La subestimación de la inflación real en el Presupuesto nacional se encuentra en uno de sus puntos más elevados desde que se normalizaron las estadísticas públicas. Para 2022, la divergencia entre el cálculo del Gobierno y la estimación de los analistas privados -que probó ser precisa- se volvería a repetir, con o sin nueva ley de leyes, como finalmente ocurrió en la mañana del viernes en la Cámara de Diputados, con el voto en contra mayoritario de la oposición.
De hecho, para 2021, el equipo económico que conduce Martín Guzmán planteó una meta del 29% a diciembre respecto de igual mes del año previo, que, un año después, corrigió al 45 por ciento.
Sin embargo, este “techo” ya se cumplió el mes pasado, ya que la inflación en los primeros 11 meses del año ascendió al 45,4% y para este mes se prevé entre 3% y 4%, que la aproximará a 50 por ciento.
De este modo, tal como lo refleja el Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) que elabora el Banco Central, la inflación cerraría este año en torno del 51% y se prevé un nivel similar en 2022, frente al 33% que estimó el equipo de Guzmán en la presentación del Presupuesto el pasado 15 de diciembre.
Un economista que elaboró varios presupuestos nacionales contó a Infobae que “en contextos de alta inflación lógicamente el Presupuesto como herramienta de previsión pierde fuerza”.
De todos modos, aclaró el experto que “en contextos de inflaciones moderadas (a diferencia de la década del 80), debería ser posible tener proyecciones más cercanas a la realidad, salvo que ocurran crisis agudas en el medio, que puede pasar”.
“El resultado de no tener proyecciones más ajustadas a la realidad termina siendo que al haber más inflación, nominalmente hay más recursos que los presupuestados y el gobierno hace uso de esos recursos ‘extra’ y los va asignando mediante Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) y Decisiones Administrativas de la Jefatura de Gabinete de Ministros y la firma del ministro de Economía, entre otras, sin pasar por la discusión parlamentaria tradicional”, explicó el analista en forma anónima. Este tipo de desvíos se suelen convalidar luego a través de DNU.
De este modo, opinó el economista especializado en las finanzas públicas: “Subestimar la inflación termina aumentado los márgenes de maniobra discrecionales durante el ejercicio por parte de la administración de turno”.
En esta sintonía, el director ejecutivo de ECO GO, Sebastián Menescaldi afirmó que “este es un recurso de la política para poder tener mayor discrecionalidad en el manejo de los fondos y tener la lapicera para poder dictaminar la política económica”.
Este es un recurso de la política para poder tener mayor discrecionalidad en el manejo de los fondos y tener la lapicera para poder dictaminar la política económica (Menescaldi)
Luego de que se conociera el dato de inflación de noviembre, que arrojó una suba del 2,5% festejada por el Gobierno, ECO GO advirtió que “la inflación Core” de la consultora se aceleró nuevamente en noviembre (0,1 p.p. en la comparación mensual) y culminó el mes en 3,4%, dos décimas por encima de la inflación headline. La medición que excluye los componentes volátiles (precios estacionales) y rubros regulados acumula en el año una suba del 48,3%, por lo que la brecha con el nivel general escala a 2,6 puntos porcentuales. En el último mes la dinámica mensual se explica en gran medida por los rubros alimentos consumidos dentro y fuera del hogar (4,1%), libros (8,6%), artículos para el hogar (6,8%), adquisición de vehículos (6,7%) y juguetes (4,9 por ciento)”.
ECO GO subrayó que “el congelamiento en los precios de los alimentos se vio completamente opacado por la suba en los precios de las carnes, las frutas y las verduras. Aunque los rendimientos decrecientes de este tipo de medidas quedaron en evidencia cuando los rubros alcanzados mostraron una suba promedio del 2,4%. Así, con un mes de plena vigencia del congelamiento de precios no hay motivos para festejar, con una participación en el índice que se ubica próxima al 26%, del 3,2% de la inflación headline cerca de un tercio se debe a alimentos”.
“A lo largo del 2021 la inflación mensual se ubicó cómodamente por encima del 3%, umbral que difícilmente perfore en el último mes del año. De esta forma la suba de precios cerraría el año en la zona del 51%. En términos de composición el comportamiento es similar al del 2020, los rubros estacionales y los que conforman la inflación núcleo fueron los que traccionaron la suba, mientras que los rubros regulados funcionaron como amortiguador”, detalló la consultora de Marina Dal Poggetto.
Por su parte, Gabriel Caamaño de Ecoledesma consideró que “con una estimación de una inflación más baja se pueden subestimar gastos e ingresos y luego la mayor recaudación sobre la presupuestada se puede utilizar en forma discrecional, aunque una parte también se usa para cubrir un mayor gasto”.
“Como los presupuestos no se respetan nunca, entonces no se cumplen los conceptos macroeconómicos”, sentenció Caamaño.
Como los presupuestos no se respetan nunca, entonces no se cumplen los conceptos macroeconómicos (Caamaño)
“La política fiscal tiene mucha discrecionalidad ya en la propia Ley de Administración Financiera se permite reasignar partidas sin afectar rubros totales y por ahí se juega mucho con el gasto de capital que luego se reasigna al gasto corriente”, dijo Caamaño.
De este modo, “el Presupuesto 2022 ya nació siendo un dibujo político para sortear la exigencia formal y en ese dibujo, la inflación siempre se pone a la baja, sea o no cierto”, concluyó, resignado el economista.
Esa fue una de las principales causas por la que en la mañana del último viernes se cayera en la Cámara bajas la propuesta que intentaron defender hasta último momento el ministro de Economía, Martín Guzmán, y el bloque de legisladores del oficialistas que desde el 10 de diciembre quedaron en minoría, tras el resultado de las elecciones de medio término en noviembre, y llevó al Gobierno a decidir “prorrogar el Presupuesto 2021″ para el año próximo.
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