Más pesos y menos dólares: los cuatro factores que inciden en la presión devaluatoria

La escasez de reservas líquidas y la fuerte expansión monetaria ponen límites a la estrategia oficial de regular una gradual devaluación

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Pasaron las elecciones de medio término y, de cara a fin de año, el Banco Central afronta el desafío de atacar desequilibrios acumulados en el plano cambiario.

Un elevado déficit discal que demandará el crecimiento del dinero en circulación, la inercia inflacionaria sobre el 3% mensual y el 50% anual, junto con cierta estrechez de dólares en reservas, renuevan las presiones sobre el tipo de cambio.

A la par, la vigencia de un estricto control de capitales y los esperados ingresos por la cosecha de trigo aún brindan algo de espacio al Central para evitar una devaluación brusca, aunque dicho margen corre por un andarivel cada vez más estrecho con el paso del tiempo.

En los próximos meses hay cuatro variables a seguir de cerca como para anticipar qué va a pasar con el dólar:

1) Límites para el atraso cambiario. En el marco de la campaña electoral, el BCRA aprovechó el estricto cepo para frenar la devaluación lo más posible. El Índice del Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM), a través del cual la entidad mide la competitividad de la economía según la variable cambiaria tocó un piso de 104 puntos, un mínimo desde el 7 de junio de 2018, cuando estallaba la corrida del dólar durante la presidencia de Mauricio Macri, cuando hubo que apelar a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

No es la filosofía del Frente de Todos la de buscar un precio de equilibrio para el dólar, por lo tanto, una devaluación violenta no estará en los planes hasta diciembre de 2023, pero una actualización del dólar mayorista a un ritmo más cercano al de la inflación, sobre el 3% mensual, es un escenario probable en esta segunda mitad del mandato de Alberto Fernández.

2) Escasas reservas. Los activos internacionales en las arcas del Banco Central alcanzan los 42.000 millones de dólares.

Pero esta tenencia queda casi extinguida al descontarse conceptos como el “swap” o intercambio de monedas con el Banco popular de China (casi la mitad de ellas reservas), los Derechos Especiales de Giro del FMI (unos USD 2.500 millones que deberán usarse para el repago al propio organismo), el oro (USD 3.700 millones: venderlo sería una señal de alarma en el mercado), los depósitos privados y otros préstamos.

Hoy el BCRA cuenta con poco más de USD 800 millones líquidos para intervenir en el mercado mayorista y mantener a raya la devaluación. Son divisas muy escasas si se toma en cuenta que el Central acumula un saldo neto negativo de USD 776 millones en lo que va de noviembre por su intervención en el mercado mayorista, para atender a una demanda firme, particularmente de importadoras.

3) Apuesta al trigo. La mejor carta ganadora con la que cuenta el Banco Central se la concede otra vez el agro. En los meses de diciembre y enero los ingresos de divisas por las exportaciones del trigo son un firme puntal para las reservas del Central. El cereal sube este lunes un 2%, a USD 312 por tonelada, su precios más alto en nueve años, desde noviembre de 2012. Cálculos privados estiman en un rango de los USD 3.800 millones a los USD 4.000 millones el aporte del trigo a la balanza comercial, casi un 10% de las reservas brutas del BCRA, que ayudarían a paliar la escasez de divisas en el corto plazo.

Menos reservas y más pesos en la calle reafirman la tendencia de una brecha cambiaria por encima del 100 por ciento

4) Déficit fiscal y “bomba” de pesos. El principal motor inflacionario es la expansión monetaria, es decir, los pesos que emite el BCRA para cubrir el desequilibrio de las cuentas públicas. Colateral de esta inyección constante de monedas es la emisión endógena de la entidad para pagar vencimientos de la deuda que emite para absorber dicho excedente de liquidez (Letras de Liquidez Leliq y Pases pasivos).

La “lluvia” de pesos será abundante hacia fin de año. La Base Monetaria creció 38% en el último año (de $2,3 billones a $3,2 billones) y la circulación monetaria (principal componente de la Base Monetaria) subió 36,2%, tendencia que justifica el avance interanual de 24% para el dólar libre (desde los $163 a los $201,50) y del 43,8% para el bursátil “contado con liquidación” (desde $148,75 a $214,85).

Menos reservas en divisas y más pesos en la calle reafirman la tendencia de la brecha cambiaria, por encima del 100 por ciento entre el dólar oficial y las cotizaciones alternativas y libres.

Por la lenta devaluación, en 2021 la pérdida de competitividad cambiaria es de una 20 puntos porcentuales

En este sentido, una luz roja para los agentes financieros y bursátiles es el crecimiento exponencial del stock de Leliq y Pases, del 74% en el último año, desde los $2,55 billones a los $4,43 billones, una tasa muy superior a la de la devaluación y la inflación, y claramente una mala señal respecto de la liquidez futura, dado que esta deuda es de cortísimo plazo y el BCRA debe renovarla permanentemente.

Hoy hay un 38,4% más pesos encajados en estos títulos de deuda, que obligan al pago mensual de intereses por encima de los $100.000 millones mensuales, que en la Base Monetaria, que es el dinero con el que funciona la economía.

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