Cien años atrás, la Rusia bolchevique usó los mismos argumentos del gobierno argentino para renegociar su deuda, según la crónica de Hemingway

Antes de conocer la celebridad, el novelista estadounidense fue durante cuatro años corresponsal de un diario canadiense, para el que cubrió, en 1922, una conferencia en que se negoció la deuda rusa con los países aliados. Algunas lecciones para la Argentina

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Una foto de los delegados
Una foto de los delegados aliados y rusos a la Conferencia de Génova, que Hemingway cubrió para un diario canadiense

“En relación con las deudas, venimos con las manos libres, sin comprometernos. Los derechos del capital extranjero estarán totalmente a salvo, pero Rusia se opondrá a todos los intentos de los consorcios para convertirla en una colonia”.

Así le dijo el general George Chicherin, jefe de la delegación rusa a la Conferencia de Génova de abril de 1922, al entonces ignoto Ernest Hemingway, corresponsal del Toronto Daily Star, un diario canadiense para el que trabajó entre 1920 y 1924.

En esa Conferencia se trataban, entre otras cuestiones, las deudas que el régimen soviético había repudiado oficialmente el 10 de febrero de 1918, y que comprendían bonos y créditos colocados entre 1888 y 1916 a bancos y acreedores de Francia, Inglaterra y Bélgica, entre otros países, tanto por la Rusia zarista como por el gobierno provisional desalojado en octubre de 1917 por la triunfante revolución bolchevique. Los aliados venían de imponer, en el Tratado de Versalles, en 1919, duras reparaciones a Alemania, el gran perdedor de la primera guerra mundial.

Hemingway no había cumplido aún 23 años, durante la guerra había sido ambulanciero en Italia y se había enamorado de una enfermera siete años mayor, fuente de lo que sería años después una de sus novelas más populares, Por quién doblan las campanas.

A lo largo de cuatro notas, entre el 10 y el 27 de abril, reproducidas en el libro “Publicado en Toronto”, el joven corresponsal del diario canadiense describió las tratativas de Génova, que no llegaron a buen puerto y dejaron una larguísima estela, que todavía no se disipó del todo.

Uno de los bonos rusos
Uno de los bonos rusos suscriptos por bancos e inversores franceses

Las propuestas aliadas “incluyen el reconocimiento por parte de Rusia de las deudas zaristas y de las del gobierno provisional, así como de las garantías de no agresión y seguridad para los extranjeros que se encuentran en Rusia”, escribió el entonces bisoño periodista, y expuso la contrapropuesta rusa que incluía el pedido de un nuevo préstamo. En síntesis, los bolcheviques decían: 1) concesión a Rusia de un préstamo de 500 millones de dólares, 2) promesa rusa de que “garantizará la seguridad de los extranjeros que se hallen dentro de sus fronteras a cambio de garantías similares por parte de otros países”, 3) reconocimiento de las deudas zaristas y del régimen de Kerenski, pero con moratoria y, en contraposición, pago al régimen bolchevique por los daños causados por una serie de ataques de militares rusos apoyados por los aliados “en fútiles ataques contra los soviéticos”.

Esto último respondía al deseo del gobierno bolchevique de que los aliados reconocieran el daño causado y su responsabilidad en el financiamiento de los ejércitos blancos.

En una nota posterior, Hemingway informó que las tratativas se habían estancado porque, tras obtener de los aliados un reconocimiento a sus reclamos, los soviéticos le habían puesto a esas reparaciones un precio tan alto, que superaba toda la deuda rusa y convertía a los aliados en deudores del régimen bolchevique. “Por añadidura, la primera consideración de la delegación soviética es obtener un importante préstamo, y esto no gusta a los aliados”, escribió.

Mala prensa

En su cuarto y último despacho, con la negociación de la deuda rusa destinada al fracaso, Hemingway fue particularmente duro con “Rosenberg, un hombre pequeño, nervioso, histérico y suspicaz que tiene a su cargo el servicio de prensa” (de la delegación bolchevique. Si los rusos pierden la simpatía ganada ante la opinión pública “al ofrecer el desarme de Rusia el primer día –concluyó, frustrado por el rechazo de los delegados rusos a dialogar- será a causa de una falta absoluta de buen criterio y una incomprensión total del estado de sus relaciones con la prensa”.

El régimen soviético no pagó la deuda contraída durante los 28 años anteriores a su irrupción, pero se derrumbó tras pasar períodos como el stalinismo, que entre otros horrores impuso el Holodomor, o muerte por hambre, a millones de ucranianos. En 1986 la Unión Soviética alcanzó un acuerdo con el Reino Unido y recién en 1997, luego de la caída del régimen soviético, Rusia alcanzó otro con Francia, de renuncia a mutuos reclamos, aunque París aclaró que el acuerdo a nivel de Estados no cesaba los reclamos particulares de sus ciudadanos. La deuda no se pagó, pero tampoco es una cuestión totalmente cerrada.

La tapa del libro con
La tapa del libro con las crónicas que entre 1920 y 1924 escribió Hemingway para el Toronto Daily Star

Volver al presente

Fast forward cien años y vemos a Martín Guzmán, tras incontables reuniones y viajes y decenas de miles de millaje aéreo, informar que aún está lejos del acuerdo con el FMI para restructurar los USD 40.912 millones que, según informa oficialmente el organismo, al 31 de diciembre pasado, aún le debe la Argentina del crédito de hasta USD 57.000 millones concedido en 2018 y del que el país, durante el Gobierno de Mauricio Macri, recibió entre USD 44.000 y 45.000 millones (la cifra varía según el momento en que se calcula, pues el crédito no es en dólares, sino en Derechos Especiales de Giro (DEGs, la “moneda” del Fondo).

Tanto el ministro como el presidente Alberto Fernández esgrimen argumentos geopolíticos, avalaron una denuncia penal que presenta al FMI como cómplice de un plan criminal y crearon falsas expectativas en un foro como el G20. La propia vicepresidente Cristina Kirchner afirmó varias veces que el crédito fue ilegal, un grupo de senadores ligado a ella planteó en una carta a la directora del FMI, Kristalina Georgieva, la necesidad de “varias décadas” para el eventual repago y la diputada ultra-K Fernanda Vallejos exigió que el Fondo indemnice a la Argentina por los daños causados, so pena de denunciarlo ante la Corte Internacional de Justicia.

Para la tribuna

Una gestualidad que no contribuye a solucionar cuestiones como la propia deuda con el Fondo y que ahondan la desconfianza, deprimen el valor de los bonos emitidos por el actual gobierno cuando en agosto de 2020 restructuró la deuda con acreedores privados (ergo, aumentan el riesgo-país), presionan sobre las escasas reservas del Banco Central, hacen corcovear al dólar y le marcan un solo rumbo a la inflación: hacia arriba.

Así, por caso, el Gobierno agitó en el G20 el tema de los “sobrecargos” que hace dos meses empezó a pagar por no acordar antes un “Acuerdo de Facilidades Extendidas” que hubiera llevado a 51 meses el inicio de esos sobrecargos y, al criticarlo por excesivo, impugna no solo el crédito de 2018 a la Argentina, sino la política crediticia del Fondo, un organismo integrado por 190 países del mundo que, en relación a las cuotas de los respectivos países, ya concedió préstamos aún más generosos a Grecia, Portugal, Irlanda, Ucrania y Uruguay.

La diputada Fernanda Vallejos planteó
La diputada Fernanda Vallejos planteó que el FMI "indemnice" a la Argentina y propuso denunciar al organismo ante la Corte Internacional de Justicia

La deuda repudiada en 1918 por el régimen bolchevique había tenido al menos un preaviso: la publicación, en 1905, de los revolucionarios rusos y en especial del Soviet de San Petersburgo, de que repudiarían deudas contraídas con fines bélicos y armamentistas para librar guerras que “prolongaron la violencia y el sufrimiento del pueblo ruso”. Eran deudas “odiosas”, “ilegítimas” e “insostenibles” escribieron Nathan Legrand y Eric Toussaint en febrero de 2018, en el centenario del repudio de la deuda rusa.

Pero incluso Legrand y Tousaint, miembros del “Comité para la Abolición de las Deudas Ilegítimas” reconocieron que aquel repudio sirvió de muy poco en el contexto de un régimen cuya “fase de distorsión y degeneración burocrática había comenzado bastante temprano y fue finalmente suprimida por la dictadura estalinista”.

El kirchnerismo parece pensar que los Estados-Nación no tienen continuidad y que el mundo debiera estar muy atento a nuestros cambios de gobierno. Así, los bonos emitidos en 2014 para pagar a lo largo de 10 años un flujo de cerca de USD 10.000 millones por la expropiación del 51% de Repsol en YPF, una compañía que hoy, enterita, cotiza en menos de USD 1.600 millones, sí son deuda absolutamente legítima, como lo es la del arreglo del mismo año con el Club de París, en el que el entonces ministro Axel Kicillof se allanó a todos los cargos y penalidades posibles y a un plazo de repago exiguo según los estándares del propio Club.

Es de esperar, al menos, que la actual saga no se prolongue cien años, que serían de soledad.

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