La Argentina se ha transformado a lo largo de los últimos 60 año en un laboratorio en el que los políticos, y gobernantes de turno, generalmente se las ingenian para legislar el aumento de la presión tributaria, en todos los órdenes de gobierno: nacional, provincial y municipal, y logran un alto grado de cumplimiento de los agentes económicos, pero rara vez contribuye a reducir el déficit de las finanzas públicas y erradicar la inflación.
Por el contrario, como en los últimos años, el país cae en un escenario de crisis de confianza de los inversores locales, y más aún de los internacionales, que derivan en crisis de financiamiento y aceleración de la inflación, como en la actualidad, que llevan a recurrir y repudiar a la vez al “prestamista de última instancia”, el FMI.
Frente a ese escenario, Infobae entrevistó a un experto en impuestos y administración tributaria, ex director de ARBA y del Grupo Financiero del Banco Provincia, y actual consultor de empresas y asesor en temas financieros como es Santiago Montoya, y dio su mirada sobre el alto grado de responsabilidad tributaria de la sociedad argentina, pero alertó que “la Argentina tiene la rebelión fiscal en curso muy avanzada del cual el IVA es solo un caso, notable pero no lo único. Se ve en los últimos meses en la brecha entre la tasa de aumento real de la recaudación de la AFIP y la del Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) del Indec, con la excepción de diciembre”.
— La Argentina se ha destacado en los últimos años por la persistente creación de impuestos y pese a que ya superan los 170 a nivel nacional, provincial y municipal, la sociedad en su conjunto ha mostrado un alto índice de cumplimiento. ¿Cómo se explica?
— Es notable y llamativo el nivel de cumplimiento que aún se mantiene en algunos tributos en el país, lo que tiene que ver en muchos casos más con la noción de mecanismos recaudatorios disfrazados de impuestos, como por ejemplo derechos de exportación o impuesto “al cheque”, y con el considerable nivel de riesgo de incurrir en severas penalidades, por los claros avances que tuvieron las administraciones tributarias, casos AFIP y ARBA en ciertos aspectos, no en todos. Pero, en una evaluación general más profunda yo veo otra cosa. Uno no puede tener una brecha de recaudación de IVA que es líder en la región, por ejemplo, y pensar que no tiene una rebelión tributaria en pleno desarrollo.
“Hay mecanismos recaudatorios disfrazados de impuestos, como por ejemplo derechos de exportación o impuesto ‘al cheque’
Lo que veo, insisto en relación a lo que supimos conversar con usted en el pasado, es que la Argentina tiene la rebelión fiscal en curso muy avanzada del cual el IVA es solo un caso, notable pero no lo único. Se ve en los últimos meses en la brecha entre la tasa de aumento real de la recaudación de la AFIP y la del Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) del Indec, con la excepción de diciembre.
Por un lado, vemos que en una mirada de más de 60 años, en más de 50 de ellos se registraron todas las variantes posibles de contextos internacionales, modelos políticos nacionales y regímenes de gobierno, democracia y no democracia, hubo de todo, así como esquemas de Estado relativamente chico de alrededor de 24-25% del PBI, o muy grande de más de 41% del PBI como los últimos tiempos, pero siempre se ha mantenido algo constante: un déficit primario del orden de 5% del PBI y más, que trepa mucho si se incluye la factura de intereses. Lo serio no es tener déficit fiscal, sino tenerlo cuando nadie quiere financiarlo. Hablemos claro Daniel: la sociedad argentina por algún motivo que podríamos tratar de analizar en otro diálogo, tiene una relación tormentosa con su propio sector público y no quiere afrontar su financiamiento, o quiere el Estado pero que lo pague otro sector de la sociedad que no está dispuesto a hacerlo. Este camino conduce a la rebelión fiscal tarde o temprano.
Por otro lado, llevamos décadas tratando de paliar el problema con medidas de política tributaria compatibles con un error estratégico garrafal a nivel de la administración: ubicarse en la zona de confort de aplicar crecientes niveles de presión tributaria legal siempre al mismo universo de contribuyentes altamente formalizados, pretendiendo tapar a costa de éstos el hueco de la falta de resultados en el combate a la informalidad.
Súmele más de 15 puntos del PBI de aumento del gasto público total en poco más de una década, configurando un cóctel explosivo donde toda recaudación es insuficiente y retroalimenta la inacabable saga de sinsentidos tributarios en los 3 niveles de gobierno. Inflación incluida. ¿Cóctel molotov, sería la denominación adecuada de una dinámica como la descrita, en el aspecto fiscal y su contraparte tributaria? Yo no lo voy a responder, la realidad es contundente.
A esta altura de la reflexión, casi podría terminar coincidiendo en cierta forma con el planteo suyo, en el sentido de desdramatizar el nivel de rebelión tributaria que ya hemos alcanzado en Argentina. Pero no porque no esté muy avanzada, sino porque podría ser mucho peor aún.
“Hay un cóctel explosivo donde toda recaudación es insuficiente y retroalimenta la inacabable saga de sinsentidos tributarios en los 3 niveles de gobierno. Inflación incluida”
— ¿Cree que se está cerca del límite para aumentar la presión tributaria?
— Bueno, déjeme ensayar una respuesta en dos planos si se puede decir así:
Primero, para el nivel de desarrollo que tiene la Argentina y considerando otros aspectos como su tasa de ahorro y sobre todo la de inversión, el bajísimo nivel de asistencia crediticia del sector financiero privado y la escasa potencialidad del mercado de capitales actual de apalancar un proceso de inversión como para impulsar sostenidamente el crecimiento, sería mejor dejar tranquilo al sector privado. Sería mejor empezar a ordenar esa maraña tributaria, por ejemplo, desplegando un modelo de gestión enfocando en las brechas de cumplimiento, para poder ir reabsorbiendo más de 100 yuyos impositivos y sus requisitos burocráticos, y así emerger con un esquema más sensato. Menos de 10 impuestos para sostener el sistema federal. Pero no con más presión tributaria global.
Segundo, advirtiendo la necesidad de evitar distorsiones en el análisis causadas por la inflación, en el sistema tributario puede haber espacio para ir evolucionando y haciendo retoques y correcciones en busca de mejorar la equidad. Entonces en general más presión no, pero cambios de composición podría ser.
Y no olvide el impacto de la tecnología, toda la tecnología en general, y las criptomonedas en particular. Los instrumentos para rebelarse se multiplican muy rápido, es de esperar que al fisco argentino, su propia voracidad no le devore toda su capacidad de visión estratégica. Sino esto se le podría ir de las manos más rápido de lo pensado.
— Pese a arrastrar varios años en recesión, luego de una recuperación muy heterogénea, el Gobierno nacional acordó con la mayoría de los gobernadores (la excepción fue CABA) un nuevo Consenso Fiscal, el cual los habilita a subir impuestos, como Ingresos Brutos, principalmente ¿Qué piensa y qué cabe esperar?
— He lamentado la suspensión del Pacto Fiscal de 2017 y temo las consecuencias de este último consenso fiscal. En realidad, el desastre empieza en 1994, al menos en el aspecto fiscal, esa reforma constitucional fue nefasta, los resultados están a la vista, y los pactos de 1991 y 2017 se han visto desbordados. El estudio reciente de la Oficina Nacional de Presupuesto sobre las cargas tributarias en ciudades seleccionadas, debería ser de consulta de quienes deseen darle precisión al análisis.
El desastre fiscal empieza en 1994. Esa reforma constitucional fue nefasta, los resultados están a la vista, y los pactos de 1991 y 2017 se han visto desbordados
En concreto, se abrieron las compuertas para los peores tributos, los más distorsivos, los que debilitan las cadenas de valor incluso aquellas orientadas a la exportación, los que alejan aún más el crédito de la actividad productiva que lo necesita para intentar volver a crecer sostenidamente o a veces apenas para sostener niveles de actividad. Los costos de cumplimiento se multiplican.
Me hace pensar en la fábula de La Caja de Pandora que me leía mi abuela cuando era chico. Se abría la tapa, y salían todos los pesares y malas ondas. Acá, se abren las compuertas, y cada distrito sale a bolsiquear al sector privado en una lógica destructiva donde quizá un distrito gane, pero el país pierde. No lo dude ni por un instante.
— ¿Es suficiente el aumento de las bases no imponible sobre los bienes personales, para que no se transforme en un gravamen confiscatorio?
— Mire esta es una discusión agotadora e interminable que harta y termina corriéndonos del eje del debate que deberíamos tener, que tiene que arrancar por decidir qué vamos a hacer con la inflación en Argentina y luego, mientras tengamos esa calamidad, cómo adecuamos muchas cosas, entre ellas el tema tributario. Además, hay que considerar que la presión impositiva sobre el patrimonio depende de lo que imponen por ejemplo en inmuebles y automotores, los 3 niveles de gobierno. En algunos casos, un mismo bien recibe cuádruple imposición, donde bienes personales es solo uno para el análisis. Usted me pregunta sobre el aumento de base imponible de bienes personales, pero ¿Cuál es el efecto consolidado?
“La presión impositiva sobre el patrimonio depende de lo que imponen por ejemplo en inmuebles y automotores, los 3 niveles de gobierno”
Recién le hablé de los estudios de la Oficina Nacional de Presupuesto sobre cargas tributarias a nivel federal. También hay otros estudios, privados, que nos muestran que las familias argentinas en distritos seleccionados, al pasar de la mirada sobre la presión impositiva promedio a la mirada sobre la presión legal que soportan los cumplidores, salta a los primeros lugares incluso si se compara con países europeos de primera línea. Basta de miradas parciales, hablemos en serio o mejor paso, prefiero no hablar del tema. No hay espacio para aumentar nada al boleo.
Lo que están viendo los que deciden esta política es que hay un bajo nivel de imposición general sobre los stocks de riqueza de las personas físicas. Pero están dando manotazos, y si tiene dudas pregúntese por ejemplo por qué es prioridad gravar más el stock de riqueza ya ingresado a un patrimonio, lo que implica una enajenación traumática. En lugar de eso sería mejor centrarse en el flujo de riqueza para personas físicas, donde por ejemplo Chile, Brasil, Australia, muchos otros casos, por donde mire, puede encontrar alícuotas más elevadas que en Argentina y con economías que venían funcionando razonablemente bien hasta la pandemia.
No estoy sugiriendo o impulsando incrementos, estoy diciendo que no tiene lógica hacer lo más complicado donde para peor no hay tanta tela para cortar. Teniendo tantos ejemplos, decenas de países muy bien administrados que están lejos por encima del caso argentino en la tributación sobre los flujos de riqueza de personas físicas.
— ¿El incremento de las alícuotas sobre los bienes radicados en el exterior es una buena medida para favorecer la repatriación de capitales?
— Me encantaría poner un granito de arena para avanzar hacia una sociedad con un bajo coeficiente de Gini, reflejo de un bajo nivel de desigualdad en la sociedad. Un modelo de bienestar. Esto lo podemos afianzar con el efecto combinado de gasto público muy bien diseñado y ejecutado, y lo mismo con los impuestos que son lo nuestro en esta nota. Los tributos que recaen sobre los sectores de elevada capacidad contributiva, son un elemento fundamental para una sociedad de bienestar. Pero, la sobre alícuota que usted me pregunta, ¿ayuda a esto? No lo creo. Aparecen diferentes aspectos para considerar. La Argentina expulsa capitales, pero no solo ni primordialmente por los impuestos, ni creo que por un impuesto más alto sobre bienes radicados en el exterior, vayan a regresar. Eso responde su pregunta.
Somos un país donde se abren discusiones hasta sobre la propiedad privada de tanto en tanto, imagínese si van a volver. El problema es como ya dijimos en una nota anterior, no es negocio hacer negocios lícitos en Argentina y hostilizarnos el logro de ganancias. Si esto cambia van a volver solitos esos capitales, sin necesidad de castigo tributario.
“La Argentina expulsa capitales, pero no solo ni primordialmente por los impuestos”
No creo que se ignore esto. Ni tampoco, entrando en otro aspecto, que se desconozca que las alícuotas son claramente confiscatorias, por encima de las expectativas de renta de los capitales en la mayoría de los casos. Llegando a extremos como el de emplear capacidades financieras que podrían apalancar alguna inversión, para cubrir un tributo evitando liquidar participación.
Estas alícuotas confiscatorias se podrán sostener algún tiempo, pero en algún momento se agotarán los argumentos de coyuntura como la pandemia y la justicia le pondrá límites, porque se van comiendo el capital, lo que no es un objetivo válido para un impuesto. Si hay dudas sobre el origen de una fortuna y se sospecha de un delito, eso se resuelve de otra forma, no con un impuesto. El coeficiente de Gini no puede depender de un andamiaje inestable. Conviene trabajar más y mejor sobre los flujos, que imaginar exacciones patrimoniales por vía tributaria. Todo, buscando primero cobrar correctamente lo ya legislado antes que aumentar la presión legal. Si queremos una sociedad más justa, tenemos que usar las herramientas apropiadas para los fines perseguidos. Para que vuelvan los capitales, cobrar más caro a los radicados en el exterior no lo veo con efectos relevantes.
— ¿Cómo está la Argentina en ese caso en comparación con el resto del mundo?
— En general, con el elevado nivel de informalidad que hemos alcanzado, resulta notable el salto que pega Argentina si se compara internacionalmente la presión tributaria efectiva versus la presión tributaria teórica, la que soportan los sectores formalizados.
Distintos estudios así como las estadísticas de OCDE online, revelan que el camino de seguir incrementando alícuotas o inventando tributos sobre los formalizados, está agotado. Familias argentinas que soportan la presión que soporta una familia equivalente española o una de Italia, eximen de mayores comentarios. El camino es claro: gestionar las brechas de recaudación. No aumentar impuestos ni inventar parches dañinos.
“Estadísticas de OCDE revelan que el camino de seguir incrementando alícuotas o inventando tributos sobre los formalizados, está agotado”
— ¿Qué piensa del Impuesto a la herencia que prevé legislar la provincia de Buenos Aires, y su posible efecto imitación por el resto de las gobernaciones?
— Pienso que este tipo de impuesto podría tener lugar en un sistema tributario, existen antecedentes en diversos países. En general son bastante moderados los esquemas vigentes en la experiencia internacional. Pero empecemos la casa por los cimientos y las paredes, no por el techo. Si tenemos tantos vivos que se corren a la informalidad para evitar la carga tributaria, ¿por que caerle a los muertos, justo en circunstancias de una desgracia familiar? Complicar la administración del sistema, por una expectativa marginal de recaudación? No lo haría por ahora. Y de nuevo, si creemos que quien ha fallecido construyó el patrimonio de manera ilícita, para eso está la Justicia. Si no cometió delitos demostrables y el patrimonio es lícito, sería caso de dejar tranquila esa familia al momento del fallecimiento.
— El impuesto inflacionario se ha constituido en la principal herramienta de financiamiento del Tesoro ¿Cuál es el límite para que ese recurso sea declarado inconstitucional, y pueda llevar a una suerte de rebelión fiscal, como promueve el diputado José Luis Espert?
— El impuesto inflacionario es una herramienta de la cual los últimos gobiernos argentinos vienen abusando digamos alevosamente. Cada punto de agujero fiscal cubierto con emisión, tiene una contrapartida clara en la nominalidad de la economía, es decir en el nivel de inflación. Tenemos un problema tremendo con la inflación, después de haberla erradicado con un esfuerzo enorme. Ahora por lo menos parece haber una comprensión de que en los niveles inflacionarios que ya tenemos, es muy peligroso seguir consumiendo esta droga.
De todos modos, aclaremos que no es la principal fuente de financiamiento, pero sí es la peor y la más regresiva, por tanto su uso inhabilita y descalifica todos los discursos acerca de la progresividad cada vez que se quiere imponer extra a sectores de alta capacidad contributiva: primero, habría que dejar de financiarse con los pobres. En cuanto a la rebelión fiscal, ya la tenemos y en estado muy avanzado. Basta con mirar los niveles de informalidad económica, laboral, de evasión impositiva. Claramente la Constitución no contempla esta fuente de financiamiento, pero no tengo claro si es un tema de la orbita de la Justicia ordinaria o el desenlace llegaría mediante un mecanismo del tipo Juicio Político. Si fuera por mi, antes que juicios preferiría una política económica integral enderezada a la estabilidad y el crecimiento sostenido.
— ¿Una reflexión final?
— Necesito repetirme en algunos de mis conceptos habituales. Hay que ensanchar la base de tributación, cobrar correctamente los impuestos legislados, desandar el camino errado de tantos años, pescando en la pecera de los cumplidores. Para volver de esto, debemos aplicar un modelo de gestión de cumplimiento empezando por la brecha del IVA, integrando gestiones a partir de un esquema del tipo redes neuronales. Los resultados permitirán reabsorber tributos distorsivos y yuyos tributarios, hasta ordenar el sistema sobre una estructura de una decena de conceptos en vez de casi dos centenares actuales.
Se requiere un shock tecnológico para que la era digital no deje al Estado muy imaginativo en utopías, pero desfinanciado
Se requiere un shock tecnológico también, no solo para aplicar este modelo, sino también para que la era digital no deje al Estado muy imaginativo en utopías, pero desfinanciado. Finalmente, tener en cuenta que una economía, según ciertos elementos donde uno de los principales es su nivel de desarrollo, tiene límites en su capacidad de generar financiamiento genuino y sano para el Estado. Ningún exprimidor puede extraerle a una naranja cantidades ilimitadas de jugo.
Fotos: Guillermo Llamos
SEGUIR LEYENDO: