Nicolás Grosman, economista: “Es necesario un mandato para que la digitalización no sea una oportunidad perdida”

Aún no tiene 40 años, pero pasó por la UBA, la UTDT y el BCRA, hizo trabajo social, estudió en Harvard, fue pasante en Etiopía y consultor de McKinsey en México. Su foco es el futuro del trabajo, la automatización y los desafíos y riesgos de la era digital

Guardar

No cumplió 40 años, pero Nicolás Grosman ha recorrido un largo camino. Es consultor de empresas y organizaciones y profesor visitante de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato di Tella (UTDT), donde da un curso sobre “Políticas Públicas en acción” en el que le gusta recurrir al arte docente de las comparaciones.

Graduado del Carlos Pellegrini, empezó a estudiar en la UBA y se licenció en Economía en la UTDT, donde también completó una Maestría en Economía. Trabajó luego en el área de investigaciones del Banco Central en modelos de “equilibrio general”, pero le picaba algo más práctico y aceptó la invitación de Miguel Braun, uno de sus profesores en la UTDT, para trabajar en la Fundación Pensar. Durante un año hizo inmersión en temas de infraestructura y empezó a interiorizarse en políticas públicas.

A la vez, empezó a hacer trabajo social, un poco en la Fundación Leer y más extensa e intensamente en la ONG “Un Techo para mi País”. Iba los sábados al barrio Nicole (por aquello de “ni colectivo, ni colegio”) de La Matanza, a ayudar en temas de microcrédito. Ver de cerca la pobreza lo convenció de estudiar más. Aplicó y ganó una beca de la Universidad de Harvard, en cuya Escuela de Gobierno entre 2011 y 2013 tuvo profesores de la talla de Lant Prichett, Dani Rodrik y Ricardo Hausmann y le “volaron la cabeza” Ronald Heifetz, gurú del “liderazgo adaptativo” y Roberto Mangabeira Unger, consejero del expresidente brasileño Fernando Henrique Cardoso y ministro de Asuntos Estratégicos de Lula da Silva.

“La pandemia la situación se vuelve más preocupante, porque ha sido un acelerador de la digitalización pero también es un amplificador de las desigualdades digitales” (Grosman)

En 2012 asistió a la polémica presentación en Harvard de Cristina Kirchner. No hizo preguntas, pero recuerda el clima de tensión que se vivió durante la presentación de la ex presidente. En una pasantía en Etiopía, Nicolás hizo contacto con McKinsey y venció prejuicios que tenía sobre la consultora. Por eso, cuando McKinsey fue a reclutar talento a Harvard, se sumó a la empresa internacional. Trabajó durante más de 3 años como consultor desde México en temas de desarrollo económico y social y luego fue admitido en el prestigioso “Mc Kinsey Global Institute”, donde empezó a estudiar en mayor profundidad temas vinculados a la transformación digital y sus implicaciones para diferentes países de la región.

Al cabo de más de 7 años afuera volvió a la Argentina y renunció a McKinsey 3 meses después del inicio de la pandemia, para meterse de lleno y por su cuenta en lo que más lo apasiona: el futuro del trabajo, la automatización y la oportunidad y los desafíos que para un país como la Argentina representa la digitalización.

“Me interesa mucho la inclusión digital, porque allí confluyen lo inclusivo y lo digital, algo muy disruptivo, que está cambiando el mundo y replanteando cosas que uno estudió”, le dijo a Infobae.

-En tus escritos sobre brecha digital mencionás la pandemia como oportunidad y listás 6 “imperativos”: conectividad, acceso a pagos y servicios financieros, ayuda a la transición laboral de “trabajadores vulnerables”, necesidad de contar con un “ecosistema digital”, repensar las regulaciones y mejorar la provisión de servicios como educación y salud. ¿Dónde estamos parados actualmente?

-No hay ningún tema en particular que sea más importante. Son todos transversales. La cuestión es cómo avanzar en cualquiera de ellos. ¿Hay avances? Sí, hay avances en muchos frentes, aunque a diferentes velocidades. En conectividad, en pagos digitales, en programas de reskilling y upskilling, en plataformas digitales de educación, etc. Pero lo que más me preocupa es quiénes son los que están pudiendo avanzar y sumarse a la “ola digital”. Quiénes se están beneficiando versus quiénes se están quedando atrás o incluso están siendo desplazados. La evidencia sugiere que, salvo algunas excepciones (como por ejemplo en temas de pagos digitales) los avances en materia de digitalización han sido fuertemente desiguales. Con la pandemia la situación se vuelve más preocupante, porque ha sido un acelerador de la digitalización pero también es un amplificador de las desigualdades digitales. Por ejemplo ahora hay más trabajo digital y remoto, pero los datos sugieren que las personas que más lo pueden aprovechar son las de mayores ingresos.

-¿Cómo ocurre eso?

-Aún si nos limitamos solo a la economía, ocurre en todos lados. Ocurre en la producción, en la generación de ingresos y en el consumo. Los negocios que pueden adoptar soluciones digitales son empresas grandes y consolidadas, o empresas chicas pero nativas digitales, que pueden digitalizar operaciones para vender y para ahorrar costos permite diversificar, llegar a mercados regionales o globales. Así que en términos de producción ya hay una asimetría. ¿Q quién benefició más ese proceso, a la pyme del barrio o a la nativa digital? Si antes había 3 escalones de diferencia, la diferencia se acentuó.

-¿Y en el mundo del trabajo?

-En la generación de ingresos también lo veo. Hay gente que se beneficia con el teletrabajo o que accede a nuevos empleos con mejores salarios, pero también desplazados. Los empleos más vulnerables a la automatización son los de personas menos educadas y más vulnerables, que hacen tareas repetitivas y predecibles. Se necesita invertir muchísimo más en ellas y darle una red que proteja su ingreso y calidad de vida. Y en el consumo también hay desigualdad digital. En la pandemia, con todas las disrupciones de suministro, si vivías en ciertas zonas tenías muchas plataformas digitales, pero en zonas de baja conectividad o donde las plataformas no tienen soluciones logísticas, dependés de ofertas zonales, escasas y de costos y precios más altos.

“¿Quiénes son los estudiantes que mejor transitaron la pandemia? Los de más altos ingresos: ya estaban preparados, igual que los docentes, en escuelas con equipos y familias conectadas. La digitalización sirve, pero si no hacés algo, los que más se benefician son los más capacitados” (Grosman)

-Sin embargo, vos describís la digitalización como una gran oportunidad.

-Sí. La digitalización tiene el potencial de ser muy buena, no solo para la economía. Mejora la calidad de vida. Trae oportunidades que son buenas, está en nosotros cómo las usamos y aprovechamos, mitigando los riesgos e intentando incluir la mayor cantidad de gente posible. Veo avances positivos, por ejemplo en inclusión financiera. En pagos digitales se incluyó a mucha gente, la disrupción ahí fue positiva, aunque aún no se llegó a la base de la pirámide. La digitalización también fue buena para el comercio y para el desarrollo de empresas basadas en el conocimiento.

-¿Qué es lo que falta o falla?

-Hay cosas que faltan y riesgos que están creciendo, como la ciberseguridad y la protección de la información. La digitalización debe ser un instrumento para aumentar la productividad argentina, estancada hace muchos años, y es imprescindible para crecer con empleos de calidad y buenos ingresos. La digitalización es la gran ola, la gran ventana de oportunidad para hacer eso. ¿Pero estamos haciendo lo suficiente para que las cosas buenas lo sean para todos y mitigando los riesgos y la desigualdad? Es todo un laburo por hacer. La digitalización no produce automáticamente mejoras. Hay que mitigar riesgos, tener en cuenta los desplazamientos, proteger a los trabajadores y proteger la información. Está muy en nosotros. No nos podemos dar el lujo de dejarla pasar. Con todas las vulnerabilidades que tenemos, es una oportunidad para hacer cambios que hace rato debemos hacer. Si no lo hacemos, solo nos va a pegar la parte mala, porque la digitalización es una realidad y tenemos que estar preparados para afrontarla.

“Nuestra gran piedra es lo poco que hemos aprendido de errores del pasado. La inflación, que también es un factor amplificador de la desigualdad, es uno de muchos síntomas al respecto” (Grosman)

-Decís que es todo un laburo por hacer. ¿De quién y a qué laburo te referís?

-El gobierno tiene que plantar bandera, liderar, coordinar, a todo nivel: Nación, provincias, municipios. Pero los gobiernos por sí solo no pueden hacer todo para generar el cambio digital. Las empresas, los individuos, todos tenemos tareas. Tenemos que cambiar el chip, necesitamos nuevas habilidades para manejar el mundo que se viene. Hay que generar conciencia sobre la necesidad de reinventarse, aprender nuevas habilidades. Hoy la carrera es menos determinante de antes, cambia constantemente lo que tenés que saber. Son cosas que está en uno mismo cambiar, para sacarle el mejor provecho.

-¿Cómo se hace esa capacitación, adoctrinando sobre su necesidad, dando o tomando cursos, enviando instructivos?

-Las buenas intenciones no siempre alcanzan. Tenemos que dejar de hacer las cosas mirándonos el ombligo, hacer intervenciones pensando en los usuarios, los que tienen que dar ese salto. La mayoría de los programas que veo fallan ese test. Por caso, ¿cómo llego a los que necesitan upskilling?, ¿quiénes son?, ¿dónde dejan la familia?, ¿pueden después conseguir trabajo? Hay muchas cosas que no se pueden dar por supuestas. Hay que pensar mucho en el beneficiario, qué necesita y cómo llegarle para que pueda aprovechar oportunidades. Son detalles que hacen mucha diferencia. Hay programas que colocan 30% de la gente y otros que consiguen 90% o más. Es clave que las empresas diseñen programas en función de lo que se necesita y busquen activamente a quien hay que buscar, pensando alrededor de las personas.

Imagen de referencia. Universidad Javeriana abre cursos gratuitos para que los jóvenes aprendan a programar
Imagen de referencia. Universidad Javeriana abre cursos gratuitos para que los jóvenes aprendan a programar

-¿Hay buenos ejemplos?

- Argentina Programa es un buen avance, más aún en el contexto de la pandemia. Enseñarle a la gente a programar es una buena idea, está bien orientada. Pero se necesita mucho más de eso. Hay que ver quiénes son los que participan. A veces pasa que tomás gente que iba a conseguir algo y conseguirá algo mejor. Está bueno. Pero a la población vulnerable, la que más lo necesita, hay que ir a buscarla. Me gustaría ver mucho más en esa agenda, formación de talento y transición de los empleos más vulnerables. Partimos de un punto de desigualdad previo a la digitalización, que se intensificó con ella y más aún con la pandemia, que intensificó la intensificación. Si uno lleva esto a un plano más social. ¿Quiénes son los estudiantes que mejor transitaron la pandemia? Los de más altos ingresos: ya estaban preparados, igual que los docentes, en escuelas con equipos y familias conectadas. La digitalización sirve, pero si no hacés algo, los que más se benefician son los más capacitados. Es necesario un mandato fuerte para que la digitalización no sea una oportunidad perdida.

-¿Y en el sector privado?

- La UIA por ejemplo lanzó hace poco un espacio en colaboración con Accenture para promover el conocimiento y la interacción con soluciones digitales en la industria, el “Centro de Industria X”. Me parece un ejemplo muy interesante para promover la adopción digital, sobre todo en empresas más pequeñas que quizás no tienen claro cómo pueden beneficiarse o qué necesitan. Y obviamente tenemos todo lo que están haciendo los “disruptores digitales”, como Ualá, que está buenísimo. Pero la pregunta es cómo hacemos para tener 10.000 Ualás y no estar esperando a que aparezcan de la nada Pierpaolo Barbieris.

-Sebastián Campanario cuenta en una nota reciente que en tus cursos recurrís a las comparaciones. Por caso, entre “El juego del Calamar” y la Argentina. ¿Cuál sería “la misma piedra” con la que el país tropieza una y otra vez? ¿La inflación, la “grieta”, la baja calidad educativa, la pobreza, la desigualdad?

- Creo que nuestra gran piedra es lo poco que hemos aprendido de errores del pasado. La inflación, que también es un factor amplificador de la desigualdad, es uno de muchos síntomas al respecto. Pero hay más: no entender que para solucionar el problema de la deuda se necesita una política fiscal responsable y sostenible, querer hacer “lo contrario” a lo que haga el gobierno que tenga diferente bandera política, etc. Quizás la que más me preocupa en ese sentido es vivir enfocados en intentar arreglar el corto plazo con parches en vez de impulsar una agenda genuina de reformas que promuevan un crecimiento inclusivo y de largo plazo.

SEGUIR LEYENDO:

Guardar