre un plan, no Cafiero. El problema actual no es político, sino técnico: qué objetivos y medidas se acuerdan”. En todo caso, agregó un colega, la negociación de Cafiero con el Departamento de Estado debería ser posterior a la rúbrica de un acuerdo técnico y no al revés.
El ex representante argentino ante el Fondo Héctor Torres, apeló a la figura de la “teatralización” por parte del Gobierno argentino para describir las inflamadas declaraciones oficiales, mientras se intenta llegar a un acuerdo técnico.
Al respecto, Benjamin Gedan del Wilson Center, afirmó: “Anticipo que llegarán a un acuerdo; un default prolongado sería incómodo para el FMI y potencialmente catastrófico para Argentina. Pero no está garantizado si el Gobierno no reconoce la necesidad de recortar gastos”.
“Lo que el FMI quiere evitar es un programa que dejaría el país en la misma condición en que se encuentra hoy, con una inflación brutal y sin acceso a los mercados de capital, sin una deuda sostenible y sin un plan para mejorar su competitividad y producir crecimiento económico. Argentina tiene muchos amigos en Washington, incluyendo en la administración de Biden. Pero el canciller no podrá fácilmente vender la receta económica peronista”, sentenció el experto desde la capital norteamericana.
La sensación de Wall Street
En Wall Street, en un pésimo día para los activos argentinos, la sensación predominante también es que habrá un mal acuerdo antes que ningún acuerdo y en ningún caso uno bueno. Al respecto, Diego Ferro, socio de M2M Capital, señaló: “En general se lo ve como un tema binario: acuerdo, o default. El FMI no puede forzar Argentina a pagar, pero puede ayudar a transformar al país en un paria internacional”.
“Ninguna de las dos partes quiere eso, las dos lo saben, por lo que la negociación toma mucho más tiempo del necesario”.
“Dudo que no haya alguna forma de acuerdo. Y si necesitan más tiempo seguro que se encuentra alguna forma de extender el plazo, en la medida que se demuestre un mínimo de buena voluntad. El FMI no va a dar el portazo. Y no creo que Argentina quiera darlo. Esto se refiere a devolver plata, no a recibirla, lo que implícitamente da más lugar a que Argentina demore las cosas”.
Dudo que no haya alguna forma de acuerdo. Y si necesitan más tiempo seguro que se encuentra alguna forma de extender el plazo, en la medida que se demuestre un mínimo de buena voluntad. El FMI no va a dar el portazo. Y no creo que Argentina quiera darlo (Diego Ferro, M2M Capital)
Ferro aclaró de inmediato: “No que esto me parezca correcto. De hecho, la falta de plan es lo que causa el problema. Si hubiera plan ya habría acuerdo”.
Por su parte, Jorge Piedrahita, CEO de Gear Capital Partners, señaló que “la politización de la negociación no sirve porque para Biden los temas importantes de política exterior son Irak y Rusia, no Argentina; Fernández y su equipo se confunden en este sentido. Además, también resulta desacertado pensar que David Lipton es la persona que tiene el poder de veto en el FMI, porque el poder de decisión pasa por otro lado, por cuestiones geopolíticas”.
“Hay un reconocimiento de que algo habrá, pero light, esperando a un cambio de gobierno, más lógico, en 2023″.
Mientras tanto, “el FMI no quiere forzar una nueva crisis con Argentina, pero no va a cambiar su cultura institucional por Argentina”.
“El camino fiscal es lo que sigue empantanando todo; a marzo no se llega a cerrar un acuerdo: primero hay que cerrar con el staff, luego en el Congreso en Argentina y luego ir al board”.
“No cambia mucho el día después, aunque se demore el pago, porque el FMI se tomará su tiempo si la negociación continúa. El problema es que, si se generan atrasos, luego tendrás que pagar lo que debés antes de firmar un nuevo acuerdo. Y eso requerirá financiamiento bilateral. Todos estos elementos le quitan tiempo y recursos a la Argentina para crecer”.
Piedrahita afirmó que “el riesgo país refleja que no habrá un pago en marzo y por esa razón nadie quiere invertir en el país; aunque hay oportunidades, nadie quiere quemarse. Y un acuerdo de este Gobierno con el FMI no va a cambiar estas expectativas”.
El experto afirmó que el escenario de una prolongación excesiva de la negociación “es posible; no es alta, pero tampoco nula”.
“Argentina está bastante aislada, no pagar significaría un aislamiento mayor, con menores líneas de crédito exterior para el comercio exterior, se dejarían de desembolsar algunos créditos de los bancos multilaterales y todo eso llevaría a una crisis cambiaria. El gobierno debería ser muy cuidadoso porque la situación social llama a la cautela”, concluyó el experto desde Nueva York.
Otro experto que dialoga en forma cotidiana con los inversores explicó en forma anónima: “Subestimaron la complejidad de armar un programa con el FMI, Guzmán no le explica toda la verdad al presidente y el problema no es sólo el déficit fiscal como dice el ministro, sino todo el engranaje de la política económica actual”, ni más ni menos.
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