Unas siete millones de personas transitaron lo que va de este año con salarios que se movieron muy por debajo de la evolución de los precios. Se trata del sector más vulnerable del mercado laboral: los trabajadores informales (sin descuento jubilatorio, en la clasificación en las estadísticas del Indec). Un universo que todavía permanece, en gran parte, por debajo del radar del Estado, que por definición tiene salarios mucho más desprotegido contra la inflación y que, además, desde la mitad del año pasado representa ocho de cada diez nuevos puestos de empleo que se generan en el país e ingresos que se ubican en la mitad del promedio general.
Según dejaron saber a Infobae funcionarios del equipo económico, el indicador al que apuntará con principal atención el Poder Ejecutivo en las semanas que quedan de 2021 será equiparar la carrera entre los salarios y los precios. El Gobierno de Alberto Fernández hizo repetidas veces la promesa de que este año los ingresos de los hogares deberían terminar el año por encima de la evolución inflacionaria. A cinco semanas de que termine el 2021, eso podría ser cierto para una parte del mercado laboral, pero un segmento importante quedará fuera.
El Gobierno de Alberto Fernández hizo repetidas veces la promesa de que este año los ingresos de los hogares deberían terminar el año por encima de la evolución de los precios
El último dato oficial de Indec fue publicado al mismo tiempo que el IPC de octubre (3,5%), y marca la fragilidad de los sectores del mercado de trabajo que están desplazados del empleo registrado o público: en lo que va del año los salarios de los trabajadores informales están nada menos que 17 puntos porcentuales por debajo de la inflación. Es incluso una brecha mayor a la que ya tenían en septiembre, cuando ese sector estaba 12 puntos atrás del ritmo de precios.
No se trata de un sector menor de la sociedad. Según se desprende de datos oficiales, poco más del 37% del empleo es informal, lo que incluye a unos 7,1 millones de trabajadores. Por definición no tienen mecanismos de protección de su poder de compra como las negociaciones salariales sindicales, por lo que la única manera de tener actualizaciones en sus ingresos es la referencia que da el salario mínimo, que este año tuvo un incremento cercano al 54 por ciento.
Radiografía del trabajo informal
El universo del mercado laboral no registrado está apenas alcanzado por el radar del Estado, a través de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec. Solo con cuentagotas las autoridades pudieron contar, con el experimento del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) durante los primeros meses de pandemia de Covid-19, una aproximación a ese mundo. Como referencia, el Gobierno proyectaba que esa asignación extraordinaria alcanzara a 3,6 millones de personas -entre ellos empleados en negro- pero la expectativa inicial se desbordó y terminó llegando a casi 9 millones de personas.
De esa base de datos el Estado detectó supo que más del 60% de los solicitantes o bien eran desempleados o tenían empleos no registrados. Después de la experiencia del IFE, el Ministerio de Desarrollo Social buscó a través de la creación de un registro especial poder “censar” cuántas personas forman parte del segmento más precario del mercado laboral, que llama la economía popular.
Según la definición de Gildo Onorato, secretario gremial de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), la economía popular no debería ser sinónimo de informalidad. “La informalidad implica un trabajo bajo convenio en el cual el patrón no tiene a ese trabajador registrado. La economía popular es un grupo de actividades que implican una nueva relación social en la que los empleados se inventan su nuevo trabajo. Tiene un origen en la subsistencia básica y está más vinculado a buscarse una forma de vivir”, explicó a Infobae.
La economía popular es un grupo de actividades que implican una nueva relación social en la que los empleados se inventan su nuevo trabajo. Tiene un origen en la subsistencia básica (Onorato)
De todas formas, según datos recopilados por ese registro de la cartera social, el porcentaje de informalidad es ampliamente mayoritario. “Sólo 5,2% de las trabajadores del Renatep se encuentran inscriptos de manera individual en alguna categoría tributaria. La mayor parte está adherida al Monotributo Social (4,65 puntos porcentuales) y el resto se distribuye entre las categorías A y D del régimen simplificado de impuestos, concentrándose especialmente en la primera”, mencionó un primer informe hecho por ese Ministerio en mayo.
Ese registro iniciado en pleno comienzo de la pandemia por Desarrollo Social y que fue actualizándose a lo largo de 2021, arrojó como resultado que existen en la actualidad unos 2,8 millones de personas que se reconocen como parte de la economía popular. Aunque se trate del estudio más exhaustivo, de todas formas, otras cuentas alternativas para tratar de abarcar al universo de trabajadores precarios en la Argentina.
De acuerdo a un trabajo del Centro de Innovación de los Trabajadores (Citra), vinculado a la CTA, un relevamiento en base a datos oficiales dio como resultado un muestreo mayor. “El Universo Amplio de la economía popular ascendió a 4.278.751 personas, un 33,1% de la Población Económicamente Activa del trimestre. En términos de composición, Cuentapropistas no profesionales y Asalariados con predominancia de ingresos provenientes de ‘subsidios del gobierno’ conjuntamente representaron al 84,4% del universo”, midió.
No obstante, los cálculos estimativos hablan de una porción aún mayor de la población. Onorato proyecta, en ese sentido, que el total de personas que pueden ser calificadas bajo la concepción de economía popular debería rondar, en realidad, entre 6 y 7 millones de personas, un número que incluso se asemeja a las estimaciones de cantidad de empleados no registrados que se desprende de los datos del Indec.
Según un registro oficial, la economía popular es una porción del mercado laboral marcadamente femeneizada y con predominio entre los jóvenes: el 57,4% son mujeres y 42,6% varones
Una cuestión interesante es analizar, de acuerdo al registro hecho por Desarrollo Social, quiénes integran el universo de la economía popular y a qué se dedican. Según el sondeo, se trata de una porción del mercado laboral marcadamente femeneizada y con predominancia entre los jóvenes: el 57,4% de esta población son mujeres y el 42,6% varones.
Como contraste, Desarrollo Social remarcó que existe una “masculinización” de la población trabajadora del mercado laboral asalariado privado, registrado por el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA). En ese indicador las mujeres representan el 32,9 por ciento.
“La autonomía económica de las mujeres se constituye en una de las condiciones para lograr la equidad de género. Sin embargo, los datos sugieren que sus trayectorias laborales, en comparación con las de los varones, siguen siendo más precarizadas, informales y peor remuneradas”, consideró el último informe, de agosto de este año y al que Infobae tuvo acceso.
Respecto a las edades, el relevamiento arrojó como conclusión que el 64,2% de los trabajadores de la economía popular tiene entre 18 y 35 años, con una edad promedio de 33 años. Este dato también se distingue del mercado laboral formal. “Al comparar la distribución etaria con la correspondiente al sector de asalariados/as privados, se observa que en esta otra población los/as trabajadores/as de entre 18 y 35 años representan sólo el 38,8%”, menciona.
“Esto se debe a que en el sector del empleo privado registrado los más jóvenes (entre 18 y 24 años) son un porcentaje significativamente menor (6,7%). En cambio, se observa mayor presencia de trabajadores con edad comprendida entre 36 y 66 años o más”, afirma el reporte.
Economía popular: a qué se dedican y qué tareas realizan
De acuerdo al último informe, el 61,5% de las personas inscriptas al registro de la economía popular se concentra en el rubro de Servicios Socio Comunitarios (28,8%) y Servicios Personales y otros oficios (32,8 por ciento). El restante 38,5% de inscripciones se distribuye entre las demás ramas, entre las que sobresalen Comercio Popular y Trabajos en Espacios Públicos con el 12,1 por ciento.
Casi la mitad de las inscripciones (48,1%) está compuesta por personas que trabajan en comedores y merenderos, y otras que realizan servicios de limpieza, agricultores y vendedores ambulantes
Hay, de todas formas, un pequeño grupo de ocupaciones que sobresale al resto. Casi la mitad de las inscripciones (48,1%) está compuesta por personas (generalmente se trata de mujeres) que trabajan en comedores y merenderos, y otras que realizan servicios de limpieza, agricultores y vendedores ambulantes.
“Al analizar estas categorías según la distribución por sexo, se advierte que en algunas ocupaciones el porcentaje de mujeres trabajadoras es significativamente mayor. Es el caso, en mayor medida, de las tareas de cuidados, servicios de limpieza, peluquería/depilación/manicuría/masajista e indumentaria textil”, mencionó el informe.
“Asimismo, se observa una tendencia a la feminización de tareas en las siguientes categorías: trabajador de comedores y merenderos comunitarios, cocinero, producción de alimentos, venta directa, artesano, y vendedor punto fijo. Por el contrario, en las ocupaciones vinculadas a la construcción, al jardín/poda y a la mecánica, la presencia varones es significativamente mayor”, continua el análisis.
Una cuestión relevante es que la mayor parte de los trabajadores considerados como parte de la economía popular lleva adelante sus actividades de manera individual (59,5%) mientras el 40,5% restante se organiza de manera colectiva, como por ejemplo con cooperativas o mutuales.
Onorato (UTEP) divide a los trabajadores de la economía popular en tres segmentos. “El primero es el que proviene de una pobreza estructural, de 3 o 4 generaciones de desocupados, que son los que más necesitan el acompañamiento del Estado. Luego está lo que llamo el segmento ‘núcleo’, que demanda una ampliación del Monotributo Social para incluirlos y créditos no bancarios y el tercero es al que generalmente se refieren los dirigentes políticos que es aquel que son los que tienen asistencia de programas sociales y que pueden recuperar empleabilidad a través de capacitaciones”, enumeró el dirigente social.
El mercado informal explica el 82% de los nuevos trabajos generados en la Argentina a partir de la segunda mitad del 2020, según la OIT
Una característica particular del empleo en negro es que fue el que sufrió el impacto más notorio de la parálisis económica que implicó la pandemia y las restricciones a la actividad económica y, en una segunda etapa de la crisis sanitaria, es el que explica la mayor cantidad de puestos de trabajo generados, según midió en un informe la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en un estudio que hizo en América Latina.
“En Argentina, México y Paraguay, por ejemplo, la reducción de los puestos informales dio cuenta de más del 80 por ciento de la caída del empleo total durante la primera mitad de 2020″, citó el informe, realizado por la economista argentina Roxana Maurizio. En Argentina, relevó el estudio, el porcentaje de asalariados sin descuento jubilatorio se redujo en 12 puntos porcentuales en entre primer y segundo trimestre 2020.
Según la OIT, la gran mayoría de los empleos nuevos generados en la Argentina están en el mercado informal. “Cuando se analiza la dinámica de las diferentes categorías de empleo desde la segunda mitad de 2020 se observa que la misma ha estado traccionada casi por completo por el crecimiento del empleo informal. Estas ocupaciones han dado cuenta de alrededor del 70% o más de la creación neta de trabajo”, en un grupo de países entre los que se destaca la Argentina, con un 82 por ciento.
Hay varias razones que explican esa situación, según el organismo internacional. “Puede estar reflejando, por un lado, que el incremento del nivel de actividad no requirió por completo de nuevos trabajadores formales en tanto las firmas hicieron frente a la creciente producción elevando las horas trabajadas, incluyendo la vuelta al trabajo de los asalariados suspendidos y ausentes temporales”, razonó la OIT.
“Por otro lado, da cuenta del hecho que, al menos en parte, los trabajadores por cuenta propia, muchos de ellos informales, tuvieron la posibilidad de volver a desarrollar actividades que habían sido interrumpidas por las restricciones. El aumento de la cantidad de puestos asalariados informales también puede asociarse, en alguna medida, con las reaperturas de negocios pequeños (con mayor incidencia de la informalidad)”, concluyeron.
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