El resultado de las elecciones del domingo sigue generando análisis y reacciones en el exterior, en particular en medios de influencia en los círculos políticos y económicos internacionales. Como ya consignó Infobae, el diario Financial Times consideró en un editorial que la “paliza” que recibió el gobierno podría ser una “oportunidad” para que la Argentina logre escapar de su “constante historia de promesas fallidas”.
Otro medio británico, The Economist, también en la columna editorial “Bello” de la sección Américas, se pregunta hoy si la derrota electoral favorecerá la moderación del gobierno de Alberto Fernández a la vez que destaca “las ambigüedades del peronismo”.
“Humillantemente, el peronismo salió tercero en Santa Cruz, la provincia adoptiva de Cristina Kirchner en la Patagonia, por largo tiempo un feudo familiar”
La revista se sorprende, como tantos, del llamado presidencial del domingo a la “celebración de la victoria” que tuvo lugar ayer , después de que la oposición de Juntos por el Cambio se impusiera a nivel nacional por 42 a 34% del peronismo. Pero no fue la única paradoja, señala, otra es que si bien la derrota anticipa dos años difíciles para el gobierno de Fernández, también le puede hacer más fácil tomar “algunas decisiones duras, como ponerse de acuerdo con el FMI”.
El editorial repasa la composición del gobierno: un presidente “que se considera a sí mismo socialdemócrata y gobierna en un matrimonio político sin amor con Cristina Fernández de Kirchner”, a la que define como una “populista izquierdista que en 2019 le ofreció encabezar la fórmula presidencial”.
The Economist considera a la vicepresidente “la gran perdedora” del domingo: el peronismo perdió el control del Senado por primera vez desde 1983 y si bien sigue siendo el principal partido en el Congreso, ya no puede dictar la agenda. Además, destaca, “humillantemente, el peronismo salió tercero en Santa Cruz, la provincia adoptiva de Cristina Kirchner en la Patagonia, “por largo tiempo un feudo familiar”.
De hecho, el editorial afirma que “la elección puede marcar el principio del fin del kirchnerismo”, al que define como una agrupación “políticamente dúctil, pero económicamente intransigente” que se transformó en la fuerza dominante del peronismo”.
Hasta ahora, sigue el editorial, Cristina abortó la inclinación de Alberto Fernández a acordar con el Fondo, a punto de atribuir la derrota oficialista en las PASO a que el Gobierno no había gastado lo suficiente en ayudas y subsidios.
Entre una y otra elección el gobierno canalizó dinero al conurbano bonaerense, donde vive uno de cada cuatro argentinos, y una encuesta halló que quienes recibieron ayuda tendió a votar al peronismo. De ese modo, el peronismo recuperó 460.000 votos, pero todavía perdió 2 millones respecto de 2019, por lo que la oposición ganó la provincia de Buenos Aires, pero por un margen estrecho.
The Economist asegura que el Presidente “que se considera a sí mismo socialdemócrata y gobierna en un matrimonio político sin amor con Cristina Fernández de Kirchner”
La revista afirma que esta relación con los votantes pobres ha sido una práctica peronista desde Eva Perón, pero que el margen para hacerlo se angostó, pues ya 17 millones de personas (cuatro de cada diez) depende del Estado para su ingreso, ayuda, pensión o empleo público, lo que resulta es un déficit fiscal persistente que, desde que el FMI suspendió su crédito en 2019, “se financió principalmente mediante la impresión de dinero y alimentando la inflación”.
Pero ahora, dice el editorial, a menos que el gobierno negocie un nuevo crédito, debe pagar al Fondo USD 21.000 millones en los próximos 13 meses, lo que lo enfrenta a una dura elección: defaultear, gatillando una nueva fuga del peso, o acordar. Al respecto, recuerda que el presidente dijo, en su discurso grabado del domingo por la noche, que “es hora de resolver el problema” y anunció el envió al Congreso un programa económico en diciembre, “algo que antes había considerado innecesario”.
Según The Economist, el FMI es probable que acepte un programa “menos que riguroso”, pero que deberá incluir alguna reducción del déficit, algo que hasta ahora ha sido anatema para Cristina Kirchner, aunque el presidente destacó que la propuesta que enviará al Congreso tiene “al completo apoyo” de la coalición oficial. Al respecto, la revista inglesa cita al politólogo Sergio Berensztein, quien señala que Cristina todavía tiene “influencia y poder de veto”.
El editorial recuerda que en 2001 un gobierno no-peronista fue derrocado tras querer imponer austeridad y perder una elección legislativa. Los peronistas, dice, todavía controlan la calle y probablemente quieran seguir tirando así hasta 2023. El problema, concluye, es que “no tienen un proyecto para el futuro, y ése es el más grande problema de la Argentina”.
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