Una maravilla tecnológica, un avión mágico. Eso era para muchos el Concorde, el avión supersónico más reconocido en el mundo que podía volar con pasajeros a 2.179 kilómetros por hora y duplicar la velocidad del sonido. Además, fue sinónimo de lujo y glamour.
La historia de la aviación comercial supersónica se remonta a la década de 1950 cuando Estados Unidos, Francia, Rusia e Inglaterra, empezaron a dar una de las primeras batallas de la carrera tecnológica que se llevó a cabo durante Guerra Fría para ver quién llevaba a cabo el proyecto de transportar pasajeros por el mundo a altísimas velocidades.
Sin embargo, con el correr de los años, los únicos en mostrar real interés en el diseño y fabricación de este tipo de aeronaves fueron Rusia por un lado, y Francia e Inglaterra por el otro, que luego de un tratado internacional firmado en 1962 por ambos países, y las empresas Sud Aviation (francesa) y BAC (inglesa), dieron inicio a la fabricación del mítico Concorde. Los rusos por su parte, se lanzaron en la construcción del Túpolev Tu-144, que si bien fue construido antes que el Concorde, entró en servicio de pasajeros un año después.
Recién en el año 1969 se realizaron las primeras pruebas de vuelo del Concorde y en los siguientes tres años el avión se exhibió en varias demostraciones aéreas para captar el interés de posibles compradores. Para 1972 los fabricantes ya contaban con más de 70 unidades encargadas. Sin embargo, una serie de factores, como la crisis petrolera del ‘73, las dificultades financieras de las compañías aéreas, los problemas medioambientales y sonoros que generaba, y un accidente de su par ruso, el Tu-144, en el Salón Aeronáutico de Le Bourget en París, pusieron en serias dudas la viabilidad de la aviación comercial supersónica.
En 1976 sólo British Airways y Air France, ambas compañías pertenecientes a los países impulsores del proyecto, eran quienes tenían Concordes encargados. Así, el 21 de enero de 1976 el Concorde realizó su debut como avión comercial de pasajeros para las rutas Londres-Bahréin y París-Río de Janeiro. Luego se sumó la ruta París-Caracas, y recién en marzo de aquel año comenzaron los servicios hacia Estados Unidos.
Este país tuvo grandes conflictos con el Concorde debido a la ya mencionada contaminación auditiva que provocaba. Muchas quejas ciudadanas sobre el estrepitoso ruido hicieron que el Congreso estadounidense prohibiera el uso de estos aparatos en una gran cantidad de aeropuertos. Gracias a William Coleman, secretario de Transporte de los Estados Unidos por aquellos años, el avión supersónico pudo volar hacia Washington. Y recién en 1977 consiguió el permiso para hacerlo entre Londres y París y Nueva York.
Con el correr de los años el Concorde voló de forma regular hacia Singapur, Ciudad de México, Dallas, Miami y Barbados, además de las ya mencionados. Pocos destinos, al igual que la poca cantidad de vuelos que realizaba, ya que los costos de los boletos eran muy elevados. Sí, el avión podría hacer la ruta entre Londres y Nueva York en tres horas y media –versus las siete horas y media de un avión convenciona– lo hacía a costos altísimos. Un boleto para esta ruta podía valer 6.600 libras esterlinas, precio muy elevado para la época.
También tuvo sus aterrizajes en Argentina, el Concorde llegó al país en 5 ocasiones diferentes, siempre por causas especiales:
– La primera vez fue en 1971 mientras la aeronave se presentaba en el mundo.
– La segunda fue trayendo al seleccionado de fútbol francés al mundial del 1978.
– La tercera tuvo lugar en 1987 cuando trajo a Mobutu, presidente de Zaire.
– La cuarta fue mismo año en la visita del primer mandatario francés, François Mitterrand.
– La quinta y última vez fue en enero de 1999, en el marco del Tour del Fin del Mundo, paquete de viaje que incluía el paso por ocho ciudades de América Latina que duraría 21 días y finalizaría en Ushuaia. Los 88 pasajeros de aquella ocasión pagaron USD 52.500 para costearse el tour. Ese avión, matriculado como F-BTSC, fue el protagonista de un accidente que sentenciaría a la empresa.
En sus 27 años de vida comercial, el Concorde sólo transportó a 2,5 millones de pasajeros y realizó cerca de 5.000 viajes. Entre los afortunados se encuentran la Reina Isabel II, el Papa Juan Pablo II, Margaret Tachter, el duque Felipe de Edinburgo y celebridades como Robert Redford, Sean Connery, Mick Jagger, Elton John y Phill Collins, quien gracias al avión pudo tocar en las dos ediciones del recital Live Aid, tanto en Londres como en Nueva York, el mismo día.
El año 2000 no sólo marcó el cambio del milenio sino que fue un año especialmente difícil para el avión supersónico. El 25 de julio de aquel año se produciría el accidente más grave de su historia cuando un Concorde que se dirigía desde París hacia Nueva York tuvo una rotura durante el despegue y se accidentó sobre la localidad francesa de Gonesse. Murieron las 109 personas que se encontraban en la aeronave y otras 4 que estaban en tierra.
El accidente produjo una enorme desconfianza en el público y la demanda para viajar en la mítica nave cayó aún más. Ese factor sumado a los altos costos que suponía la manutención de las aeronaves y los altos costos operacionales –consumía 25.680 litros de combustible por hora, cuatro veces más que un avión comercial tradicional– hicieron que el 10 de abril de 2003, Air France y British Airways anunciaron que retirarían el Concorde definitivamente.
Así el 30 de mayo de aquel año Air France hizo su último vuelo con un Concorde entre París y Nueva York, y British Airways realizó una gira de despedida durante octubre por las ciudades de Toronto, Nueva York, Boston y Washington. Y otra en el Reino Unido entre Londres, Birmingham, Manchester, Cardiff y Edimburgo. Este fue el final del avión supersónico más icónico de la historia.
¿Volverán los aviones supersónicos de pasajeros?
Lo cierto es que ya han pasado casi 19 años desde su discontinuación y todavía no ha existido otro avión supersónico en la aviación comercial. Hubo algunos anuncios sobre la llegada del sucesor del Concorde, como el Aerion AS2, el Overture o el S-512, pero todavía ninguno ha hecho lo que el Concorde: transportar pasajeros a velocidades que dupliquen la del sonido.
Por lo tanto el Concorde continúa siendo el avión de su clase de mayor renombre en la historia de la aviación comercial, y todo indica que si la industria aeronáutica no logra resolver los altos niveles de consumo de combustible de este tipo de aparatos, la aviación supersónica no volverá a la escena en el futuro próximo.
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