Economista de formación, hace más de 20 años Gabriel Sánchez Zinny se interesó en la educación y la vinculó cada vez más al trabajo. Ese interés está en el núcleo de su reciente y sexto libro, “Sin trabajo - El empleo en América Latina entre la pobreza, la educación, el cambio tecnológico y la pandemia”, publicado por Planeta.
Sánchez Zinny dedicó el libro al exministro de Educación de la Nación y exsenador nacional Esteban Bullrich, y en él advierte la poca atención que aún se le da a la relación entre educación y trabajo. Todos los gobiernos de América Latina, de izquierda y de derecha, liberales y populistas –dice- priorizan la economía. Nadie quiere tener nulo o bajo crecimiento. “Pero algo estamos ignorando”, alerta. Y da una pista: “La situación del trabajo no tiene la centralidad que debería tener en la agenda política”.
“El trabajo tiene que ser el resultado de la educación, pues es en el trabajo y en la escuela donde se materializan los valores, la identidad, la autoestima y las posibilidades de alcanzar los sueños de cada uno”
Es un descuido extraño. Al fin y al cabo el trabajo no es solo un medio para generar ingresos con los cuales pagar el consumo de bienes y servicios, sino también “un núcleo de dignidad personal, autoestima, felicidad”, explica. Es más que una “mera transacción”, como a veces parecen verlo las ciencias sociales y las políticas públicas. Y los medios, que no difunden tanto los datos de desempleo o informalidad como los de inflación y precio del dólar. Y el estado, ¿por qué no existen estadísticas mensuales sobre el trabajo como en EEUU?, se pregunta.
De su experiencia, que incluye haber sido ministro de educación de la provincia de Buenos Aires durante la gestión de María Eugenia Vidal, Sánchez Zinny aprendió que “muchos sectores son conscientes de que el modelo educativo actual no está resolviendo los problemas sociales que se suponía debía resolver”, pero el paso entre reconocer el problema y resolverlo está obturado por debates políticos e ideológicos. En definitiva, “el trabajo tiene que ser el resultado de la educación, pues es en el trabajo y en la escuela donde se materializan los valores, la identidad, la autoestima y las posibilidades de alcanzar los sueños de cada uno”. Por eso, enfatiza el autor, “mi obsesión por la educación es hoy mi obsesión por la generación de empleo”.
Desde Washington, donde sigue trabajando en temas educativos e impulsando proyectos, Sánchez Zinny conversó con Infobae sobre la simbiosis educación-trabajo.
— De su libro surge que la Argentina y América Latina están en emergencia laboral y educativa. ¿Puede describirla y sugerir cómo abordarla?
— Es un tema a encarar con urgencia porque combina dos desafíos: educación y empleo. En América Latina la calidad educativa respecto al resto del mundo da mal, tenemos casi la mitad de chicas y chicos que no terminan el secundario en tiempo y forma y poca gente que termina la universidad. Y el problema de la desconexión entre educación y trabajo se aceleró con la pandemia, porque se aceleraron las disrupciones y cambios en el mundo del trabajo: las formas de trabajar, de aprender, el uso de plataformas, el crecimiento del comercio electrónico, el trabajo remoto. Todo eso profundizó los desafíos laborales. A eso se suma que América Latina y África son las regiones con más alta informalidad laboral del mundo. Las personas en la informalidad no tienen seguro de salud, de desempleo, licencia por maternidad, jubilación. No es solo un drama personal. En América Latina son 140 millones de personas. Hace al drama de la región, que la pandemia aceleró. Y muchas de las políticas que aplicamos no van a resolver el problema. En los países a los que les va bien el principal proveedor de empleo es el sector privado y los programas sociales son ayudas transitorias, no permanentes, que terminan en el trabajo. En la región aún no estamos en esa senda, el Estado no valora al sector privado y en los debates educativos se habla poco de trabajo. En la escuela hay que enseñar también capacidades laborales, que no son solo industriales o técnicas. Todos vamos a terminar trabajando. Tiene lógica que la educación formal atienda eso. Y el trabajo es a su vez una fuente de educación, porque en él también se aprende.
— ¿Cómo se puede abordar el problema de la informalidad laboral?
— La informalidad tiene muchas causas y requiere muchas aproximaciones. Hice más de 400 entrevistas para este libro y vi todo tipo de situaciones de formalidad e informalidad. Además de costo y rigideces, también se ven maniobras, hay abusos. Hay correlación con la educación, la informalidad en gran parte está en los niveles educativos más bajos. Y también un círculo vicioso: no hay base de datos y así es difícil hacer algo al respecto, porque además de poco debate hay poca información. De todos modos, la prioridad es el trabajo. La gente quiere trabajar. Dejar de lado la informalidad, pero disminuir el empleo no es una solución.
“Es importante conectar con el trabajo desde la secundaria y expandir la oferta post-secundaria, con más terciarios y formación profesional”
— En uno de los capítulos plantea la pregunta sobre qué enseñar. ¿Cuál fue su experiencia como ministro de Educación bonaerense?
— En la provincia, hay 5.000 escuelas, 20 millones de alumnos y 500.000 docentes entre escuelas públicas y aquellas que reciben aportes del Estado. No noté resistencia respecto de los contenidos, cambiamos el contenido curricular en los jardines, las especialidades en escuelas técnicas y abordamos habilidades blandas, del siglo XXI: adaptación al cambio, pensamiento crítico, lógica, curiosidad, aprender a aprender. Es importante conectar con el trabajo desde la secundaria y expandir la oferta post-secundaria, con más terciarios y formación profesional. También ayudar más en los últimos años de secundaria a que los chicos sepan qué quieren hacer. Generar más información; qué carreras crecen, donde hay más trabajo. ¿Quién podía saber hace unos años de la demanda enorme por enfermería, cuidado de mayores, delivery, industria del entretenimiento? Hay que generar información para que las personas sepan qué hacer.
— Usted recuerda una experiencia en los ‘90s, cuando reunió a Marta Maffei, de Ctera, con la secretaria de Educación de Arizona (EEUU), que le contó la experiencia de las escuelas “charter”, algo que acá había empezado a hacer San Luis. Maffei dijo que le parecía bien la idea, pero no cómo se hacía en la provincia puntana. Y cuenta que como ministro bonaerense volvió a encontrar ese tipo de resistencias, que resume en la frase, “Sí, pero no”. ¿Cómo es eso?
— Cuando se busca promover la reforma educativa lo que uno ve, cada vez más, es un debate ideologizado, no buscando soluciones para que los chicos aprendan más y consigan buenos trabajos. El debate se ideologiza y politiza y se aleja de soluciones prácticas. Muchos reconocen buenas ideas en privado, pero las contradicen en público, porque dicen que no se puede implementar. Se convirtió en una pelea más cultural, ideológica, política que nos tira para atrás. La educación debería ser una política de Estado. Es notable, pero parece que hay más políticas de Estado en economía que en educación, porque los funcionarios saben que la economía incluye en las elecciones. En educación eso solo se vio con la pandemia; nunca había habido tanta demanda social por la educación. No era tema de campaña. Cuando uno no hace las cosas bien en salud o economía, el resultado se ve de inmediato. En educación los malos resultados no se ven de inmediato. Por eso busco insuflar un sentido de urgencia. Ojalá la demanda social por educación se mantenga: abrir las escuelas, pero también demandar calidad educativa
Muchos chicos dejan la secundaria, por diversas razones. Algunos, porque no les resulta tan interesante como esperaban. Generar experiencia laborales o comunitarias ayuda incluso a mejorar la retención escolar.
— ¿Cuál es su opinión sobre el proyecto de “prácticas laborales” obligatorias para los alumnos de último año de secundaria en CABA?
— En los países a los que les va bien buscan la transición entre educación secundaria y trabajo. Reitero: no solo trabajo industrial: puede ser en la academia, en el gobierno. Es llamativo que no nos parezca normal vincular la educación con el trabajo. Todos en algún momento vamos a trabajar. Sirve para desarrollar cultura del trabajo: hábitos, costumbres, horarios, trato con personas, reunión en equipo. Las experiencias enseñan desde cómo presentarse a cómo afrontar una entrevista. Muchos chicos dejan la secundaria, por diversas razones. Algunos, porque no les resulta tan interesante como esperaban. Generar experiencia laborales o comunitarias ayuda incluso a mejorar la retención escolar.
— ¿Por qué dice que la escuela se transformó en un ámbito de política asistencialista, y eso es un problema?
— Lo que digo es que la escuela dejó de generar movilidad social. Era parte del objetivo escolar: valores y conocimiento, pero también movilidad social, oportunidades. En muchos lugares eso no pasa más, la escuela dejó de ser generadora de movilidad social y progreso. Tenemos que repensar eso. Dejar atrás batallas ideológicas: si la escuela deja de generar movilidad social y se pierden días de clase por paros, es peor, porque se está dejando a los chicos con menos educación y más desigualdad.
SEGUIR LEYENDO: